Taller de Lectura: La Esfinge

Estuvo coordinado por Francisco Blanco Prieto, quien eligió esta obra de teatro por ser la primera escrita por D. Miguel y también por ser de las más autobiográficas del escritor vasco.
Esta obra fue escrita en 1898 y se estrenó en 1909 en el teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, con gran éxito.

Miguel de Unamuno y Rubén Darío en la España de su tiempo

En la conferencia: «Miguel de Unamuno y Rubén Dario en la España de su tiempo» la catedrática de Literatura hispanoamericana de la USAL, Carmen Ruiz Barrionuevo, hizo un recorrido por los altibajos en la amistad entre Rubén Darío y D. Miguel para terminar siendo de feliz reconocimiento intelectual entre ambos.

Rubén Darío sentía mucha admiración por la obra de Unamuno y éste fue el único de la generación que se interesó de verdad por lo que se escribía en América.

El interés del vasco por la obra de Rubén no fue reconocido hasta la muerte del nicaraguense, en un artículo titulado: «Hay que ser justo y bueno Rubén» donde Unamuno le dedica unas palabras que ponen el valor la admiración de uno hacia el otro, reconocida finalmente aquí por el rector de la universidad salmantina.

«Aquel hombre, de cuyos vicios tanto se habló y tanto más se fantaseó, era bueno…, entrañadamente bueno y era humilde…, con la grande humildad que, a las veces, se disfrazaba de soberbia.
…si buen Rubén, óptimo poeta y mejor hombre, este tu hermético y huraño amigo,que debe ser justo y debe ser bueno contigo…, te debía palabras, no de benevolencia, de admiración y fervorosa alabanza, por tus esfuerzos de cultura. Y si Dios me da salud, tiempo y ánimo, he de decir de tu obra lo que  más vale no pensar en por qué no dije cuando podías oirlo. ¿Lo oirás ahora? quisiera creer que sí.»

Fotos: Miguel N. Sánchez

Unamuno, personaje de ficción en la novelística europea

El unamuniano, catedrático y decano de la Facultad de Filología, nos descubrió a Miguel de Unamuno como personaje de tres novelas -dos italianas y una alemana, por traducir- acompañando al propio Vicente González en aventuras de un «Viaje a Salamanca» y una resurrección del personaje en vecinas tierras portuguesas, aprovechando juego de ficción, con sabias palabras, dinámicos gestos, desbordado entusiasmo y firme convicción, que estimuló a los asistentes a la lectura de las tres novelas.