Matando a Miguel de Unamuno


FARO DE VIGO

Publicado: 13 de enero de 2024

Matando a Miguel de Unamuno

Julio Picatoste, Magistrado Jubilado. Audiencia Provincial de Pontevedra.
Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación

Leer artículo

I

El 31 de diciembre de 1936, sobre las cuatro de la tarde, Miguel de Unamuno recibe en su casa de la calle Bordadores al falangista Bartolomé Aragón, visita que previamente este había concertado con Rafael, hijo del rector. Ambos se sientan en torno a la camilla, al calor del brasero y charlan. Aragón acudía con el propósito de enseñarle una publicación falangista que Unamuno, contrario a la ideología de Falange, rechaza y no quiere ver. En un momento determinado, cuando el visitante, comentando la horrible situación de España en aquellos días, dice que parece que Dios hubiera dado la espalda a España, don Miguel, inclinándose sobre la camilla, da un puñetazo en la mesa y alterado dice: “¡No! ¡Eso no puede ser, Aragón! Dios no puede volverle la espalda a España, España se salvará porque tiene que salvarse”. Esas fueron las últimas palabras de Unamuno en vida. Sus ojos se cierran y la barbilla se hunde en su pecho. Se hace el silencio, hasta que Aragón se percata de que don Miguel acaba de morir. Asustado, sale del cuarto desencajado dando voces a las que acude la empleada doméstica, Aurelia, que estaba en la cocina.

Esta es, en forma resumida, la versión tradicional que recogen numerosas y autorizadas biografías acerca del modo en que se produjo la repentina muerte de Unamuno, atribuida, según el certificado emitido por el médico y profesor universitario Adolfo Núñez, amigo personal de Unamuno, a una hemorragia bulbar. Frente a este relato se alzan quienes últimamente han dado en sostener que se trata de una versión oficial que falsea y oculta la realidad de lo ocurrido, toda vez que, dicen, el rector salmantino no falleció de muerte natural, sino asesinado.

Primero fue el cineasta Manuel Menchón con su documental Palabras para un fin del mundo; en él se esgrime la tesis de un Unamuno víctima de un homicidio (o asesinato, no se aclara) cuya autoría, según todas las sospechas claramente insinuadas en el film, se orientan hacía la persona que estaba con él en el último momento, Bartolomé Aragón. Luego es Luis García Jambrina, profesor salmantino y director de la revista Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno que edita la Universidad de Salamanca, quien se suma a la tesis y escribe con Menchón el libro La doble muerte de Unamuno, que pone negro sobre blanco la tesis sostenida en el antes citado documental. Sobre ambos escribí un artículo en este mismo diario criticando la extrema debilidad de la tesis por ellos defendida. Y como no hay dos sin tres, acaba de publicarse el libro Miguel de Unamuno: ¿Muerte natural o crimen de Estado? de Carlos Sá Mayoral que, para hacer más goloso el libro, se adorna con el siguiente subtítulo: Henry Miller y Francisco Franco en la desaparición del escritor. La teoría es la misma: Unamuno no muere de muerte natural; pero va más allá que Menchón y Jambrina al atribuir a Franco la orden de matar a Unamuno.

No puedo sino discrepar de una tesis que me parece sustentada en un cúmulo de inferencias artificiosas. Como veremos luego, de unos datos ciertos Sá Mayoral extrae unas conclusiones que, carentes de todo vínculo o relación lógica, no son, al cabo, sino mera especulación. Porque, en definitiva, lo que el autor hace es entregarse a la conjetura de lo que piensa pudo ocurrir, sin reparar en que hay otras varias posibilidades; obviamente, elige la que interesa a su tesis; en suma, el discurso avanza hilvanado de hechos que se imaginan como posibles, para terminar en un salto mortal o pirueta de la inventiva carente de toda autoridad. Todo termina en una suposición personal e inconsistente, toda vez que la tesis elegida admite tantas infirmaciones que la conclusión carece de razonabilidad y deviene inaceptable. Se me dirá que adopto una perspectiva judicial (no voy a llamarla deformación profesional). Cierto. Será, entonces, oportuno recordar aquí que, con algunas diferencias, la labor del juez y la del historiador, como reiteradamente se ha dicho por tantos autores, tienen cierta similitud: en ambos casos se trata de reconstruir un hecho pasado; por más que ambos quehaceres se rijan por reglas diferentes, los dos buscan la verdad de lo ocurrido. En este sentido, en modo alguno puede afirmarse como verdadero que la muerte de Unamuno fuera consecuencia de un homicidio voluntario. Llama la atención que en un programa de la SER (“Acontece que no es poco”), la periodista Nieves Concostrina haya relatado los últimos días de Unamuno para terminar afirmando de forma rotunda que muere asesinado en su domicilio, sin advertir que se trata de mera conjetura alimentada por algunos, pero que en modo alguno
estamos ante un hecho verificado, y, por lo tanto, no se puede dar como verdad histórica, que es lo que la periodista indebidamente hace.

Como he dicho líneas atrás, Sá Mayoral afirma haber encontrado nuevas pruebas que abonan la tesis que él postula. Mas he de repetir que, a mi juicio, de esos hallazgos no puede extraerse la afirmación de la muerte violenta de Unamuno. Todo ese relato, como en su día el de Menchón y Jambrina, no es más que una divagación imaginativa de algo que se enuncia como posible, pero que de ninguna manera aparece como indefectible. Las conclusiones que extrae de los datos de nuevo hallazgo se sustentan en la elección de una posibilidad de entre varias sin que el enlace pueda ser avalado por razón o dato objetivo alguno que pudiera, al menos, fundar una afirmación de mínima seriedad y consistencia.
En suma, la ausencia de pruebas se suple con el encadenamiento de posibilidades o pareceres más imaginados que fundados. Lo que Sá Mayoral hace comporta una distorsión epistémica recusable. La imaginación sobre lo posible es libre, tan libre que dispone de varios caminos, pero la verdad es única y solo tiene un camino, el de la certeza.

II

El 12 de octubre del primer año de la guerra civil, tiene lugar en el Paraninfo de la Universidad salmantina- templo de sabiduría del que Unamuno era su sumo sacerdote – un sonado incidente entre el rector y Millán Astray. El primero, espoleado por los discursos que acaba de oír y habiendo sido testigo atónito de la barbarie desatada en aquellos días, en un gesto de arrojo y coraje, se revuelve contra aquella incivil guerra civil, y a militares y falangistas dice que “vencer no es convencer” y que ellos no son sino la fuerza bruta que es contraria a la razón.

Con aquella bomba inesperada, Unamuno se ha puesto a los rebeldes en contra. Se recluye en su casa, y en la calle, frente a su domicilio, terminan por ponerle días después un policía vigilante que tenía orden de dispararle si le veía subirse a un automóvil, según Felisa, hija de Unamuno, cuenta a la biógrafa estadounidense Margaret Rudd. No quieren que figura tan relevante, de proyección internacional, pueda hablar libremente en el extranjero contando las atrocidades de la guerra.
Don Miguel mantiene por aquellos días correspondencia con Arthur Miller que se encontraba en Francia; el 7 de diciembre de 1936 le dice: “Y lo más triste de todo esto es que todos esos españoles inteligentes y de veras patriotas que están ahí, en Francia y en otras partes, huidos, emigrados, desterrados no podrán ya volver a su patria. Y yo cuando pueda evadirme de esta prisión tendré que desterrarme, a mis más que 72 años, arruinado y con cuatro hijos todavía a mi cargo, a ganarme la vida con ellos…cómo? donde?” [sic]. Y más adelante añade: “Basta y venga ese libro. Y venga también el Bastar Death de su amigo. Me ayudarán a distraer mis pesares hasta el día en que pueda escapar de esta cárcel manicomio que es hoy mi patria en que se destrozan mutuamente dos bandas de energúmenos envenenados”.
Esta carta es interceptada por el Servicio de Información Militar (SIM), y Salvador Múgica, coronel jefe al frente de dicho organismo, dirige un oficio al Jefe de los Ejércitos de Operaciones – cargo que desempeñaba Franco- en el que le da cuenta de que el rector salmantino “apunta el deseo de huir al extranjero”.

Para Sá Mayoral, esta información es la causa de que Franco decidiese ordenar la muerte de Unamuno. Es decir, está estableciendo una relación causa-efecto entre la noticia del propósito de huida de Unamuno y la decisión de acabar con su vida para impedirlo. Esta relación causa-efecto está inexplicada; es meramente supuesta o imaginada Es una conclusión brusca que carece de apoyatura probatoria. Para que pueda hablarse de una relación causa-efecto, es preciso que ambos extremos, es decir, el hecho-causa y el hechoefecto estén acreditados como existentes y ciertos. En este caso, lo que se toma como causa – comunicación a Franco del propósito de Unamuno- es hecho cierto; pero lo segundo, lo que se tiene por efecto, en modo alguno está probado. ¿Dónde consta que Franco hubiese decidido ordenar la muerte de Unamuno? ¿Por quién o por qué lo sabemos? No hay ninguna prueba, indicio colateral ni dato objetivo alguno que permita constatar la toma de tan drástica decisión por Franco. Por consiguiente, no cabe hablar de relación de causa a efecto. Pero es que, y ya desde otra perspectiva, no cabe identificar enlace razonable entre la información servida a Franco y la decisión de acabar con la vida del rector salmantino. Es una deducción arbitraria, mera suposición del autor. O dicho de otro modo, para que una deducción sea válida se hace necesario que entre premisa y conclusión exista una relación de consecuencia lógica, inmune e indemne a cualquier infirmación. Estas exigencias de buena argumentación no se dan en el enlace deductivo que el autor establece entre el conocimiento de una previsión de Unamuno -más o menos lejana o hipotética- de dejar España y la decisión de urdir un plan para matar a Unamuno.

Deducir consiste en sacar de una o varias proposiciones una proposición nueva que es la consecuencia necesaria de aquellas, en virtud solamente de las leyes lógicas (R. Jolivet, Tratado de Filosofía, I). Los especialistas en técnicas de argumentación, afirman que uno de los errores más  comunes, causa de falacias, es el olvido de las alternativas, y este olvido sobreviene cuando se acepta la primera que se nos ocurre, o bien -añado yo- cuando se opta por la que interesa a los fines del objetivo perseguido. Hipotéticamente, y puestos a imaginar, ante la noticia de una eventual huida de Unamuno, cabían otras reacciones posibles antes de llevar a cabo un asesinato de inevitables resonancias internacionales: la indiferencia de Franco, el refuerzo de la vigilancia, la espera a que el plan de huida se pusiese efectivamente en marcha o, en fin, la adopción de medidas para impedir materialmente la huida. Adviértase, por otra parte, que en algunas cartas Unamuno comenta la dificultad, por no decir imposibilidad, de huir al extranjero, cuando sus hijos y su nieto Miguelín le necesitaban aquí en España. ¿A dónde ir? ¿Cómo subsistir?
Comoquiera que la correspondencia de don Miguel era interceptada por el SIM, no es extraño que este servicio conociese su resignado desistimiento de la idea de marchar a otro país.

III

Vayamos ahora al escenario de la muerte. Sabemos que Unamuno está acompañado por Bartolomé Aragón, cuya visita había sido concertada previamente con su hijo Rafael. Que don Miguel muere mientras permanece con el visitante, sentados ambos al calor de la mesa camilla, es un hecho incontestable. Según la versión de Sá Mayoral, la visita de Aragón a Unamuno tiene el concreto objetivo de matar a Unamuno en su propio domicilio. Según el mismo autor, habría actuado previo concierto con otra u otras personas, luego aparecidas en el escenario del presunto crimen, ejecutores de los que no se tiene la más mínima noticia y han permanecido en la ignorancia de los investigadores durante décadas.
Es obligado destacar el muy relevante testimonio del rector Esteban Madruga; este, en dos ocasiones, y por escrito, cuenta que la misma tarde que Bartolomé Aragón acudía a visitar a don Miguel es el propio Aragón quien le pide que le acompañe en la visita, pero Madruga se disculpa porque tenía que acudir a un entierro; por eso va con él solo hasta la puerta misma de la vivienda de Unamuno, donde le deja y prosigue para atender a aquel compromiso; y más tarde, después del entierro, cuando vuelve ya había ocurrido el fallecimiento. Es de todo punto evidente que del testimonio de Madruga resulta la imposibilidad de que Aragón acudiese a casa de don Miguel para, en colaboración con otros, llevar a cabo el premeditado plan homicida. De ser ese su plan y su propósito, es obvio que no se le habría ocurrido invitar al rector Madruga a que le acompañase en la visita a Unamuno.
Pero detengámonos en la versión de Sá Mayoral y analicemos ese presunto plan homicida. Es desde luego absolutamente incomprensible, por descabellado y absurdo, que en la hipótesis de que Franco hubiera ordenado matar a Unamuno para impedir que huyese al extranjero, hubiese decidido hacerlo en su propio domicilio, a la luz del día, con una persona presente en la casa -Aurelia- y el riesgo de que apareciese alguna de las hijas de Unamuno. Precisamente, una de ellas estaba en el momento de los hechos en la vivienda contigua, atendiendo a una enferma, y la otra había salido con el nieto de Unamuno a ver los Belenes. Ni al más torpe estratega ni al sicario más necio se le hubiera ocurrido semejante plan para acabar con la vida de una persona, con idea, además, de darle luego apariencia de muerte natural. Si la razón que lleva a Franco a dar orden de acabar con el rector era la posibilidad de su huida al extranjero, y puesto que estaba constantemente vigilado, podía haber esperado a que tal plan se pusiese en ejecución, esto es, que don Miguel saliese de su domicilio con idea de emprender la huida para que el vigilante obrase
según las instrucciones que, al parecer, había recibido, o que fuese conducido a las afueras de la ciudad para ser allí asesinado como ocurrió con tantos otros infortunados salmantinos. Porque es llamativo que tantos resultaran “ejecutados” fuera de la ciudad, en las cunetas y cementerios, y para Unamuno se organizase una muerte a domicilio y con testigos.

Menchón y Jambrina hacen de Aragón el único ejecutor de la muerte de Unamuno. No decían de qué modo se habría perpetrado el homicidio o asesinato; no era imaginable una acción violenta, solo cabría el envenenamiento, pero tampoco se entiende de qué modo este se habría llevado a cabo en el curso de la conversación de ambos en torno a la camilla.  Es evidente que Bartolomé Aragón no podía haber dado muerte a Unamuno por sí solo. Entonces, Sá Mayoral recurre a la posible presencia de una o dos personas más que hubiesen accedido al domicilio para acabar con la vida del rector salmantino. En lo que alcanzo a conocer, es la primera vez que se sitúan en el escenario de la muerte otras personas. Para justificar esta novedad, Sá Mayoral se basa en el testimonio del periodista salmantino Daniel Domínguez, según el cual un hijo de la asistenta Aurelia le dijo que esta le había revelado que aquel día habían accedido a la casa de Unamuno tres personas. Se trata de un testimonio de referencia lejana, no inmediata: el testigo lo oye de un hijo de Aurelia quien a su vez lo habría oído de esta; se trataría, pues, de un testigo de tercera
mano, largo recorrido testimonial que debilita seriamente su credibilidad, debilidad que la hace tributaria de precisiones y aclaraciones para su debido contraste y verificación. Al margen de esta debilidad probatoria, ocurre, por otra parte, que Daniel Domínguez se refiere a un hijo de Aurelia que vivía en Salamanca, dato que desmiente Francisco Blanco Prieto, profundo y exhaustivo conocedor de la vida de Unamuno, por el que sabemos que no se conoce hijo alguno de Aurelia que viviese en Salamanca, toda vez que mientras ella habitó en dicha ciudad, sirviendo en casa de Unamuno, estuvo soltera, y su descendencia nunca vivió en Salamanca. Absolutamente inútil, pues, aquel testimonio quebradizo que Mayoral invoca. Pero es que, por otra parte, hemos de volver al testimonio de calidad de Esteban Madruga –testigo directo y coetáneo de los hechos – que acompañó a Aragón hasta la puerta de la casa de Unamuno y no da noticia de persona alguna que le acompañase o esperase. Por consiguiente, debe abandonarse esa fantasmagórica figura del tercer hombre que se diluye en un enredo de contradicciones y testimonios de
referencia.
Y aún más, refiriéndose a la rápida segunda edición del libro de Sá Mayoral, donde refiere otro testimonio más a favor del tercer hombre, el de Clemente Bernal, sobrino de Aurelia, Blanco Prieto da cuenta de su larga conversación con una de las hijas de Aurelia, Charo, quien le confirmó rotundamente que, según información de su madre, no hubo tercer hombre alguno que accediese a la casa y que Unamuno estuvo reunido solo con Bartolomé Aragón.

Otras consideraciones podrían traerse a colación si no contara con limitación de espacio.
Solo he dado cuenta de las que, a mi juicio, saltan a la vista, suficientes para desautorizar la versión y suposiciones de Sá Mayoral que en modo alguno puede valer como verdad histórica. Para el lector interesado en ahondar en el tema, le remito al magnífico y exhaustivo trabajo de Blanco Prieto “Muerte de Unamuno. ¿Crimen de Estado o muerte natural?”, publicado en Academia.edu.
En suma, aquella última tarde de diciembre de 1936, cuando en torno le rondaba cautelosa la muerte, sigilosamente se acercó a Miguel de Unamuno, al que halló deshecho del duro  bregar, y, silenciosamente lo envolvió en su manto gélido, tal como él, treinta años antes, había presentido por obra misteriosa del allende sombrío, y así, a la luz del brasero como lámpara funeraria, se detuvo el latido de su pecho agitado. 
Ya a poco de morir, hubo de sufrir Unamuno el indigno expolio de sus exequias. Los falangistas, queriéndolo hacer suyo, queriendo hacer de su gloria bendición de sus camisas azules, se apoderaron del entierro para imponer sus rituales mortuorios, a él, que tanto los repudió y reprobó en vida.

Nadie imaginaba que décadas después volverían algunos a hurgar en su final, para darle una muerte nueva y no dejarle ni morir en paz.

LA MUERTE DE UNAMUNO FUE NATURAL, IMPREVISTA Y REPENTINA

Después del artículo «La  redoble muerte de Unamuno» ,  Francisco Blanco,  Presidente de la Asociación Amigos de Unamuno, nos entrega este nuevo artículo con el título: «La muerte de Unamuno fue natural, imprevista y tempentina». En el que se pretende clarificar  y ratificar el fallecimiento de D. Miguel de Unamuno y Jugo. El artículo fue escrito el 25 de noviembre de 2020.

Os invitamos a leer el artículo.

UNAMUNO MURIÓ DE MUERTE NATURAL, IMPREVISTA Y REPENTINA 

Francisco Blanco Prieto
Catedrático de Física y Química jubilado
Doctor en Filosofía y CCEE

INTRODUCIÓN

 

El viernes 13 de noviembre de 2020 se estrenó en los cines comerciales la tercera película sobre Unamuno realizada en los últimos cinco años, aunque “Palabras para un fin del mundo”, del director y guionista Manuel Menchón venga avalada con vitola de documental histórico, riguroso y científico, pues no en vano ha estado varios años su director y guionista recogiendo información, buscando documentos, visitando archivos, preguntando a especialistas y consultando con profesionales merecedores de su confianza.

No puede negarse el valor documental de muchas imágenes que presenta; ni ocultar el acierto en la selección de los textos que difunde; ni la oportunidad de la música que acompaña; ni los efectos especiales; ni el ritmo narrativo; ni el resto de las indudables virtudes cinematográficas que adornan el documental.

Pero todos los elogios que la película merece no pueden evitarnos a quienes apostamos por la verdad, expresar el desacuerdo con algunos relatos de la película, especialmente al final de la película, obligándonos a expresar nuestra discrepancia con la sospecha que el documental expande por la mente de los espectadores, insinuando que Unamuno murió de otra forma diferente a la mantenida durante 84 años, abriendo puertas a la hipótesis de que podría haber sido asesinado, envenenado o golpeado por su interlocutor en aquellos momentos, como sugería el pasado 20 de noviembre un famoso intelectual.

Estar al servicio de la verdad significa comprometerse con ella al precio que sea, haciendo nuestro el emblemático lema que tuvo Unamuno en el frontispicio de su vida: “primero la verdad que la paz”, aunque hacer pública la verdad pueda molestar a quienes no tenemos intención alguna de hostigar defendiendo la realidad de los hechos.

Nos parece urgente en estos momentos salir al paso de la nebulosa que el documental está generando en los espectadores, insinuando que su desaparición no fue por muerte natural, sino provocada por alguien. Errónea conclusión, pues Unamuno no fue “eliminado” por el falangista Bartolomé Aragón, como único autor posible de su ficticia muerte violenta, al ser la única persona que estaba acompañándole en el momento de su muerte.

ANTECEDENTES

Comencemos por decir que la alusión al asesinato de Unamuno presentada en la película no constituye novedad alguna, porque hace ya 84 años que tal bulo circuló por Madrid y Salamanca el mismo día de su muerte y en jornadas sucesivas, asegurando que Unamuno había sido envenenado o asesinado, según difundió una emisora republicana de Madrid y el periódico Estampa, entre otros, titulando días después de su muerte: “Unamuno ha sido asesinado por los fascistas” (Anexo I), diciendo José Antonio Balbontín esto en su crónica: 

El parte oficial de la muerte de Unamuno no decía nada acerca de su causa. Unamuno no tenía ninguna enfermedad conocida. Al entierro de Unamuno no asistió ninguna representación militar. Todo el mundo sospechó, desde el primer momento, lo que sabemos ya con certidumbre.

Dos compañeros de Salamanca -cuyas señas personales no podemos publicar, porque dejaron parientes en su tierra, y ya sabéis cómo las gastan los adoradores de la sagrada institución de la familia con los familiares de sus adversarios- nos aseguran que, según es público y notorio en toda la región salmantina, Unamuno murió asesinado de noche, en su propio hogar, por una cuadrilla de falangistas uniformados. Hay gente que lo vio y que podrá acreditarlo en su día.

Este inmundo asesinato viene a probar, una vez más, que el fascismo no admite la menor discrepancia y castiga con la pena de muerte la más leve hostilidad, siquiera sea tan inofensiva como la de una paradoja unamunesca 1.

Dos años después, la prensa catalana seguía insistiendo erróneamente en el asesinato de Unamuno, con estas palabras alejadas de la realidad (Anexo II): 

El día antes de la muerte de Unamuno, hubo agria discusión en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, porque Unamuno sostenía que no podía llamarse “rojos” a los españoles republicanos. Millan Astray, le amenazó con una pistola, y hubieron de interponerse muchas personas para que no ocurriera allí lo que parece ocurrió después, según parece, puesto que Unamuno dejó de vivir a las veinticuatro horas…2

 Tales “fake news” nos obligan a reconocer que el propio Unamuno alimentó semejante bulo, declarando al periodista George Sadoul: Estoy vigilado y no me dejan salir, pero sin embargo aun no me han fusilado 3. (Anexo III).

Posteriormente, varios años después de su muerte, se hizo pública la carta enviada el 11 de diciembre de 1936 al director del ABC de Sevilla, Juan Carretero, diciéndole: Si me han de asesinar, como a otros, será aquí en mi casa 4. (Anexo IV); y, finalmente, le confiesa dos días más tarde, a su amigo Quintín de Torre: A mí no me han asesinado todavía estas bestias al servicio del monstruo5. (Anexo V).

En la película que nos ocupa, se invierte la lógica silogística, partiendo de la conclusión a la que quiere llegar, a base de premisas insostenibles, fruto de la imaginación y tergiversando la realidad para alcanzar el objetivo propuesto, planteando dudas temerarias sin fundamento, haciendo conjeturas sin base que las sustente y filtreando con la verdad en penumbra para negar la muerte natural de Unamuno con intrigantes y abocetadas sugerencias sobre “otra” muerte, afirmando el director con rotundidad: Demostramos al 100 % que el relato oficial de la muerte de Unamuno es falso. Totalmente falso 6, olvidando que demostrar algo implica aportar justificación documental sobre la insinuación que pretende evidenciarse, algo que en su caso no ocurre, porque no presenta prueba fehaciente alguna, ni salvoconducto científico que acredite la finalidad que la película persigue, basando su categórico aserto en supuestos indicios que carecen de la validez objetiva y real que se espera de ellos.

Afirma también el guionista en sus declaraciones: Gran parte del documental se basa en las investigaciones de los principales biógrafos de Unamuno, Jean-Claude y Colette Rabaté, que ya plantearon la posibilidad de que Unamuno fuera envenenado en el libro “En el torbellino. Unamuno en la Guerra Civil” (2018). Sus investigaciones han sido clave en el documental 7. Solo recordar que la referencia hecha por el matrimonio Rabaté en la p. 201 del libro mencionado, se limita a recordar “los rumores insistentes sobre el envenenamiento de Unamuno que circulaban por la ciudad, difundidos por una emisora republicana. No sabemos si los citados estudiosos galos han sido los instigadores de la idea que esboza el director en su película, pero no creemos que la apuesta de Jean-Claude y de Colette Rabaté haya llegado al extremo donde ha llevado el autor del guión y director de la película su insinuante versión sobre la defunción de don Miguel.

Centramos, pues, exclusivamente nuestros argumentos en la causa de la muerte de Unamuno, pretendiendo demostrar que nada hay de cierto en la hipótesis planteada por el director sobre otro posible desenlace de su vida, opuesto a lo certificado por el doctor que firmó el parte de defunción después de su muerte.

DOCUMENTOS POST-MORTEM

Cinco son los documentos post-mortem, acreditativos de la muerte natural, imprevista y repentina de Miguel de Unamuno:

 

  • Certificado Médico de Defunción: es el primer documento que se emite tras su muerte, incluyendo básicamente los datos propios y normativos del mismo: nombre del finado, edad, estado civil, día y hora del óbito, lugar del fallecimiento, causa de la muerte y firma del médico que certifica, entre otros datos, siendo en nuestro caso el doctor Adolfo Núñez Rodríguez quien lo rubrica. Se trata de un documento de capital importancia porque la información contenida en él, sirve de base para redactar los documentos emitidos posteriormente.

Lo más importante de este certificado, a efectos de la tarea que nos ocupa, es que el médico afirma que Unamuno falleció “a consecuencia de hemorragia bulbar; causa fundamental arterioesclerosis e hipertensión arterial”. Es decir, lo verdaderamente significativo son las causas que provocaron su muerte o, si se prefiere, las enfermedades desencadenantes de la posterior hemorragia bulbar que se produjo. Esa es la clave de la cuestión, que el guionista de la película pasa por alto, poniendo atención en la consecuencia de sus enfermedades, cuando son estas quienes justifican la ausencia de la autopsia que reclama la película y explican el imprevisto y repentino desenlace de su muerte. Lamentablemente, este documento no se encuentra disponible.

 

  • Acta de Defunción (Anexo VI): Es el documento redactado por el juez municipal, Joaquín Segovia de la Mata, cuando el convecino Luis Sánchez Zúñiga, se presentó en el juzgado al día siguiente por la mañana, manifestando personalmente y por escrito la defunción de Unamuno, junto al Certificado Médico de Defunción, cumpliendo así el art. 75 de la Ley Provisional de Registro Civil de 17 de junio de 1870, publicada en el nº 171 de la Gaceta de Madrid correspondiente al lunes 20 de junio de 1870: : Ningún cadáver podrá ser enterrado sin que antes se haya hecho el asiento de defunción en el libro correspondiente del Registro Civil del distrito municipal en que esta ocurrió o del en que se halle el cadáver, sin que el Juez del mismo distrito municipal expida la licencia de sepultura, y sin que hayan trascurrido 24 horas desde la consignada en la certificación facultativa.

Acompañan al juez y al “manifestante”, el secretario Luis Valdés Calamita y los testigos Manuel Rodríguez y Francisco Barredo. El registro de este documento era la primera condición indispensable para que tuviera lugar el enterramiento, según establecía el artículo precitado.

 

  • Licencia de sepultura: Documento expedido por el Juez del distrito municipal, con posterioridad a la inscripción de la defunción en el Libro de Registro correspondiente. Es decir, a este asiento se sumaba la Licencia de Sepultura expedida a continuación, siendo estos los documentos necesarios para el enterramiento. Documento no disponible.

 

  • Mandato de Sepultura Eclesiástica (Anexo VII): fue redactado por el párroco Valentín González de la iglesia Purísima Concepción, a la que pertenecía Unamuno. Actualmente, este documento ya se expide en pocos casos según declaración del actual párroco. El llamar a este documento “acta” o “certificado” de sepultura no es muy acertado, pues tales documentos acreditan algo que ha sucedido, no que está pendiente de suceder. Una vez que el Acta de Defunción rubricado por el juez decía que su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta población, sin especificar si en el cementerio civil o eclesiástico, el documento del párroco autorizaba a que el cadáver de Unamuno fuera depositado en el cementerio eclesiástico, siendo introducido en el nicho 340 de la galería de San Antonio, junto al de su hija Salomé, asegurando el párroco que Unamuno había recibido la absolución y extremaunción “subconditionen”.

 

  • Manifestación escrita del fallecimiento: Documento redactado por Luis Sánchez Zúñiga, según hace constar el juez en el Acta de Defunción: Esta inscripción se practica en virtud de manifestación personal y escrita de don Luis Sánchez Zúñiga. Hecho de conformidad con el Art. 76 de la Ley Provisional de Registro Civil: El asiento del fallecimiento se hará en virtud de parte verbal o por escrito que acerca de él deben dar los parientes del difunto o los habitantes de su misma casa, o en su defecto los vecinos, y de la certificación del Facultativo. Documento no disponible.

 

En el caso de Unamuno, a estos cinco documentos básicos se añade un sexto, manejado durante años por investigadores y estudiosos: el Certificado Literal de Inscripción, redactado por el juez Francisco Ríos Salcedo el 20 de abril de 1974, que es copia literal del Acta de Defunción, pero con errores de transcripción.

ARGUMENTOS INDICIARIOS QUE PRETENDEN SEMBRAR DUDAS SOBRE LA VERSIÓN OFICIAL DE LA MUERTE DE UNAMUNO, Y RÉPLICAS ARGUMENTADAS A CADA UNO DE ELLOS

   Los documentos fundamentales antes descritos, merecen para el director del documental la siguiente valoración: 

  • Todos los documentos post-mortem de Unamuno son irregulares. Nadie hasta ahora -no sé por qué- había analizado los documentos post-mortem de Unamuno 8. Ambas afirmaciones: su “irregularidad” y que nadie hasta hoy los haya analizado, se desvían de la verdad.
  • Los documentos no tienen ni pies ni cabeza 9.
  • Hay tres documentos llenos de irregularidades, todos, de cabo a rabo 10.

Vayamos, pues, con los argumentos utilizados para descalificar tales documentos y, en consecuencia, poner en duda que Unamuno muriera por la causa determinada en los mismos:

 

  1. El Acta de Sepultura es el primero documento que se expide 11.

 Como puede verse en la relación de documentos, ninguno de ellos tiene ese nombre. No sabemos si existe tal documento así llamado, pero es desconocido para nosotros. Suponemos que hace referencia a la Licencia de Sepultura. En todo caso, el primer documento que se expide es el Certificado Médico de Defunción.

 

  1. El Acta de Sepultura no se puede obtener sin el acta del juez 12.

Si al hablar del Acta de Sepultura se hace referencia a la Licencia de Sepultura, conviene recordar que este documento lo expidió el propio juez al terminar de inscribir la defunción en el Registro, por lo tanto, no tiene sentido decir que “no se puede obtener sin el acta del juez”. Pero, tal vez, se confunda el Acta de Sepultura con el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica expedido por el párroco. Si esto es así, conviene recordar que un “acta” debe constatar la realidad de un hecho acontecido, algo imposible porque el documento aludido se redacta la víspera del enterramiento, precisamente porque no se trata de un acta: es el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica, que ordena el párroco a la vista del Certificado Médico de Defunción, por eso dice: “según certificación del médico Adolfo Núñez”, declarando al mismo tiempo que Unamuno recibió auxilios católicos. Si este documento fijara la hora y fecha del enterramiento, estaría infringiendo la ley ya que no podía tener lugar enterramiento alguno hasta que el juez registrara la defunción y expidiera la Licencia de Sepultura. Por eso en el Mandato no figura fecha alguna de enterramiento, limitándose a ordenarlo, o, si se prefiere a autorizar el enterramiento eclesiástico.

 

  1. Legalmente había que hacer una autopsia judicial 13.

 En 1936 las autopsias se regían por el Real Decreto de 14 de septiembre de 1882 por el que se aprobaba la Ley de Enjuiciamiento Criminal, del Ministerio de Gracia y Justicia, publicada en el nº 260 de la Gaceta de Madrid, el 17 de septiembre de 1882, determinando esta Ley en su Art. 778.4: El Juez podrá acordar que no se practique la autopsia cuando por el médico forense o quien haga sus veces se dictaminen cumplidamente la causa y las circunstancias relevantes de la muerte, sin necesidad de aquélla. Pues bien, el doctor Núñez era catedrático, cirujano y médico de la Beneficencia Municipal, con experiencia acreditada y conocedor del estado clínico del amigo de 72 años que se encontró tendido en el diván cuando llegó para atenderle, como paciente diagnosticado desde hacía años de hipertensión arterial y arterioesclerosis, algo que le autorizaba a diagnosticar la causa de la muerte, sin necesidad de autopsia, porque esta solo se practicaba si el forense o el médico veían signos de violencia, indicios sospechosos de criminalidad o no había historia clínica del paciente, pero Núñez no observó nada de esto y conocía perfectamente los antecedentes clínicos de Unamuno, según se desprende del certificado que firmó.   

La hemorragia bulbar espontánea que tuvo Unamuno fue debida a una enfermedad vascular cerebral subyacente, activada por la arterioesclerosis y la hipertensión arterial que sufría, como factor de riesgo más determinante de la hemorragia, favorecida también por la quiebra física natural debida a su elevada edad, como tercer factor justificativo de la muerte y su depresión moral.

Se consideraba -y sigue considerándose- “muerte sospechosa de criminalidad” aquella que, aun pudiendo ser natural, despierta sospechas en el médico cuando este desconoce los antecedentes patológicos del finado o no existe historia clínica que permita definir la causa de la muerte, como es el caso de los indigentes que fallecen solos en la calle, por ejemplo, o las muertes súbitas que ocurren de forma inesperada, sin que se conozca su origen, por carecer el difunto de patologías previas que la justifiquen.

Para que una muerte por hemorragia bulbar espontánea pudiera considerarse “sospechosa de criminalidad” el difunto tenía que carecer de antecedentes clínicos y enfermedades que pudieran provocarle esa muerte, y solo cuando no existía tal información o se observaban signos de violencia se procedía a la autopsia judicial. Es decir, se practicaba en pacientes sin patologías previas, cuando el médico no tenía información sobre la situación clínica del paciente para certificar la muerte o si había indicios claros de violencia o criminalidad, como explican más ampliamente tres especialistas en la materia 14.

No cabe pensar que el médico concluyera una causa de la muerte dictada por otras razones que no fueran sus conocimientos, unidos a la deontología profesional, moral propia y conciencia personal, sobre todo cuando las enfermedades del paciente eran concluyente y no existían síntomas de violencia alguna ni indicios de criminalidad, que hubieran determinado la necesidad de autopsia, como verificaron quienes asistieron a Unamuno inmediatamente en sus primeros momentos: Aurelia, su hija María y doña Pilar, antes de que llegaran Felisa y el propio médico.

 

  1. Para salir del paso podía decir que le había dado un infarto, un ictus o cualquier otra cosa. Claramente está indicando algo 15.

Ignoramos si quien esto afirma sabe que el diagnóstico de la muerte de su esposa Concha, firmado por el mismo médico, fue que murió por “arterioesclerosis cerebral”, sin necesidad de autopsia alguna, aunque esa fuera la causa de su muerte y no la consecuencia, añadiendo, en el caso de Unamuno como segunda causa la hipertensión arterial, siendo la “hemorragia bulbar” el desenlace de ambas enfermedades. 

Cuando se apostilla que diagnosticar la muerte por hemorragia bulbar “claramente está indicando algo”, ¿qué se está queriendo decir? La pirueta mental en este caso adquiere tintes de película de suspense. Dado que la hemorragia bulbar era poco corriente y difícil de diagnosticar, dicha expresión sugiere que el infrecuente y extraño diagnóstico que se hace de la muerte es para que se investigue esta, con ánimo de descubrir la verdad que el médico no reflejó en el certificado.  

 

  1. El testigo ante el juez no es Bartolomé Aragón, sino alguien que nadie conoce. Es la persona que lleva el acta médica y se le da a cualquiera 16.

Al ser frase algo confusa, conviene explicar qué quiere decir. Ya hemos advertido que cuando alguien fallecía, el primer documento que expedía era el certificado médico, redactado en nuestro caso por el doctor Núñez la tarde del fallecimiento. A partir de este documento se redactaban dos en el Registro Civil: el Acta de Defunción registrada en el libro correspondiente y la Licencia de Sepultura que expedía el propio juez. Es decir, que alguien tenía que ir al juzgado con el Certificado Médico de Defunción y una declaración verbal o escrita -en nuestro caso fueron las dos- para hacer la inscripción en el Registro. Es decir, al juez se le presentaban dos documentos para que hiciera el registro del Acta de Defunción y emitiera la Licencia de Sepultura: la Manifestación escrita de la persona que llevaba el Certificado Médico y el propio Certificado.

La persona que hizo esto se llamaba “manifestante”, en palabras del juez, no testigo. La afirmación de que nadie conocía a quien entregó el Certificado Médico y su declaración escrita, no se ajusta a la verdad, porque el manifestante era Luis Sánchez Zúñiga un convecino, es decir, alguien cercano y de próxima vecindad al finado, porque así lo exigía el Art. 76 de la Ley Provisional de Registro Civil obligando a que la persona testificante fuera alguien conocido: El asiento del fallecimiento se hará en virtud de parte verbal o por escrito que acerca de él deben dar los parientes del difunto o los habitantes de su misma casa, o en su defecto los vecinos, y de la certificación del facultativo. Es decir que el “manifestante” debía ser conocido, hacer una declaración verbal o escrita y presentar el Certificado Médico de Defunción, para que el juez levantara el correspondiente Acta de Defunción y autorizara dar sepultura al finado, algo que explica circunstancialmente que el “manifestante” no fuera Bartolomé Aragón, porque no era vecino ni persona conocida del entorno inmediato de Unamuno. Además, no hay un solo testigo del acta de inscripción del fallecimiento, como se dice, sino dos, pues a Luis Zúñiga como “manifestante” se suman Manuel Rodríguez y Francisco Barredo, como testigos. Pero cabe una apostilla final: Luis Sánchez Zúñiga fue la persona que realizó la misma función de “manifestante” dos años antes, en la muerte de Concha, según consta en el Acta de Defunción judicial de su esposa. 

Igualmente, no se puede denunciar la ausencia de familiares como testigos en el registro del Acta de Defunción, porque era algo normal, ya que los familiares estaban ocupados en menesteres propios del momento, como sucedió en la muerte de Concha dos años antes. De hecho, salvando la persona que iba a inscribir al finado en el Registro Civil, firmaban frecuentemente como testigos los propios funcionarios del juzgado, porque no se trataba de testificar su muerte, sino la inscripción en el Registro a partir del Acta de Defunción que cotejaban.

 

  1. Se le entierra a Unamuno sin esperar las 24 horas que debían transcurrir como mínimo, según la legalidad vigente 17.

Según publicó El Adelanto el día 1 de enero, Aragón llegó a casa de Unamuno a las cuatro y cuarto de la tarde, pero el propio Bartolomé Aragón, según palabras recogidas por Loscertales en el prólogo de su libro “Síntesis de economía corporativa”, así como las descritas por Pérez Mateos en el ABC Literario del 27 de diciembre de 1986, afirman que Aragón llegó a la casa a las cuatro y media de la tarde, del día 31 de diciembre. Si esto fue así, no podía declararse su muerte en el Acta de Defunción a las 4 de la tarde, pero sí enterrarse su cuerpo 24 horas después, según establecía el artículo 75 de la Ley Provisional de Registro Civil. 

Dicho lo anterior ahora necesitamos saber a qué hora murió Unamuno. El periódico La Gaceta dice que “a media tarde” circulaba por la ciudad la noticia de su muerte, luego moriría a primera hora de la tarde; pero El Adelanto asegura que se extendió la noticia por la ciudad “a primeras horas de la noche”, de donde cabe suponer que la muerte se produjo a media tarde, sin aclararnos las dudas. Tal vez, la respuesta la encontremos en una grabación poco conocida y breve, pero testimonial sobre lo sucedido aquella tarde del 31 de diciembre, ofrecida ante las cámaras de Televisión Española por el nieto de Unamuno, don Miguel Quiroga, ya en la madurez de su vida, que fue testigo de los hechos cuando tenía 7 años de edad:

 Aquel día veníamos Felisa, mi tía Felisa –que fue como mi madre– y yo, de ver un nacimiento, que si mal no recuerdo estaba en el hospital provincial, y al llegar a casa a las cinco de la tarde nos encontramos a mi abuelo desplomado sobre la camilla. 

 

De esta narración podemos inferir dos datos relevantes: que Unamuno a las cinco de la tarde ya estaba muerto y que su conversación con Bartolomé Aragón fue de corta duración, no alcanzando a los 30 minutos. Teniendo en cuenta que el cortejo fúnebre hacia el cementerio se inició al día siguiente a las 4 de la tarde, con “centenares de salmantinos”, según la crónicas de El Adelanto y La Gaceta; que se hizo una larga parada en el Campo de San Francisco para el responso y desfile de los asistentes al sepelio despidiendo el duelo en la Puerta de San Bernardo; que después hubo que llegar al cementerio y hacer las liturgias correspondientes, podemos asegurar que la introducción del cadáver en el nicho se hizo en torno a las cinco de la tarde, como estimación aproximada, cumpliéndose el plazo exigido por la Ley, si el Certificado Médico establecía como hora de fallecimiento las cuatro de la tarde.

¿Por qué razón se adelantó la hora de su muerte en el Certificado Médico y en el Acta de Defunción que se redactó a partir del Certificado? La respuesta es clara y sencilla: si se hubiera certificado la muerte más allá de las a las cinco de la tarde, tal vez no se hubiera podido tabicar en el nicho el cadáver la tarde del día 1, porque en el invernal mes de enero a las seis ya no hay luz natural en el cementerio, impidiendo esta circunstancia la inhumación del cadáver, lo que significaba que por una hora había que mantener el cadáver de Unamuno hasta el día 2 en casa, con lo que esto significaba en el ámbito familiar y social. 

 

  1. Hay irregularidades en la hora de defunción 18.

Efectivamente, no coindice la hora de la muerte que figura en el Acta de Defunción, con la reseñada por el párroco en el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica. En el Acta dice que el fallecimiento se produjo a las 16:00 horas y en el Mandato a la 17:00 h. La diferencia se resolvería con certeza si tuviéramos el Certificado Médico de Defunción, aludido en ambos documentos para fijar la hora de la muerte. Pero sabemos por la crónica publicada en El Adelanto el día 2 de enero, que la hora fijada para el entierro eran las cuatro de la tarde, luego todo hace pensar en un posible error de transcripción, tan frecuente por otra parte, como sucede con el Certificado Literal de Inscripción. 

 

  1. En las fotos del entierro no hay amigos ni familiares.     Solo hay una foto en el cementerio, en la cual está un hijo de Unamuno al fondo 19.

En primer lugar, la foto aludida no está hecha en el cementerio, sino en el Campo de San Francisco, durante el responso final que allí se le dio a Unamuno por parte de párroco, antes de que el cortejo despidiera el duelo en la Puerta de San Bernardo, como habitualmente se hacía en aquella época con todas las procesiones funerarias que había en la ciudad. Su hijo Fernando aparece en la foto junto al amigo de don Miguel y rector que le sustituyó en el cargo, Esteban Madruga. También pueden verse en la foto a los catedráticos que llevaron las cintas, encabezados en primer plano por su otro amigo Manuel García Blanco. El duelo fue presidido por sus hijos Fernando y Rafael, sumándose a ellos el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ramos Loscertales, Andrés Pérez Cardenal, presidente de la Cámara de Comercio, Francisco Maldonado, Nicolás Rodríguez Aniceto, Beato Sala y César Real, permitiéndonos suponer que entre los cientos de acompañantes habría con seguridad numerosos amigos de don Miguel. Tengamos en cuenta que la foto es un primer plano donde solo están los acompañantes más inmediatos del féretro, con el cura Valentín y su ayudante en destacado plano. (Anexo VIII)

 

  1. El Acta del juez se expidió 10 minutos antes del funeral 20.

Esta hora tan ajustada de inscripción en el Registro del Acta de Defunción, minutos antes del funeral, no es una irregularidad que pueda dar lugar a sospecha alguna o manifieste urgencia inexplicable de obtener este documento después del correspondiente a la parroquia. Téngase en cuenta que son independientes uno del otro y emitidos en base al Certificado médico de Defunción. Por otro lado, la disponibilidad personal del cura e institucional de la parroquia no es la misma que la del juez y el Registro Civil, que tenía un horario establecido de atención al público por parte de los funcionarios que en él trabajaban, incluido el juez. El médico emitió su certificado el mismo día 31 con la tarde avanzada, como demuestra que esa misma tarde el párroco cumplimentara su documento citando tal certificado. Pero a tales horas el Registro estaba cerrado. Cuando el juez llega al mismo en la mañana del día 1 de enero, le está esperando Zúñiga, pero también los testificadores de los 21 fallecidos que hubo el día 31 y la madrugada del primer día del año. Los 11 primeros inscritos en 1937 fueron los fallecidos por muerte natural, correspondiendo a Unamuno el número 5, y los 10 restantes eran concejales del Ayuntamiento de Béjar fusilados de madrugada. 

 

  1. Cuatro personas de  Prensa  y  Propaganda robaron literalmente el   cadáver de  Unamuno en mitad del velatorio y se lo llevaron de allí 21.

 El testimonio fotográfico de la salida del féretro por la puerta de la casona de Bordadores a primera hora de la tarde camino del cementerio, desmiente esta afirmación. Nadie robó el cadáver y todo estuvo planificado, con indudable y abusivo protagonismo de los falangistas que impusieron su criterio y organizaron todo, patrimonializando a Unamuno como uno de los suyos, sin tener en cuenta la dureza con que este los había criticado y despreciado. Pero no hubo secuestro alguno del cadáver sin avisar. Los falangistas se encargaron de organizar el cortejo fúnebre, quienes lo presidirían, quienes llevarían el féretro a hombros, los que portarían las cintas y quienes alumbrarían con los cirios, así como la parada en el Campo de San Francisco, el transporte al cementerio y la falangización del acto, incluso después de cerrar el nicho donde fue depositado el cuerpo de una persona presentada por ellos como falangista cuando en realidad fue un opositor frontal al fajismo y a los arribistas. (Anexo IX).    

EPÍLOGO

La argumentación expuesta ha pretendido demostrar la validez de la versión tradicional de la muerte de Unamuno, diagnosticada por el doctor Adolfo Núñez, intentando desmontar los argumentos que avalan la tesis de atribuir otro tipo de muerte a

Unamuno

Hemos obviado lo sucedido la tarde del 31 de diciembre de 1936 en la galería de la casona de Bordadores, donde se encontraron Unamuno y Bartolomé Aragón por entender que cualquier intento por conseguirlo de manera fehaciente y documentada es estéril a día de hoy, con la información actual, pues disponemos solamente de la versión de uno de los protagonistas, imposible de contrastar y con posibilidades de que no se ajuste plenamente a la realidad de los hechos.

El diccionario médico de la Clínica de Navarra define la muerte natural como la producida por causas patológicas, sin que exista violencia. Así, la muerte de Unamuno fue natural, imprevista y repentina, debida a la situación patológica previa que no permitía  anticipar un plazo determinado para la muerte, pero con antecedentes patológicos conocidos por el doctor Núñez que la explicaban, procediendo el médico a extender el correspondiente Certificado de Defunción, tras explorar el cadáver de don Miguel y deducir razonablemente, con criterios médicos, la causa de la muerte, teniendo en cuenta los antecedentes del fallecido y la información de los presentes. 

Lamentamos que la insinuación sobre otro tipo de fallecimiento para don Miguel se exponga en un documental bien realizado, con destacados elementos visuales, históricos y musicales, que aporta información inédita y valiosa en textos e imágenes sobre aspectos de Unamuno y de la historia moderna de nuestro país, inmerecedores de las dudas suscitadas sobre la muerte de Unamuno en las últimas secuencias de tan estimable documental.  

Mientras no se demuestre con pruebas documentales lo contrario, repetimos que la muerte de Unamuno se produjo de forma natural, imprevista y repentina, debida a las dos enfermedades crónicas que padecía: hipertensión arterial y arterioesclerosis, desencadenantes de la hemorragia bulbar que terminó con su vida.

A estos problemas de salud se unió con igual fuerza el estado anímico decadente que sufría un anciano de 72 años, el “mal de España” que atenazaba su corazón, con el espíritu desmoronado por la barbarie que le rodeaba, los hijos en diferentes zonas de guerra, repensando toda su obra y sintiendo asco de ser hombre. En estas condiciones, recibió Unamuno en su domicilio a un “fajista” declarado admirador de Mussolini, con quien ya había tenido diferencias en una sala de profesores – según declaraciones del biógrafo de Aragón, Antonio Heredia, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca-, debido a su afinidad con el fascismo y el corporativismo fascista que aprendió en Pisa.

Es imposible saber con certeza de qué hablaron, pero algunos indicios nos hablan que pudieron hablar sobre corporativismo, como se desprende de lo escrito por su amigo y rector Esteban Madruga: 

 

Trabajamos como verdaderos amigos y compañeros y nuestra amistad no tuvo eclipse, ni fricción alguna, hasta su muerte, a la que no estuve presente por verdadera casualidad, ya que había estado tomando café conmigo el único testigo presencial, don Bartolomé Aragón,  y quería que le acompañase para enseñar a don Miguel el folleto que iba a publicar sobre Corporativismo, y como en aquel momento tenía que asistir al entierro de la madre del magistral, doctor Albarrán, le dejé a la puerta de la casa de don Miguel y cuando volví había ocurrido el fallecimiento 22.

 

La falta de representantes militares en el funeral y entierro de Unamuno pone de manifiesto la hostilidad de los rebeldes hacia él. Por el contrario, es evidente que los falangistas utilizaron su figura con fines claramente propagandísticos a favor de su causa, como ya intentaron sin éxito en varios momentos de su vida, recibiendo de Unamuno duras calificaciones y el más absoluto desprecio a sus acciones e ideario. Pero ellos capitalizaron el entierro en su beneficio, abusando del poder que en aquellos momentos ostentaban, otorgando un papel secundario a los profesores.

También conviene aclarar que la primera versión sobre lo sucedido en el encuentro que tuvieron, no es de Loscertales en el prólogo del libro-panfleto “Síntesis de economía corporativa” de Bartolomé Aragón, sino la publicada por La Gaceta salmantina el día 1 de enero de 1937, suponemos que por relato del propio Aragón, sin que El Adelanto dé noticia alguna sobre ello: 

 

Poco antes de morir, el señor Unamuno recibió la visita del profesor auxiliar de la Facultad de Derecho, señor Aragón, al que manifestó al preguntarle por su salud, que se encontraba perfectamente y como nunca de bien. Sentados frente a frente en la camilla que don Miguel ocupaba, llevaba este, como era corriente en él, el peso de la conversación, , que versaba, por cierto, sobre el porvenir de España, máxima preocupación de don Miguel de Unamuno en estos últimos tiempos.

De repente, el señor Unamuno inclinó la cabeza y se puso intensamente pálido, comenzando a salir humo del brasero, circunstancia a la que atribuyó el señor Aragón el repentino mareo, que tal creía fuera el que había hecho perder el sentido al ilustre pensador. Se levantó a retirarlo y vio que se quemaba una de las babuchas de don Miguel, y advirtió al mismo tiempo la verdad de una desgracia irreparable, avisando a la familia, que acudió con la ansiedad natural, procurando los auxilios de la ciencia y de la religión para el ilustre catedrático. (Anexo X)

 

Queremos prevenir sobre la narración que hizo Bartolomé Aragón de lo sucedido, como único y excepcional protagonista vivo de los hechos, por tratarse de una versión particular que, como toda exégesis personal, es susceptible de no ajustarse a la verdadera realidad de los hechos, dejándonos para siempre con la duda sobre todo lo que sucedió realmente durante aquellos últimos momentos de la vida de Unamuno y el diálogo que tuvieron. Es decir, nunca sabremos, con certeza documental todo lo sucedido en la galería de la casona de Bordadores aquella tarde, desde que llegó Aragón hasta que murió Unamuno, pero sí podemos acercarnos parcialmente con las declaraciones que hizo su nieto y testigo, Miguel Quiroga, ante las cámaras de Televisión Española:

 

Estaba con un visitante que creo que se llamaba Bartolomé Aragón, completamente desquiciado, dando voces, pensando quizás, tal vez, que él hubiera podido tener alguna relación con su muerte. Con mi ama de cría, Aurelia, también desesperada y con mi abuelo ya muerto, tendido encima de la camilla, después de que estuvo hablando con este hombre durante toda la tarde, angustiado por el problema y por la situación que había en aquel entonces en España. 

 

 El doctor Quiroga nos advierte acerca de la situación desesperada de Aurelia y el desquiciado estado de ánimo de Aragón, alertándonos sobre el desconcierto y alteración que se vivió en aquellos momentos inmediatos a la muerte. También nos previene sobre las voces de Aragón, pensando que quizás hubiera podido tener alguna relación con la muerte de Unamuno y nos invita a una interpretación de los hechos alejada del asesinato o envenenamiento, optando por suponer que tuvieron una discusión entre ellos que alteró el estado de salud de Unamuno, hasta el punto de provocarle una crisis arterial que le llevó a la muerte. Pensamos esto porque, según palabras de su nieto, Unamuno estaba angustiado por el problema y la situación que había en aquel entonces en la nueva España apoyada comprometidamente por el falangista y rechazada profundamente por don Miguel.

 Pero, en ningún caso, las dudas y lagunas que nos quedan sobre todo lo sucedido aquella tarde pueden llevarnos a conjeturas, suposiciones, presentimientos o sospechas indocumentadas y sin pruebas que nos hagan pensar en otra muerte para Unamuno que no tenga su origen en la hipertensión arterial y arterioesclerosis como enfermedades que padecía, unidas a dolencias anímicas provocadas por la quiebra familiar que le atenazaba, el desgaste vital, la decepción personal y el derrumbamiento moral por la barbarie que azotaba a España.

Haciendo literatura con evocación de recuerdo, coincidimos con José Ortega y Gasset cuando el 4 de enero de 1937 escribió en el periódico La Nación de Buenos Aires un artículo diciendo: Ignoro todavía cuales sean los datos médicos de su acabamiento; pero, sean los que fueren estoy seguro de que ha muerto de “mal de España”.  

Finalizamos recordando a Unamuno como él quiso que hiciéramos, diciendo que fue un español que amó a su patria con toda el alma. Así lo demandó con emocionadas palabras al agradecer el nombramiento de Ciudadano de Honor de la República, en el año 1935, aunque sobre el nicho que guarda sus restos figure otro epitafio:

 

Al enmudecer en mí al cabo, por ley naturalmente fatal, para siempre mi verbo español, quepa a mis hermanos y a sus hijos y a los míos decir sobre el terruño patrio que me abrigue: aquí duerme para siempre en Dios un español que quiso a su patria con todas las potencias de su alma toda.

 

Así sea.

Salamanca, 25 de noviembre de 2020

NOTAS
  1. Revista Estampa. Madrid, 30.1.1937, nº. 471, p. 8.
  2. Periódico La Vanguardia, miércoles, 24 de agosto de 1938, p. 5.
  3. Journal L´Humanité, Organe central du Parti Communist. Édition parisienne. Les lettres & les Arts, jueves 7.1.1937, p. VIII
  4. Luca de Tena , T. (1991). Papeles para la pequeña y gran historia. Memorias de mi padre y mías. Colección Espejo de España. Editorial Planeta, pp. 266, 267. También reproducida por Víctor Salmador, en el nº 2 de la revista Madrid, correspondiente a mayo de 1991, p. 101
  5. CMU, 86/130. También: Unamuno. Miguel de Unamuno. Epistolario Inédito II (1915-1936). (1991) Edición de Laureano Robles. Editorial Espasa Calpe (Colección austral). Madrid, p. 354.
  6. Declaración en el programa de radio “Carne cruda”, el 10 de noviembre de 2020.
  7. Declaración a Jesús Jiménez, enviado especial de RTVE a la Seminci de Valladolid, la mañana del 25 de octubre de 2020.
  8. Declaración en el programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  9. Declaración en el programa de radio “Carne cruda”, el día 9.11.2020. Colaboración con el Diario.es.
  10. Declaración en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  11. Entrevista con Carlos Alsina en “Onda Cero”, el 3.11.2020.
  12. Ibídem.
  13. Entrevista en televisión. Programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  14. De Luís y García, MJ; Negre Muñoz, MC; Orozco Gómez, ML (2012). “Hemorragia en el tronco del encéfalo”. Gaceta Internacional de Ciencias Forenses, nº 5, octubre-diciembre.
  15. Entrevista en televisión. Programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  16. Entrevista en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  17. Magdalena Tsanis. Agencia EFE. 24.10.2020.
  18. Entrevista en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  19. Ibídem.
  20. Entrevista con Carlos Alsina en “Onda Cero”, el 3.11.2020.
  21. Entrevista en el programa radiofónico “Carne cruda”, el día 9.11.2020. Colaboración con el Diario.es.
  22. Madruga, E. (1972). Evocaciones universitarias. Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Salamanca. Salamanca, p. 62.

 

AENEXOS
  • Anexo I:    

Muerte de Unamuno en la revista Estampa, del 30 de enero de 1937. 

——————————————————————————————————————————————–

  • Anexo II:

Muerte de Unamuno en La Vanguardia del día 24 de agosto de 1938.

——————————————————————————————————————————————–

  • Anexo III:

Declaraciones de Unamuno aparecidas en el periódico L’Humanité de París,  el día 7 de enero de 1937.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo IV: 

Carta a Juan Carretero director del ABC de Sevilla el día 11 de diciembre de  1936 y respuesta de este.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VI: 

Carta a Quintín de Torre, desde Salamanca, el día 13 de diciembre de 1936.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VII: 

Acta de Defunción de Miguel de Unamuno

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VIII: 

Mandato de Sepultura, expedido por el párroco.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo IX: 

Responso en el Campo de San Francisco.

En la foto puede verse a su hijo Fernando junto al rector Esteban Madruga, el párroco Valentín González y Manuel García Blanco en primer plano central.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo X: 

Salida del féretro de la casa de Bordadores.

Puede verse a los falangistas que portaron el féretro y a otros miembros de Falange Española haciendo el saludo fascista a Unamuno, con mano extendida en alto. Idéntico gesto que hicieron a la salida del Paraninfo universitario el 12 de octubre, al finalizar el acto conmemorativo de la Fiesta de la raza, presidido por Unamuno en nombre de Franco, sobre el que tanta tinta se ha vertido con escasa fortuna.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo XI: 

Página de La Gaceta narrando el encuentro entre Unamuno y Aragón.

Artículo publicado en www.academia.edu

«LA REDOBLE MUERTE DE UNAMUNO» Aclaración de ideas indocumentadas

Ante la publicación del libro «La  doble muerte de Unamuno»  de Jambrina y Menchón,  Francisco Blanco,  Presidente de la Asociación Amigos de Unamuno, escribe este artículo con el título: «La redoble muerte Unamuno».

Os invitamos a leer la opinión de uno de los mayores estudiosos de la vida, obra y pensamiento de don Miguel.

LA REDOBLE MUERTE DE UNAMUNO 

Francisco Blanco Prieto
Catedrático de Física y Química jubilado
Doctor en Filosofía y CCEE

INTRODUCIÓN

La editorial madrileña Capitán Swing ha publicado el libro “La doble muerte de Unamuno”1, del escritor Luis García Jambrina y el cineasta Manuel Menchón, insistiendo de nuevo en plantear dudas sobre el fallecimiento de don Miguel con redoblado esfuerzo de hipótesis sin contrastar y suposiciones carentes de contenido probatorio que demuestren una doble muerte de Unamuno, discordante con la tradicionalmente aceptada.

En la mesa redonda que tuvo lugar durante la tercera sesión del XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021, Menchón anunció a su compañero Jambrina y a todos los presentes, que al mes de publicarse la primera edición del libro ya se había puesto a la venta una segunda edición del mismo, cuando en realidad se trataba de una reimpresión de la primera edición, confundiendo ambos conceptos editoriales.

Dado que el libro viene rodeado de relatos adicionales a la muerte de Unamuno, centramos nuestra atención en su fallecimiento, sin mostrar interés alguno por capítulos relacionados con otros aspectos que se desvían de nuestro objetivo, como es el caso de las páginas dedicadas a Millán Astray, Bartolomé Aragón, Adolfo Núñez, Ramos Loscertales, José Rizal, la concesión del Nobel, la quema de libros, autos de fe o divagaciones literarias, ocupándonos en analizar la “redoble muerte de Unamuno” que los autores insisten en cuestionar, sin atender ni refutar lo que dejamos aclarado en nuestro artículo “Unamuno murió de muerte natural, imprevista y repentina”, dando por zanjado el tema a partir de todos los acuerdos y apoyos que recibimos tras la publicación del mismo.

Pero la explicación que ofrecimos no debió ser suficiente ni convincente para los autores, porque insisten de nuevo en poner velo de forma machacona y sin prueba documental alguna que sostenga tal gasa, a una realidad como fue la muerte natural, súbita e imprevista de don Miguel en la sobremesa del 31 de diciembre de 1936, especulando sobre ella con argumentos inconsistentes que nada falsean, deslices históricos y errores de bulto, basando su teoría en suposiciones, hipótesis y conjeturas quebradizas, carentes de irrefutables y necesarias pruebas, como ellos mismos reconocen en el libro.

Es obligado expresar nuestra decepción con el texto en estos renglones iniciales, porque la ilusión con que iniciamos su lectura se vino abajo con las primeras páginas, al comprobar que no se trataba de un ensayo sobre la verdadera “doble muerte de Unamuno”, sino en una frustrante reiteración de lo expresado en el documental “Palabras para un fin del mundo” dirigido y guionado por uno de los autores del libro, convirtiendo la película en “punto de partida” del libro.

Decimos esto, porque detrás del sugestivo y estimulante título del texto, donde la pluma de un profesor universitario y director de la más prestigiosa revista de estudios unamunianos pone su firma, esperábamos encontrar un académico, histórico y riguroso estudio sobre una página inédita de la vida de don Miguel, relacionada con la muerte íntima personal que precedió a su desaparición física, porque al margen de las enfermedades descritas por el doctor Núñez en el certificado de defunción que ocasionaron su muerte corporal, mantenemos que esa muerte de Unamuno fue consecuencia de su previa desaparición interior.

Nada de esto es analizado en el libro, como cabría esperar a tenor del título intentando explicar esa doble muerte de Unamuno, pues los autores no se dedican a ello, quedando pendiente de llevar a cabo ese estudio sobre la muerte anímica de don Miguel, porque la desaparición física del personaje está sobradamente explicada.

LA REDOBLE MUERTE DE UNAMUNO

REVISIÓN HISTÓRICA Y REVISIONISMO 

En el libro que comentamos, definido por uno de sus autores, entre otras cosas, como evidente “ensayo histórico”2, piden ambos en su nota inicial el “derecho a discrepar de la versión oficial”3 sobre la muerte de Unamuno, pretendiendo enmarcar el texto en la lícita y necesaria revisión historiográfica del hecho, como estudio y reinterpretación de lo sucedido, de legítimo uso académico, analizando el acontecimiento a la luz de nuevos datos revelados y pruebas descubiertas.

Pero en el lado opuesto a la revisión historiográfica está el revisionismo anti-histórico, de tono peyorativo, entendido como especulación carente de sustento probatorio, que puede concluir en manipulación de la verdad documentada y admitida tradicionalmente, con fines de diversa índole, prescindiendo del método científico que exige la investigación historiográfica. No son los historiadores padres del revisionismo, sino la pléyade de historietadores formada por periodistas, tertulianos, cineastas y escritores que desprecian toda información contraria a sus intereses y desatienden la metodología historiográfica, declarando al mismo tiempo no ser historiadores.

Consideradas en su acepción académica, las revisiones historiográficas son legítimas y necesarias, muy alejadas del negativo revisionismo que implica un viraje ético-intelectual en la forma de estudiar el pasado acompañado de connotaciones escasamente intelectuales, nunca historiográficas y casi siempre falaces, pues las revisiones historiográficas académicas obligan a seguir exigentes reglas metodológicas, siendo la primera de ellas presentar  pruebas desconocidas, inéditos documentos, desconocidos testimonios y expedientes contrastados que alumbren nueva luz inédita sobre los acontecimientos estudiados, con el fin de ponerlos en verdad.

En el caso que nos ocupa, no percibimos revisión historiográfica alguna en el libro de Jambrina y Menchón, sino revisionismo, porque ninguno de los elementos citados anteriormente como base de la historiografía, se presentan avalando sus hipótesis, algo que pretenden justificar sin éxito, afirmando que no intentan montar un puzzle demostrativo de nueva realidad de los hechos, sino desmontar el puzzle tradicionalmente admitido, sin conseguirlo por falta de consistencia argumental y probatoria.

No obstante, conviene decir que esta situación es bastante frecuente en la historiografía unamuniana, pues desde el primer día del año 1937, pocas horas después de su muerte, se han publicado innumerables páginas sobre el pensador, sin que todo lo dicho y escrito estuviera acorde con la realidad vital, ideológica y existencial del personaje, creándose en torno a él una serie de mitos discordantes con la verdad, algunos de ellos fuertemente consolidados en el imaginario común, entre los que no se encuentra el cuestionado por Jambrina y Menchón con escasa fortuna.

Sepamos también que la información desacertada sobre Unamuno no ha ocurrido solamente tras su muerte, pues en vida del personaje fueron muchos los testimonios, datos, anécdotas y opiniones que se difundieron relacionadas con él, sin que don Miguel se ocupara por desmentir los errores divulgados sobre su persona, porque unas opiniones no le molestaban, otras carecían de fundamento y las terceras “no estaban mal”, aunque fueran inciertas, como le decía sonriendo a su hija María cuando esta le advertía sobre ello, según testimonio recogido de un miembro de la familia.

 

ACLARANDO IDEAS

Antes de comenzar el análisis del libro “La doble muerte de Unamuno” en el aspecto anteriormente reseñado, conviene desbrozar el bosque que tenemos delante para encontrar el camino que nos lleve a la verdad, eliminando la confusión envuelta en la barahúnda de suposiciones realizadas por los autores, que entorpecen la comprensión del problema, ante el totum revolutum de ideas que desarrollan, interfiriendo y mezclando unos conceptos con otros.

Conviene, pues, distinguir con claridad varios aspectos que ocupan espacios conceptuales independientes, aunque estén ligados por pequeños hilos entre ellos, que los autores pretenden convertir en maromas de barco que los une. Los espacios independientes de carácter conceptual y descriptivo que no debemos confundir, son: el relato de Bartolomé Aragón sobre los últimos momentos de la vida de Unamuno, que constituye el fundamento de la “versión oficial” según los autores, algo que es distinto a la versión de la muerte de Unamuno establecida a partir de los documentos post-mortem acreditativos de las causas que provocaron la muerte física del personaje, siendo independientes ambos aspectos de la detestable manipulación que los falangistas hicieron de la figura de Unamuno, apropiándose de su memoria, ideología política, pensamiento y sentimiento, concluyendo el marco descriptivo con la inmerecida y dolorosa muerte interior y moral de Unamuno durante los meses previos a su fallecimiento orgánico.

 

  1. Versión de Bartolomé Aragón sobre lo sucedido en la galería de la casona de Bordadores la tarde del 31 de diciembre de 1936, considerada por los autores del libro como “versión oficial” de la muerte de Unamuno.

En la propia contraportada del libro se ratifica lo dicho en la cabecera precedente, con estas palabras: “Es un contrarrelato que desmonta y desenmascara la versión oficial de los hechos, construida sobre el relato del único testigo”. Así, pues, en opinión de los autores la narración de Aragón conforma lo que denominan “versión oficial de la muerte” de Unamuno, llegando Menchón a declarar textualmente a Monedero en la entrevista que le hizo en su programa “La Frontera”: “El relato oficial es el que hace Bartolomé Aragón”, y a él vamos a referirnos, con el mismo entusiasmo que los autores intentan desmontarlo poniendo baldío empeño en conseguirlo, según se desprende también de las siguientes palabras que confirman como “versión oficial” el relato de Aragón:

 

Conocemos la muerte de Unamuno a través, sobre todo, del relato de su último interlocutor, una versión llena de lagunas, incoherencias, vaguedades y contradicciones, pero que, poco a poco, se fue extendiendo, reforzando e imponiendo, hasta un punto que luego nadie ha sido capaz de refutarla, desmontarla o ponerla en cuestión. […] El caso es que el relato oficial ha seguido vivo e inalterado, a falta de un contrarrelato bien documentado o una versión alternativa4.[…] La fuente principal fue el único testigo Bartolomé Aragón Gómez5. […] Con el tiempo, el relato oficial se fue completando con nuevas declaraciones de Bartolomé Aragón. […] En cuanto a los biógrafos y estudiosos de Unamuno la práctica totalidad se atiene a la versión oficial6. […] La aquí llamada versión oficial de la muerte de Unamuno no es, pues, más que un relato claramente propagandístico que pretende apropiarse de su figura y secuestrar su memoria convirtiéndolo en un falangista, como siempre habían deseado7.

 

En estos términos llegamos con los autores a la página 56 de su libro, donde cierran este capítulo, sin que podamos estar de acuerdo con ellos en que con el relato de Aragón pretendieran los falangistas apropiarse de la figura de Unamuno, secuestrar su memoria y convertirlo en un falangista más. Todo eso vino después, como veremos.

De ser cierta la descripción de Aragón, nada hay en ella que permita asegurar el secuestro ideológico de Unamuno por parte de los falangistas, pues en él expresa don Miguel su rechazo a la Falange y los falangistas de forma clara: “Le gradezco que no venga con la camisa azul”; “Tengo que decirle cosas muy duras y le suplico que no me interrumpa”; “No quiero ver esas revistas de ustedes, porque… ¿cómo puede irse contra la inteligencia?”. Todo ello acompañado con tono de voz elevado de protesta, que alertó a la criada Aurelia.

El comienzo del párrafo anterior advierte sobre nuestras dudas de que el relato de Aragón sea verdadero, sin que esto suponga afirmar que sea falso, pero admitiendo que conduce a una laguna histórica insalvable, porque en la galería de la casona de Bordadores estaban solos los dos interlocutores la tarde del 31 de diciembre de 1936, siendo ellos los únicos que podrían testificar sobre lo sucedido allí. Pero uno de ellos falleció sin dejarnos su versión de los hechos, disponiendo solamente de la exégesis de Aragón, lo que significa ir con una muleta por la historia al carecer de la segunda pierna que nos permita caminar con certeza por ella, si tuviéramos la versión de Unamuno, y ambas coincidieran.

Pero esto que hemos dicho hasta ahora no es lo más importante, el grave error que cometen los autores es calificar la información aportada por Bartolomé Aragón como “muerte oficial de Unamuno”, cuando la muerte real de don Miguel, aceptada tradicionalmente por familiares, vecinos, colegas investigadores y publicistas, es la certificada por el doctor Núñez y ratificada el juez en su acta de defunción, no el relato de lo sucedido aquella tarde en el encuentro privado que tuvieron Unamuno y Aragón, aconsejando a los autores no confundir el cuento navideño dickensiano de Menchón o drama de mesa camilla de Jambrina, con el diagnóstico de la muerte de Unamuno.

Por otro lado, algo diferente a lo que comentamos, es lo sucedido aquel día, antes y después del encuentro privado entre ambos, negándonos la oportunidad de dudar sobre los diferentes relatos de testigos, porque los testimonios al respecto son concluyentes y coincidentes en los aspectos esenciales, salvando pequeños matices carentes de importancia significativa, como pueden ser discordancias horarias fruto del aturdimiento y la confusión,  los momentos en que acuden diversos testigos, los turnos de llegada a la estancia donde falleció o las primeras atenciones recibidas, circunstancias justifican pequeñas discordancias y lapsus de memoria, porque conceptualmente en los aspectos verdaderamente importantes hay coincidencia de opiniones: personas que acudieron a la casa del finado, asistencia del médico, redacción del certificado de defunción, llegada de familiares, organización del sepelio y protagonismo de falangistas, entre otras cosas.

 

  1. Documentos post-mortem acreditativos de las causas que provocaron la muerte física de Unamuno.

Sobre esta cuestión nada tenemos que añadir a lo ya argumentado y documentado en contra de las objeciones expuestas por los autores a través del documental cinematográfico “Palabras para un fin del mundo”, en el libro que nos ocupa y por las múltiples declaraciones realizadas en medios de comunicación, ya refutadas en nuestro artículo publicado en Academia.edu: “La muerte de Unamuno fue natural, imprevista y repentina”, que el lector puede y leer en el siguiente enlace:

 

https://www.academia.edu/44582164/LA_MUERTE_DE_UNAMUNO.

 

  1. Detestable manipulación propagandística que los falangistas hicieron para apropiarse de la memoria, ideología, pensamiento y sentimiento de Miguel de Unamuno.

Afirman los autores repetidas veces en declaraciones periodísticas que el cuerpo yacente de Unamuno fue robado en pleno velatorio por los falangistas, hablando en la página 129 de su libro de “cadáver secuestrado”, algo que a todas luces es un exceso verbal falso en su literalidad, pero verdadero en la dimensión metafórica que puede atribuírsele, porque la misma tarde de la muerte de Unamuno comenzó el secuestro de su memoria por parte de los falangistas, y la más descarada manipulación del personaje por lo que representaba para el éxito de la propaganda falangista, con burda y grosera politización del entierro y publicidad adulterada en posteriores días.

Según nos cuenta el falangista Antonio Obregón: “Un escritor dijo a los periodistas del Estado: preparad las ametralladoras de las “Underwood” y agotad todos los plines en honor a Unamuno que acaba de morir”8. No es arriesgado suponer que el escritor fue Giménez Caballero, mano derecha de Millán Astray, jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda franquista en el salmantino Palacio de Anaya.

Este fue el pistoletazo de salida de la gran farsa que vino después: movilización de todo el aparato propagandístico en emisoras de radio y periódicos, abusiva representación de falangistas en el funeral, protagonismo en el entierro con traslado a hombros del cadáver y rituales fajistas en el cementerio ante el nicho donde fue depositado el cadáver de Unamuno, con ceremoniales gritos, arribistas consignas, solemnes cantos, brazos en alto, camisas flechadas, negros correajes y honores de yugos azulados.

Para hacernos una idea de lo que representaba para la Falange la capitalización política de Unamuno, recordemos que los falangistas, con Víctor de la Serna a la cabeza, organizaron el sepelio, representando este camarada al jefe nacional falangista, Federico Manuel Hedilla, y llevando con Miguel Fleta, Antonio de Obregón y Salvador Díaz Ferrer, el ataúd con los restos de Unamuno hasta el Campo de San Francisco, donde fueron sustituidos por cuatro jóvenes con camisas azules y negros correajes: Mariano Rodríguez de Rivas, Melchor Martín Almagro, Carlos Domínguez y Víctor Alonso. Presidieron el duelo los hijos Fernando y Rafael de Unamuno, junto al rector Madruga, el decano de Filosofía y Letras Loscertales y Andrés Pérez Cardenal; llevaron las cintas del féretro: el decano de la facultad de Derecho don Isidro Beato, los catedráticos Manuel García Blanco y Francisco Maldonado por la Facultad de Filosofía y Letras, y Nicolás Rodríguez Aniceto por Derecho;  y portaron las velas los catedráticos Ignacio Rivas, Leopoldo de Juan, Pérez Villamil, César Real y el señor Sancho, según crónica publicada en El Adelanto el 2 de enero de 1937.

Compartió la Universidad el sepelio, ocupando la presidencia del acto, llevando las cintas y portando velas, junto a los falangistas que lo organizaron y llevaron el féretro, acudiendo todos ellos con sus camisas azules, yugadas y flechadas, para “hacer justicia y honor a un creyente de España” como dijo la nota de la Jefatura de Prensa y Propaganda, añadiendo Martínez Almagro en el periódico oficial de Falange: “Desde el portal de su casa, nuestros uniformes falangistas han llevado a hombros y han acompañado su cadáver hasta el cementerio”. Mismo entusiasmo que puso uno de los maestros de ceremonias, Maximiano García Venero, diciendo: “Camisas azules iban, asimismo, en torno al cadáver. Camisas azules saludaban al cortejo con el ademán nacional sindicalista”. Cierra la crónica El Adelanto diciendo: “En el fúnebre acto de colocar en el nicho el cuerpo de don Miguel de Unamuno, un jefe de Falange, en medio del silencio absoluto, gritó: ¡Miguel de Unamuno y Jugo! ¡Presente! ¡Arriba España!”, expresiones que formaban parte del ritual falangista.

La mano derecha de Millán Astray en la Oficina de Prensa y Propaganda y destacado falangista, Giménez Caballero, cerraba el día 2 de enero su artículo-homenaje a Unamuno publicado en los dos periódicos locales diciendo: “Debemos levantar hoy la mano ante su tumba de férreo combatiente, exclamando: Don Miguel de Unamuno, ahora que lo mejor de tu alma está PRESENTE en España, ¡Descansa en paz!”.

El despliegue propagandístico se puso de manifiesto en los siguientes artículos publicados poco después de la muerte de don Miguel, durante el mes de enero de 1937:

 

  1. “Don Miguel de Unamuno y Jugo fallece repentinamente”. El Adelanto (Salamanca). 1 de enero de 1937.
  2. “Ayer falleció don Miguel de Unamuno. Su muerte fue repentina. La Gaceta Regional, 1 de enero de 1937.
  3. “Ayer falleció en Salamanca. Repentinamente. El ilustre catedrático D. Miguel de Unamuno». B.C. (Sevilla), 1 de enero de 1937.
  4. “El entierro de don Miguel de Unamuno”. El Adelanto (Salamanca), 2 de enero de 1937.
  5. “Don Miguel de Unamuno ha muerto en su ciudad de Salamanca”. El Norte de Castilla, 2 de enero de 1937.
  6. “Los funerales y entierro de Don Miguel de Unamuno”. La Gaceta Regional, 2 de enero de 1937.
  7. Ernesto Giménez Caballero. “En la muerte de D. Miguel de Unamuno. El Adelanto, 2 de enero de 1937. (También en La Gaceta Regional).
  8. “En la tarde de ayer tuvo lugar el sepelio de don Miguel de Unamuno en Salamanca”. B.C. (Sevilla), 2 de enero de 1937.
  9. “Ha fallecido don Miguel de Unamuno”. La Tarde, 2 de enero de 1937.
  10. Pedro de León. “Conversación con don Miguel”. Falange Española, 2 enero de 1937.
  11. “Entierro de Don Miguel de Unamuno”. B.C. (Madrid), 3 de enero de 1937.
  12. “Sobre la muerte de Unamuno”. Ahora. Madrid, 3 de enero de 1937.
  13. “Les obsèques de Miguel de Unamuno”. Action Française, 3 de enero de 1937.
  14. “Morreu don Miguel de Unamuno. A Espanha nacionalista de luto”. Diario de Noticias. Lisboa, 3 de enero de 1937.
  15. Martín Almagro. “La España grande de Miguel de Unamuno”. Falange Española, 6 de enero de 1937.
  16. Tresgallo de Souza. “En la hora de la muerte. Justicia y honor de la Falange a don Miguel”. Unidad. San Sebastián, 8 de enero de 1937.
  17. Tresgallo de Souza. “Dolor final. En la muerte de don Miguel de Unamuno”. Arriba España. Pamplona, 7 de enero de 1937. Este artículo también se publicó en el nº 120 de Falange Española, con el título: “Justicia y honor de la Falange a Don Miguel”.
  18. “Al entierro asistió inmenso gentío. El cadáver fue llevado en hombros por jefes de Falange”. Unidad. San Sebastián, enero de 1937.
  19. “Los periódicos italianos comentan la muerte de Unamuno”. Unidad. San Sebastián, enero de 1937.
  20. “Las calumnias rojas sobre la muerte de Unamuno”. Portada de El Adelanto, 23 de enero de 1937.

 

Como ejemplo de lo que venimos diciendo, reproducimos lo publicado en San Sebastián, como artículo firmado por Martín Almagro de la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda, en el periódico Unidad, el 6 de enero de 1937, con el título “La España grande de Miguel de Unamuno”, donde la manipulación y la falsedad son ostensibles:

 

Las piedras imperiales de la sabia Salamanca se alegraron de que su cadáver paseara a hombros de camisas azules. […] No sé si don Miguel habrá creído en nuestro Movimiento. Pedirlo lo pidió clara y valientemente con su pluma y en sus actos durante los últimos tiempos anteriores al 19 de julio. Y siempre. “Creo que de este movimiento saldrá una España grande”, estaba diciendo a un falangista con quien hablaba en su casa durante los momentos en que repentinamente murió. Su frase está llena de esperanza en la resurrección de España. ¡Arriba España!”

 

Dos días después, en el mismo periódico, Tresgallo de Souza, miembro de la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda, publicaba en la portada de la Unidad donostiarra, el artículo “En la hora de la muerte. Justicia y honor de la Falange a don Miguel”, diciendo:

 

Al día siguiente, día natalicio del año 1937, la FALANGE portó el cuerpo de don Miguel por las calles salmantinas, hasta el cementerio. […] Camisas azules saludaban al cortejo con el ademán nacionalsindicalista. Idealmente, el féretro llevaba una bandera rojinegra, sirviendo de cojín al birrete de rector. El camarada Manuel Hedilla estaba representado por un camisa azul, escritor de buenas letras. La FALANGE se manifestaba en justicia y honor a don Miguel.

 

El resumen, los falangistas deformaron, falsearon y distorsionaron tanto el pensamiento de Unamuno que apenas dejaron rastro de su verdadero y firme sentimiento antifascista-fajista en su afán propagandístico, impidiendo el reconocimiento de su verdadera opinión sobre la Falange y los falangistas, con actos de propaganda que se prolongarían más allá de este tiempo y por todas las ciudades, sin que los camisas azules tuvieran en cuenta que Unamuno siempre estuvo en contra de la Falange y los falangistas, a quienes tildó de “invertidos sifilíticos y eunucos masturbadores”9; “verdugos desmentados”10; “dementes falangistas”11; “inmunda falangería”12; llegando a afirmar que “La Falange es, sin duda, el mayor peligro de los que amenazan a España. Son locos, fanáticos”13.

Llegados a este punto, es obligado preguntarnos qué razones tenían los falangistas para secuestrar la memoria de Unamuno; cuáles eran sus convicciones; dónde sustentaban las razones; qué argumentos avalaban su interés por captarlo; y dónde se apoyaba el empeño por acercarse a don Miguel, en momentos que todo el mundo daba la espalda al maestro, se endurecían las críticas hacia él por parte de republicanos y nacionales, le abandonaban los amigos y subían las escaleras que conducían a la casona de Bordadores los falangistas, hasta el punto de morir en presencia de uno de ellos que fue a visitarlo, cuando su repudio hacia los fajistas era ostensible desde 1929, al intentar su primer acercamiento, obligándole a salir al paso en una carta dirigida al director de la revista Síntesis, diciéndole: “He visto el sentido que se quería dar a mi lema de españolizar a Europa, en un sentido -Dios me valga- fajista… Y ha habido escritor italiano que ha pretendido presentarme como de los suyos”, haciendo los fajistas españoles oídos sordos a ello, como demostró Giménez Caballero expresando las afinidades del fascista italiano Curzio Malaparte con Unamuno.

Tan importante era para el fundador José Antonio captar a Unamuno, que no tuvo reparó en expresar públicamente su admiración hacia él, olvidando las críticas, insultos y desprecios que don Miguel hizo a su padre, el dictador  Primo de Rivera, hasta el punto de pedir al líder de la Falange salmantina, Francisco Bravo, que intercediera para visitarle el 10 de febrero de 1935 en la casa de Bordadores, ordenando luego a sus colaboradores que espigaran los escritos de don Miguel para extraer todo aquello que pudiera ser cuerpo doctrinal útil para el ideario falangista, porque su movimiento prometía mucho pero no tenía programa ni fundamento ideológico, como pudo verse en 1933 cuando la Falange se presentó en sociedad, sin ideología coherente y con evidente incapacidad para seducir inicialmente a los ciudadanos.

Fue ese encuentro en casa de Unamuno, su asistencia al mitin posterior y el acompañamiento en la comida, lo que abrió las puertas a su captación, sin verificar que el Unamuno de 1936 nada tenía que ver con el de 1895 y 1925, de donde el falangista Pedro Laín sacó conclusiones que se diluyeron en la posterior evolución de don Miguel, sin ser tenidas en cuenta por los falangistas.

No obstante, algunas ideas y actitudes de Unamuno tenían similitudes con ciertos comportamientos y nociones falangistas, como la adhesión inicial al golpe militar, el sentimiento patriótico que compartían, la unidad territorial, la censura al parlamentarismo, el valor histórico de Castilla y su espíritu universalizador, coincidencias poco sólidas y profundas, como para considerar a Unamuno simpatizante del falangismo, porque este siempre careció del profundo espíritu liberal que Unamuno mantuvo toda su vida, llegando a realizar duras críticas a la Falange y su militancia. Algo que ellos no tuvieron en cuenta, ni perdieron el ánimo de seguir empeñados en captarlo para su causa, a pesar de los ataques de Unamuno al fascismo, el desprecio a la Falange y los insultos a falangistas.

Recordemos que años antes de que el falangismo pusiera sus pies en España, Unamuno ya había criticado al fascismo italiano por “ahogar la libertad del espíritu”, ser “hediondo”, Mussolini una “mala bestia” y Hitler un “tonto inédito”, rechazando las actitudes xenófobas y antisemíticas, condenando la dictadura de Primo de Rivera, calificando el fascismo como “enfermedad de moda”, llamando a los fajistas “jóvenes bárbaros de la derecha” y censurándoles que utilizaran la religión como apoyo a su causa, carente de contenido doctrinal.

Se burlaba Unamuno de sus manifestaciones sociales, “ejercicios litúrgicos” y saludos sin contenido alguno, como elementos de un sainete. Ridiculizaba la obediencia falangista ciega como “rebaño de corderos”; denunciaba su manía persecutoria; condenaba sus tácticas violentas; los acusaba de cometer “tonterías y mentecatadas” y ser “torpes de entendederas” por su vacío mental, manteniendo hasta el último día de su vida la actitud que venimos describiendo.

Precisamente, sus intencionadas desentendederas les impedía darse por aludidos ante los ataques de don Miguel, por la necesidad que tenían de contar con un ideólogo de su talla debido al reconocimiento intelectual ganado por Unamuno, como elementos fundamentales para seguir buscando el mecenazgo ideológico del maestro más allá de su muerte, escribiendo Giménez Caballero en 1938 en su libro Genio de España: “Hoy, don Miguel de Unamuno, el abuelo Unamuno, cuyo sentimiento trágico, agónico y cristiano de la vida le ganó, por fin, a nuestra causa, duerme su sueño eterno de paz en su Salamanca -y ya nuestra- desde nuestro corazón le ha vertido el cariño, la justicia y la filialidad póstumas que merecía”.

 

  1. Inmerecida y dolorosa muerte interna moral de Unamuno durante los meses previos a su fallecimiento orgánico. 

La dolorosa muerte de Unamuno no fue su desaparición física la tarde del 31 de diciembre, ya que a partir de ese momento no tuvo sufrimiento alguno ni quebranto interior, en el misterioso hogar del Padre Eterno donde aspiraba en salmo descansar sin conseguir paz y reposo para su memoria, que lleva retemblando en el nicho durante décadas ante la barahúnda de confusión generada por revisionistas, historietadores, oportunistas, mercaderes y pescadores en río revuelto.

Tal muerte de Unamuno en vida fue su verdadera “doble muerte”, que tuvo su origen en la barbarie de la incivil guerra que disparó balas doloridas contra su alma y en los aspectos complementarios que le afectaron, condicionaron su vida y limitaron su existencia, como fueron: el silencio al que fue condenado; la dispersión familiar con separación de algunos hijos; la reciente viudedad desconsolada; el arrepentimiento por la responsabilidad que pudo haber tenido en el golpe militar; el asesinato y detención de algunos amigos; la demencia colectiva; las matanzas indiscriminadas; el discurso del Papa en Castelgandolfo; la pastoral “Las dos ciudades” del obispo Pla y Deniel; las cartas de personas pidiéndole intercesión por sus familiares; el confinamiento interior en la casona; la brutal represión que se vivía en Salamanca; la militarización de ciudadanos y de la ciudad; los ensayos armamentísticos alemanes; las críticas recibidas; el asco de ser hombre; y el dolor de España en el corazón, que fue su mayor enfermedad.

Es decir, la segunda muerte de Unamuno pendiente de estudiar en profundidad por los investigadores y merecedora de un ensayo histórico acentuado, penetrante y abisal,  añade a todo lo anterior su desgarro vital y desmoronamiento moral, con motivo de la postergación y desprecio que sufrió por parte de “hunos” y “hotros”; el mutismo cobarde de los amigos; la complicidad medrosa de colegas con los sublevados; la impenetrable soledad en Bordadores; el exilio interior; el desplome familiar; la mordaza publicista; y la sinrazón de un guerra incivil desoladora para su alma, que se vio incrementada con el asesinato de varios amigos como Casto Prieto, Salvador Vila y Atilano Coco, entre otros, en momentos de especial desplome por el desamparo de la viudedad tras cuarenta y cinco años de convivir con su “costumbre” en feliz vida familiar, unido al dolor por los hijos José y Ramón en el Madrid republicano, junto a su querido yerno y secretario personal José María Quiroga, padre del nietecito Miguelín que vivía con él durante aquellos dolientes meses.

Estas razones provocaron la respuesta que Unamuno dio a los militares el 12 de octubre en el acto de exaltación de la raza que él mismo presidía en nombre de Franco, como expresión pública de la hartura acumulada en los meses precedentes, y fueron ellas su muerte moral y el origen de su tránsito a la nada que tanto le atormentó durante toda su vida.

Tales fueron los elementos que le llevaron a su extinción, determinando y anticipando el fallecimiento real, pues su vida interior murió horas después que los militares dieran el puñetazo sobre la mesa y cayeran los primeros muertos en la Plaza Mayor la mañana del domingo 19 de julio de 1936, aunque mantuviera una latente existencia física hasta el 31 de diciembre de ese año, en la seguridad que si hubiera contemplado la vasta manipulación y grosera apropiación que los falangistas hicieron de su memoria, hubiérase muerto de nuevo con la agitación que retembló en el nicho cuando los arribistas se apropiaron de su persona, imagen y memoria.

SEGUNDO INTENTO

Las 152 páginas que conforman el pequeño libro “La doble muerte de Unamuno” son un relato literario de los autores en su reiterado intento de continuar sembrando dudas en terreno baldío que solo darán frutos publicitarios y comerciales, ya que sin la semilla de las pruebas es imposible que intelectualmente germinen sus hipótesis, conjeturas y suposiciones.

Tampoco brillarán con luz propia sus conclusiones, por mucho que los medios de comunicación declaren con grandes titulares que el libro demuestra, finalmente, que Unamuno no fue fascista, ni falangista, ni militarista, provocando sorpresa en todos los unamunistas ante algo sobradamente conocido y demostrado, obligándonos a decir que el libro no aporta nada históricamente novedoso documentalmente validado.

Pretenden satisfacer los autores la persistente y cronificada obstinación que ambos tienen con el tema, pues cineasta y escritor ya lo habían intentado anteriormente y por separado: uno, en cuento singular; y el otro, en un documental sin valor de generar incertidumbre entre investigadores y biógrafos del personaje.

Primero lo intentó el profesor de USAL y novelista Luis García Jambrina14, literaturizando el envenenamiento de Unamuno en un cuento literario que pretende repetir, según le dijo a Esther López Barceló en la entrevista publicada el La Marea, el 7 de mayo de 2021: “En el ensayo nos valemos de la literatura para arrojar luz donde no puede llegar la historia”. Afirmación que nos recuerda la versión literaria que hizo Portillo sobre lo sucedido en el Paraninfo de la Universidad el 12 de octubre, al faltarle la verdad histórica, testimonial y documental de los hechos. Más recientemente, en 2020, el cineasta Manuel Menchón, pretendió apabullar la tozuda realidad de los hechos con su película documental “Palabras para un fin del mundo”.

A raíz del citado reportaje cinematográfico, ambos han unido sus fuerzas en este libro, como nuevo intento de enturbiar, más que aclarar, la muerte de don Miguel, sin que conozcamos las verdaderas razones que les han impulsado a ello, ni cometamos el atrevimiento de suponerlas por carecer de información que nos permita hacerlo. No obstante, queremos dejar claro a los lectores que la aparición de nuestro nombre en el capítulo final: “Deudas y agradecimientos”, no obedece a un acuerdo con las especulaciones que se hacen en el texto sobre la muerte de Unamuno, sino todo lo contrario como ya dejamos claro en nuestro replicador artículo ya citado.

CONFUSIONES Y CARENCIAS

El hecho de que “La doble muerte de Unamuno” sea un libro elaborado a base de hipótesis, nos autoriza a imitar su actitud expositiva, conjeturando que el libro se ha escrito con la misma prisa y sospechosa diligencia que los autores suponen desconfiadamente que se produjeron las actuaciones post mortem de Unamuno, intentando ganar tiempo al tiempo. Decimos esto como supuesto personal, en vista de la descoordinación estructural del texto, la repetición de ideas, su impaciente redacción, los abundantes errores que contiene, la falta de contrastación de las hipótesis que plantea y los excesivos desaciertos cometidos en la transcripción de los textos. Baste considerar que un libro de 152 páginas textuales en pequeño formato de 14 x 21,6 cm. contiene, al menos, 56 errores de transcripción observados en documentos elegidos al azar para su contrastación con los originales.

Declaran los autores en el primer renglón, que el libro no es un trabajo académico, obligándonos a suponer también que tal afirmación obedece a un intento de justificar la falta de rigor formal académico exigible a un libro de ese corte, porque no hay una sola nota aclaratoria de la procedencia de los textos entrecomillados incluidos en sus páginas, ni de los hechos descritos, ni de las aportaciones de investigadores precedentes.

Pretendiendo imitar a Unamuno como persona única, sujeto inclasificable y ciudadano singular con aspiración a exclusiva conciencia plena imposible de encasillar, los autores enturbian el libro con oscuro y confuso juego de inconcreciones y contradicciones, hasta llegar a una definición del mismo, desconocida por académicos de la lengua, investigadores, unamunistas y lectores.

Aseveran también que “vivimos tiempos de posverdad en los que parece que la búsqueda de la verdad se ha vuelto una quimera y, por tanto, ya no interesa a nadie o más bien carece de sentido; lo único que importa, por lo visto, es fraguar una narrativa poderosa y convincente, o al menos plausible, e imponerla de forma seductora a los demás”, pretendiendo los autores con ello hacer de su actitud un comportamiento universal exclusivo de historietadores que tanto daño hacen a la Historia, declarando como objetivo del libro desmontar y desenmascarar lo que ellos llaman “versión oficial” de la muerte de Unamuno, construyendo un contrarrelato insostenible, sin pretender llegar a verdad alguna, como afirman en la página 7 de su libro.

El libro es una mezcla de géneros literarios, según palabras de Jambrina, afirmando en primer lugar su carácter de ensayo histórico15, por encima de la crónica y la narración, algo difícil de comprender porque adolece de las condiciones básicas que definen la conjunción del ensayo con investigación histórica como ciencia, porque cuando a un ensayo se le añade el apellido histórico no se le permiten frivolidades científicas, ni desarrollar ideas alejadas de una realidad histórica sustentada en pruebas que justifiquen los argumentos que se exponen, porque el ensayista histórico está obligado a dar información fiable, contrastada, documentada y cierta. En esto se diferencia de la novela histórica que autoriza a insertar hechos y personajes ficticios en acontecimientos históricos, junto a protagonistas y sucesos reales, como bien sabe uno de los autores del libro que reseñamos.

Le faltan al libro, como aspecto fundamental, las pruebas documentales que contrasten las teorías expuestas, pero también la anotación explicativa de las citas entrecomilladas que incorpora y la descripción veraz de las fuentes empleadas en la información que aporta, siendo imprescindible en un ensayo histórico presentar documentos clasificados y valorados como registro de hechos que lleven a un conocimiento metódico de las verdades que insinúa, porque de no hacerlo desacredita científicamente al libro en el mundo intelectual.

Un ensayo histórico ha de tener consistencia interna, lo que significa carecer de contradicciones que lo invaliden. Siendo otro aspecto importante en un libro de este corte, donde se citan numerosos personajes históricos, recogerlos en un índice alfabético, con el fin de facilitar al lector búsquedas de su interés.

Parece, finalmente, aconsejable que un libro de estas características tenga una estructura ordenada de los elementos que contiene, ajustados a secuencia lógica y unificada de argumentos, sin saltar de un lugar a otro carentes de nexo argumental, lógico y conceptual entre ellos, cayendo en repeticiones que nada aportan y abordando temas inconexos con el argumento fundamental del libro, salvo para aumentar artificialmente el escaso volumen del ensayo, sin separar de forma nítida los componentes en unidades conceptuales bien definidas. Desde el punto de vista de la organización expositiva que comentamos, sorprende ver el álbum fotográfico en la mitad del texto entre las páginas 60 y 61, sin paginar, cuando más correcto hubiera sido incluirlo al final del texto, numerando debidamente las fotos, referenciando en el texto los documentos expuestos e incluyendo la descripción adecuada en los pies de las fotos correspondientes.

Dicen también los autores en sus palabras iniciales que no pretenden “ofrecer la verdad” sobre la muerte de Unamuno, lo cual da un brochazo nada deseable al texto que se consolida en el segundo escalón al afirmar que su intención es “desmontar y desenmascarar” lo que ellos llaman “la versión oficial”, algo que tampoco consiguen porque sus conjeturas se disuelven como un azucarillo en agua caliente al comprobar que las hipótesis presentadas carecen de pruebas que las sustenten.

Los autores pretenden situarse en el marco del racionalismo crítico con el falsacionismo que pretenden, siendo este un concepto epistemológico que significa analizar una teoría para refutarla, pero Jambrina y Menchón no tienen en cuenta que el falsacionismo exige pruebas de contrastación que avalen las hipótesis de refutación presentadas, porque de lo contrario se confirma la teoría que pretende falsar, como sucede en nuestro caso.

Desde el punto de vista científico, la falsación, como acción de falsar, consiste en desmentir una hipótesis o una teoría mediante pruebas, exigiendo la falsabilidad o refutabilidad filosófica someter la teoría que se analiza a realidades que la contradigan. Hablamos de realidades no de hipótesis, para que la falsación tenga el poder de desmentir una teoría.

Cierto es que cuando una teoría puede ser falsada es obligado ponerla a prueba para ratificarla o desmentirla, pero siempre con ensayos de verificación, aceptando que si la refutación no se logra por falta de pruebas, es obligado aceptar la teoría que pretende refutarse, al no existir evidencia empírica de lo contrario.

Concluyendo: no ofrecen la verdad, ni desenmascaran la hipotética mentira en la que ellos creen, ni deshacen puzzle alguno, ni aplican con rigor la falsación como método de búsqueda de la verdad, porque les faltan elementos probatorios de la mentira que denuncian.

En el mismo capítulo al que venimos haciendo referencia, declaran sus autores “el derecho a discrepar de la versión oficial”, algo que todos los investigadores y lectores les agradeceríamos si tal discrepancia estuviera documentada y no basada en especulaciones mentales y pensamientos virtuales sin fundamento real ni contrastación probatoria que sustente sus infundadas hipótesis, fruto de una posible ofuscación mental, que estimamos sincera, pero históricamente equivocada.

Aluden los autores, para defender su posición, a las palabras reiteradas en varias ocasiones por Unamuno de anteponer la verdad a la paz, pero olvidan que la verdad histórica debe ajustarse a una realidad objetiva acreditada e innegable, que ellos ponen en solfa con suposiciones carentes de un sustento probatorio que las consolide, por lo que deben reflexionar sobre la frase de Unamuno para comprobar en qué medida les afecta.

Recordando el cuento de Jambrina “El último café”, incluido en el libro Muertos S.A. publicado en 2005 en Almería por El Gaviero Ediciones, nos encontramos ante una “taza de café vacía”, sin contenido líquido ni edulcorante que alivie el amargor que nos deja esta nueva agitación en la vida de Unamuno, sin fundamento de causa que la sostenga, ni argumento testifical que la justifique, ni pruebas que la avalen, ni razones que alerten sobre hechos diferentes a los ya conocidos.

En tiempos no lejanos, malvivían en un país muy cercano hunos ciudadanos con hotros en discordia incivil, con exterminadora violencia mutua y negando los segundos que el café fuera infusión elaborada con semilla tostada y molida del cafeto, pues para ellos representaba condena de muerte a los hunos cuando los bastones cruzados del generalato ordenaban dar “café, mucho café” al “traidor” que se mantenía fiel a la República, aplicándose los azulados ejecutores con eficacia a la tarea liquidadora, dando con ello vida al acrónimo Camarada Arriba Falange Española.

Pasadas más de ocho décadas desde la muerte de Unamuno, recibimos este libro “negacionista” de la muerte natural, súbita e imprevista de don Miguel, pero sin mostrar el rostro del enigmático personaje con sombrero, abrigo elegante y guantes de piel de cabritilla a quien vio Filomena espolvorear polvos blancos de composición desconocida en el café de don Miguel, causantes de su muerte por envenenamiento fingido, y sin determinar la fórmula química del veneno, limitándose los cuentistas a dar el nombre del confidente que aportó información sobre los hechos y descubriendo al militar con el parche en el ojo, que urdió el relato, dejándonos en la mesilla de noche un vaso con infusión de valeriana para tranquilizar los ánimos y un sobre conteniendo polvo blanco azucarado para endulzar los pesares provocados por las insinuaciones de los fabulistas.

Confunden también al lector, las palabras pronunciadas por Jambrina en la entrevista que Esther López Barceló le hizo para La Marea el 7 de mayo de 2021, donde expresa la dificultad de explicar por qué durante 85 años se había creído un relato tan endeble sin ser contestado, calificando el hecho de sorprendente, cuando nadie mejor que él podría explicarlo al declararse muy atraído por la muerte de Unamuno desde sus tiempos de becario recién licenciado -hace más de treinta años- en la Casa Museo Unamuno, de la que después fue asesor y más tarde director de la revista Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno de la USAL.

EL PROFESOR IGNACIO SERRANO SERRANO

Dada la importancia que los autores otorgan al testimonio escrito del catedrático Ignacio Serrano, como algo incuestionable, aunque la realidad no vaya de la mano con la verdad única que ellos atribuyen a las palabras de este profesor, conviene recordar que obtuvo la cátedra de Derecho Civil de la Universidad salmantina, el 18 de junio de 1935, con 27 años y estando Unamuno como rector, que le daría la toma de posesión correspondiente, tras superar la competencia de los otros dos aspirantes a la misma cátedra. Cinco años después se trasladó a Valladolid, donde posteriormente fue decano de su Facultad y más tarde rector, falleciendo en esa ciudad el 9 de junio de 2005, a los 97 años de edad.

Podríamos reseñar otros aspectos de su biografía, pero nos interesa resaltar su afinidad con los golpistas, pues se alistó como soldado voluntario en el ejército franquista, luchando activamente en la guerra civil desde el 18 de diciembre de 1936 hasta el 10 de marzo de 1938, permaneciendo cuatro meses en primera línea de combate.

Posteriormente, fue nombrado oficial primero honorífico del Cuerpo Jurídico Militar por Orden de 22 de febrero de 1938, comenzando a prestar servicios desde el 12 de marzo de 1938. Tras realizar diferentes servicios en la Auditoría de Guerra de la séptima región militar, fue nombrado vocal ponente de los consejos de guerra celebrados en Salamanca, como acredita su biógrafo Manuel Jesús Cachón, concordante con los datos aportados por la Asociación Salamanca Memoria y Justicia, siendo finalmente auditor delegado de guerra en esta misma ciudad y miembro de la comisión de examen de penas de la provincia de Salamanca.

Señalamos estas actividades supuestamente ignoradas por Jambrina y Menchón, porque contrastan con la actitud crítica y descalificador mantenida por ellos en relación al testimonio de Bartolomé Aragón, debido al compromiso que este falangista tuvo con la causa rebelde.

En todo caso nos vemos obligados -por entenderlo de compromiso intelectual-, a comentar la siguiente declaración de Jambrina:

 

Hasta hace un año no se dieron a conocer las palabras de Ignacio Serrano. Aparece el documento reproducido en un libro. Una edición de El resentimiento trágico de la vida, de Unamuno, pero no aparecen transcritas las palabras, ni contextualizadas, ni comentadas, que es lo que hemos hecho en este libro. Esta es la única aportación que ofrece el libro, pero creo que es clave16.

 

Los autores reproducen el manuscrito del profesor Serrano, atribuyendo la aportación a una cortesía de los herederos de Ignacio Serrano, pero sospechamos que ha sucedido lo mismo que con la reproducción que incluyen del Acta de defunción agradeciendo la cortesía de ceder el documento a los herederos de Unamuno, cuando la realidad es distinta, porque el original pertenece al autor de estos comentarios. Decimos esto, porque la reproducción que hacen del documento en tres partes se corresponde exactamente con lo expuesto por el matrimonio Rabaté en su libro, pero realmente se trata de un documento escrito en dos partes solamente, anverso y reverso de la misma cuartilla, extrañando la coincidencia en la forma de reproducirlo.

Ante tal presunción, queremos significar que quienes primero difundieron el documento y merecen agradecimiento y reconocimiento por ello, fueron Colette y Jean Claude Rabaté, omitiendo Jambrina y Menchón sus nombres en la declaración y reseña17.

Digamos también que en nuestro libro “Miguel de Unamuno. Mitos y leyendas”, enviado a imprenta en 2019 y retenido por la pandemia, manifestamos la reticencia de que el texto no ha pasado el filtro del peritaje caligráfico acreditativo de la identidad de la persona que escribió tales palabras, porque las muchas faltas de ortografía, los errores tipográficos que contiene, la escasa calidad literaria del texto y el recorte de papel en el que está escrito, nos sorprendieron por tratarse de notas redactadas por un catedrático de Derecho Civil y licenciado en Filosofía y Letras. Hoy estamos en condiciones de afirmar que Serrano es el autor de las notas, tras contrastar la caligrafía del escrito que nos ocupa con dieciséis documentos manuscritos por el profesor durante aquellos años, que obran en nuestro poder.

Señalaremos también una circunstancia que nos obliga a pensar que tal vez el matrimonio Rabaté no tuvo en sus manos el documento original escrito por Serrano, puesto que en la página 203 del libro citado por Jambrina aseguran que los comentarios del profesor están escritos en tres cuartillas, cuando en realidad figuran en una sola, escrita por las dos caras.

En todo caso, lo que el profesor relata en dicho manuscrito es una versión más que añadir a las de otros testigos de los hechos, aunque se quiera dar credibilidad, certeza y validez única a este testimonio asegurando que fue escrito el mismo día de los hechos, como también afirma Sandoval que hizo con su versión.

Obsérvese en el escrito, que el testigo califica a Unamuno de antipatriota, considerando inadmisible la alusión a Rizal. Por otro lado, el profesor Serrano es el único que afirma algo que los demás testigos niegan: que don Miguel llevaba las notas de su intervención escritas para no salirse del guion, es decir, que Unamuno pensaba hablar en el acto, según este testigo, negando la posición defendida por Salcedo a través del testimonio de Madruga, seguida por otros investigadores, de que Unamuno no tenía intención de hablar en el acto.

ERRORES DETECTADOS

Dicho todo lo anterior, ponemos también de manifiesto algunos errores de importancia variable detectados en relación con la muerte de Unamuno, que es el objeto de nuestro interés, no favorecedores de la credibilidad del texto por las dudas que generan en el resto datos aportados en sus páginas, pero no verificados, encontrándonos desaciertos de diferente calado, todos ellos más importantes que los descubiertos en las transcripciones consultadas, merecedores de mayor indulgencia que los descritos a continuación.

 

  1. A Unamuno el alzamiento militar lo pilla en un momento de gran desencanto con respecto a la República. […] Pronto comienza a ser muy crítico con ella. (p. 13).

Réplica: Unamuno nunca estuvo desencantado con la República, ni fue crítico con ella, ni la denunció públicamente, ni se mantuvo en contra de tal organización del Estado, por mucho que se repita la cantinela en foros, entrevistas, discursos, libros y artículos. Su dura y duradera discrepancia crítica y censura constante fue con las decisiones tomadas por los Gobiernos del Bienio Reformista, presididos por Manuel Azaña y con el propio jefe del gabinete ministerial.

  1. Fue un acto “brutalmente banal” llega a sostener Severiano Delgado, en su libro “Arqueología de un mito”, publicado en 2019. (p. 17).

R: La frase atribuida a Severiano Delgado diciendo que lo sucedido en el Paraninfo fue “un acto brutalmente banal” no fue escrita por el investigador en su libro “Arqueología de un mito”, como puede comprobarse acudiendo al mismo18.

  1. De pronto don Miguel inclinó […] recobrado el conocimiento. (p. 36).

R: Este párrafo completo atribuido a Antonio de Obregón que se dice estar incluido en su artículo “Anecdotario de los últimos días de don Miguel de Unamuno”, no pertenece a él, sino al artículo del mismo autor titulado: “Un episodio histórico. Como murió Unamuno”.

  1. Los falangistas Miguel Fleta y Víctor de la Serna miran a cámara.

R: Lamentamos no poder dar la página donde se encuentra la fotografía citada o su número de referencia, pero no es posible hacerlo por carecer de paginación y/o número en el libro. Pero en la foto del traslado a hombros del féretro de don Miguel, no es Víctor de la Serna quien mira a la cámara, sino Antonio de Obregón.

  1. Fuente La Provincia FE. Huelva, 25 de octubre de 1936.

R: Al igual que en el punto anterior y por las mismas razones, no podemos referirnos a esta fotografía debidamente, por falta de referencias; pero la foto aludida correspondiente al monumento conmemorativo de la fundación de la Falange, no se publicó en La Provincia de FE el 25 de octubre de 1936, como dicen los autores, sino el 5 de noviembre de ese año.

  1. Inauguración de la estatua de Unamuno.

R: Sucede igual que en los dos puntos precedentes, pero es obvio que la anunciada foto como inauguración de la estatua de Unamuno realizada por Pablo Serrano no se corresponde con el acto de inauguración de la escultura, de la que se conservan fotos ilustrativas de la misma que podrían haberse incluido.

  1. Unamuno fue expulsado del Casino de Salamanca y privado de la presidencia de honor. (p. 63).

R: Unamuno no fue expulsado del Casino de Salamanca, ni privado de la presidencia de honor, que nunca tuvo, como puede verse en las actas correspondientes del Casino19.

  1. Cuatro de los hijos estudiaron Medicina: Pablo, José Rafael y Ramón. (p. 115).

R: Pablo fue dentista, Rafael oftalmólogo y José nunca ejerció la carrera. En cuanto a Ramón no puede decirse que estudiara medicina, porque simplemente inició la carrera, que abandonó inmediatamente.

  1. Hay una carta fechada ocho días antes de su desaparición […] que le envía precisamente al rector Esteban Madruga a través de su hija Felisa. (p. 25).

R: Unamuno no envía la carta al rector Madruga ocho días antes de morir como aseguran los autores, sino el 23 de noviembre20.

  1. Unamuno ya había ocupado el puesto de rector entre 1901 y 1914. (p. 32).

R: No fue Unamuno rector entre 1901 y 1914, puesto que se hizo cargo del rectorado el 27 de octubre de 1900 cuando publicó la Gaceta de Madrid su nombramiento21.

  1. “La muerte de Unamuno fue natural, imprevista y repentina”, noviembre de 2020, todoslosnombres.org. (p. 150).

R:  La referencia al artículo del que somos autores no se corresponde con la verdad, ni los lectores podrán encontrar en ella el artículo aludido, sino en la referencia ya señalada anteriormente22.

  1. Acta de defunción, por cortesía de los herederos de Miguel de Unamuno.

R: Sucede como en los puntos 4, 5 y 6 de este apartado, que no es posible referir página ni número del documento porque carece de ambos datos. Pero el original del Acta de Defunción que se reproduce está en poder del autor de este artículo y no de los herederos de Unamuno como referencian Jambrina y Menchón, sin negar la posibilidad que algún familiar de don Miguel disponga de un documento similar, pero nunca el de la copia que se reproduce en el libro, mencionando erróneamente la fuente de procedencia.

  1. No siempre los términos empleados para definir una determinada acción son correctos ni adecuados a lo que pretenden describir, como decir que Unamuno fue sepultado (p. 125) o enterrado (p. 131), es decir, puesto bajo tierra, cuando su cadáver fue depositado en un nicho, entendiendo por tal el hueco practicado en el espesor de un muro con dicho fin.
  2. Ilustran los autores la contraportada del libro con la frase del periodista Carles Francino entrecomillada: “la mejor vacuna contra la mentira: los datos”23. Pero esa no fue exactamente la frase pronunciada por Francino, algo obligado de hacer cuando se entrecomillan las palabras pronunciadas por una persona, porque la expresión reproducida debe ajustarse literalmente a lo dicho, sin recortes, cambios ni añadidos.

CONTRADICCIONES

Ya hemos advertido en páginas anteriores que una de las cualidades que da consistencia interna a un ensayo histórico es la ausencia de contradicciones internas en el estudio que expone, pudiendo comprobarse que el libro aquí reseñado no se ajusta a este principio básico que debe cumplir un género literario de su condición pues sus discordancias internas son evidentes, como demuestra este ramillete de ellas que incluimos a continuación, a modo de ejemplo, sin hacer un repaso completo al libro:

 

  1. Declaran los autores en el primer renglón que “no es un libro de historia”, pero que es el resultado de años de “indagación histórica y biográfica”, de recoger testimonios, buscar documentos y hacer “exhaustiva investigación previa”, lo cual presenta visos de ser contradictorio con la afirmación inicial, porque el libro habla de ciudadanos reales, describe hechos sucedidos, expone documentos escritos, incluye fotos ciertas, analiza sucesos concretos, aporta fechas precisas y pone en escena personajes históricos que ilustran con su presencia y testimonio lo expuesto en sus páginas.
  2. Aseguran que “tampoco es un ensayo” y al mismo tiempo afirman que se trata “evidentemente de un ensayo histórico”, poniendo comprometido apellido a la calificación de ensayo que previamente niegan, con indagación biográfica, búsqueda documental, investigación histórica y aportaciones testimoniales incluidas.
  3. Dicen que no es un “trabajo académico”, pero aseguran que han trabajado durante varios años investigando para encontrar información completa y previa antes de ponerse a escribirlo, a partir de múltiples testimonios y documentos poco conocidos o utilizados. Juegos de palabras y contradicciones de los autores, que concluyen por decirnos finalmente que el libro es una mezcla de nivola unamuniana e inseyo indefinido, con ánimo de alertar a los académicos de la Lengua para que esa nueva voz se incorpore al diccionario.
  4. Continúan los autores reiterando la necesidad de haber realizado una autopsia al cadáver de Unamuno para validar el diagnóstico de la defunción, insistiendo en reforzar la obligatoriedad de la misma basándose en el informe del forense Etxeberria, pero faltando a la objetividad de juicio porque el especialista en medicina legal afirma en cuanto al indicio de criminalidad, que obligaría a la autopsia si “se trata de una muerte repentina, súbita, no prevista, que sorprende a quienes rodean a Miguel de Unamuno en aquella fecha. En tal sentido, son muchos los casos que acaban siendo judicializados, y por consiguiente con la necesidad de practicar una autopsia forense. Pero no siempre, y eso depende mucho del médico que asiste al paciente fallecido y de su capacidad para establecer la causa de la muerte y la consiguiente certificación de defunción”. Teniendo en cuenta que Núñez era amigo de Unamuno, su médico de cabecera y conocedor de los padecimientos de don Miguel, queda todo dicho. Para el caso de que la muerte causada por dicha hemorragia fuera provocada, afirma el experto: “En este supuesto se podría pensar en un traumatismo, o bien en una dislocación de cuello o una fractura de vértebras cervicales altas. Un estiramiento forzado o una hiperextensión del cuello… Si existe sospecha de lo anterior, la autopsia judicial hubiera sido preceptiva”. En el caso de Unamuno, es obvio que tal sospecha no existió. Afirma, finalmente, el forense: “Descalificar esta hipótesis [muerte natural] con otra contraria puede resultar complicado”. Por otro lado, el forense no habla de “obligación legal”, sino de “actitud lógica” prevenir al juzgado de guardia sobre la muerte. Pero hay algo más contundente que todo lo anterior: si estando el cadáver de Unamuno de cuerpo presente, el juez de guardia y Joaquín Segovia de la Mata, juez que firmó el acta de defunción confirmando el diagnóstico de la muerte hecho por el doctor Núñez, no demandaron autopsia alguna que ratificara el dictamen médico, es porque no consideraron necesario hacerla. No obstante, en el precitado artículo varias veces mencionado, puede verse un estudio más pormenorizado justificando lo innecesario de la autopsia al cadáver de Unamuno, tras consultar a dos médicos forenses de juzgado.
  5. Después de poner gratuitamente en duda con suposiciones el diagnóstico del doctor Núñez aportando razones que se volatilizan ellas solas por falta de cuerpo argumental que las sustente, concluyen los autores diciendo que no ponen en duda “la opinión ni el buen juicio del doctor Núñez”, obviando que es el autor de la versión oficial de su muerte, que pretenden desmentir, desacreditar y rechazar.
  6. Cierran la cuestión suponiendo que por complacer a los sublevados y para evitar represalias, Núñez dictaminó astutamente la hemorragia bulbar como causa muy improbable de su muerte, para dejar una intrigante clave de investigación posterior sobre el fallecimiento de Unamuno, porque “lo esperable habría sido que se inclinara por un infarto”, confirmando al mismo tiempo la honestidad y valentía del doctor. Es decir, nos encontramos con un hombre honesto, que miente en el certificado; y un valiente, atemorizado por las represalias, que no se atreve a pedir autopsia ni investigación para “no arrojar sospechas sobre el último testigo”, el falangista Aragón. Mencionando incluso, en colmo de fantasía novelesca, un posible “pacto de silencio” del médico con “las hijas” de don Miguel, – no con los hijos-, que las dos mantuvieron hasta su muerte, puesto que “la vida les iba en ello”.
  7. Afirman también que la práctica totalidad de biógrafos y estudiosos de Unamuno se atienen a la versión oficial y casi nadie ha cuestionado el relato durante 85 años, incluyendo familiares, amigos, investigadores, contemporáneos y biógrafos, españoles y extranjeros, atreviéndose a decir que casi nadie se ha molestado en verificar e investigar lo ocurrido, olvidando los trabajos realizados por autores como Carlos Rojas, Elías Díaz, Antonio Heredia Soriano, Severiano Delgado y el autor de este artículo, por citar solo algunos de ellos. También podemos añadir los sucesivos testimonios de Antonio de Obregón, advirtiendo que fue un fanático inventor de fantasiosas relaciones de Unamuno con los fajistas, llegando a referir la siguiente conversación de Unamuno con su nieto: “Días antes de morir, y jugando en su casa con su nieto, preguntó a este: -¿Tú qué eres?, -Fascista, contesto el niño. -Muy bien, así se dice, fascista como tu abuelo”24. Nunca la falsedad y la manipulación llegaron a tanto.
  8. Ponen los autores como excepción entre los investigadores a Margaret Thomas Rudd dándole un protagonismo singular y afirmando ser la persona que “más se ha interesado por aclarar las circunstancias que rodearon la muerte del escritor”, sin tener en cuenta que la biógrafa expone en su libro una versión coincidente en sus aspectos fundamentales con la versión mantenida por el resto de investigadores, recogiendo incluso parte del prólogo escrito por Loscertales y el diálogo “oficial” que mantuvieron Unamuno y Aragón25. Quienes se acerquen al libro de Rudd comprobarán igualmente que el texto de la autora contiene desaciertos, imprecisiones, excesos narrativos y omisiones, sin que esto signifique restar mérito ni elogios a un trabajo de investigación importante y reconocido por nosotros desde que lo leímos, como sucede con la biografía de Salcedo, a pesar de comprobar los desaciertos y omisiones que contiene el libro.
  9. Sorprende, por contradictoria, la lógica censura que hacen los autores al biógrafo Salcedo por omitir el nombre de Rizal en la reproducción facsimilar que ofrece de las notas manuscritas por Unamuno en su biografía, extendiendo razonablemente la crítica a Trapiello por hacer lo mismo en el suyo, sin darse cuenta que ellos hacen lo propio, omitiendo varios nombres y frases escritas por Unamuno en dicho manuscrito cuando lo presentan de forma no facsimilar en la página 59.
  10. Los autores afirman, por un lado, que carecen “de pruebas concluyentes que certifiquen que la muerte de Unamuno no fue natural”, y por otro abundan en suposiciones sin fundamento documental para “desmontar y desenmascarar” lo que llaman versión oficial.
  11. Declaran que su contrarrelato contiene “una importante elipsis narrativa, un ostensible vacío y una patente omisión”, pero mantienen su empeño en demostrar lo que no demuestran, a base de suposiciones solo existentes en su imaginación.
  12. Reiteran que pretenden “aclarar las circunstancias que rodearon la muerte de Unamuno”, pero sus argumentos nada aclaran, sino todo lo contrario, enturbian el pensamiento de personas no especializadas, difusores ignorantes y tertulianos atrevidos.
CONCLUSIONES

 

  1. Es obligado distinguir tres aspectos: el relato que Bartolomé Aragón hizo de los últimos momentos de la vida de Unamuno; la causa clínica que provocó su muerte; y las reprobables maniobras que los falangistas hicieron después de la muerte para usurpar su memoria y legado, alistándolo en las filas falangistas, como acto moralmente execrable, ideológicamente fraudulento, políticamente abusivo y publicitariamente adulterado.
  2. La fragilidad argumental de las sospechas de los autores, la débil fortaleza de sus intrigantes suposiciones, la inconsistencia científica de las hipótesis expuestas y la teoría conspiratoria defendida por Jambrina y Menchón para cuestionar la tradicional versión de la muerte de Unamuno, obligan a no tener en cuenta sus presunciones, frente a la solidez documental y crédito testimonial de quienes vivieron de cerca la muerte del personaje, consolidando la tradicional versión como realidad acreditativa de la muerte acontecida.
  3. Las especulaciones, hipótesis y suposiciones de los autores para “desmontar y desenmascarar” la versión oficial de la muerte de Unamuno, carecen de validez mientras no aporten pruebas documentales y acreditados testimonios que constaten sus teorías sobre las circunstancias anómalas que rodearon el fallecimiento de don Miguel.
  4. Todos los familiares, testigos de los hechos, biógrafos, cronistas, investigadores y colegas de don Miguel han dado por cierta, consistente, válida y contrastada, la causa de la muerte mantenida tradicionalmente, aceptando como verídico el motivo de su fallecimiento acreditado en el certificado de defunción firmado por el doctor Adolfo Núñez y rubricado por el juez en el Acta de Defunción, asegurando que murió por causa de arterioesclerosis e hipertensión arterial. Obsérvese que a la primera causa de muerte le falta el apellido, dado que el mismo médico había acreditado dos años antes la muerte de su esposa Concha por “arterioesclerosis cerebral”. Teniendo en cuenta la hemorragia bulbar decretada por el médico, parece evidente que su arterioesclerosis era cerebral y conocida por el médico, que unida a la hipertensión provocaron el accidente cerebro vascular agudo que acabó con su vida.
  5. Pero incluso aceptando como hipótesis un posible error del doctor Núñez al diagnosticar la razón de su muerte, pudiendo haber sido por infarto de miocardio, por ejemplo, debido a una arterioesclerosis coronaria; no cabe pensar en polvos mortales sobre el café que les llevaría Aurelia, ni en muerte violenta provocada por Aragón, como declaró Jambrina en el programa “En casa de Herrero” de Radio.es, con Luis Herrero, el 31 de mayo de 2021, afirmando gravemente y sin prueba alguna la posibilidad de que hubiera sido asesinado y que su muerte tuviera indicios de criminalidad. Gratuitas, peligrosas, inciertas y espinosas afirmaciones desde el punto de vista intelectual, historiográfico y testimonial, que sorprenden en boca de un profesor universitario que dirige la más prestigiosa revista de estudios unamunianos, realizadas con más atrevimiento publicitario que rigor historiográfico y disciplina intelectual.
  6. En cuanto a lo sucedido en el encuentro personal y solitario que mantuvieron Unamuno y Aragón, nunca sabremos con certeza absoluta lo acontecido en la sobremesa del 31 de diciembre de 1936 en la galería de la casona de Bordadores cuando Aurelia los dejó solos en aquel espacio. Únicamente conocemos la versión de lo ocurrido expuesta por uno de los interlocutores, sin poder afirmar categóricamente la verdad de lo que hablaron y cuáles fueron las circunstancias que precedieron a la muerte de Unamuno, porque nos falta el testimonio contrastado del otro protagonista de los hechos, sin que esto autorice a negar la causa de su muerte certificada por su médico, el doctor Núñez, ni lleve a una negación rotunda de la narración de Aragón, por falta de contrastación con la versión del otro interlocutor.
  7. Ignorar lo que hablaron Unamuno y Aragón con certidumbre incuestionable y desconocer la realidad objetiva de las circunstancias concretas que precedieron al fallecimiento de don Miguel, no impide asegurar que su muerte fue natural, súbita y repentina, acreditada por el médico que la diagnosticó, el juez que firmó el Acta de defunción, el párroco que autorizó dar sepultura al cuerpo aceptando el diagnóstico de su muerte, las declaraciones de sus hijos Fernando y Felisa, las palabras de testigos, los testimonios de colegas y tantos trabajos de investigación realizados durante los 85 años posteriores a su muerte, siendo imposible que tantas personas acreditadas, cercanas y solventes sean cómplices de un intrigante contubernio, una farsa maquinada y un complot conspiranoico para ocultar la realidad de una muerte que pretenden desmontar y desenmascarar los autores sin fundamento científico alguno, ni verdad historiográfica, ni documentación probatoria de sus conjeturas.
  8. El doble fallecimiento de don Miguel que no desarrollan los autores, perdiendo una excepcional ocasión de hacerlo, tuvo su origen en el desmoronamiento moral, quiebra anímica, quebranto familiar, aislamiento vital, postergación social, desprecio de hunos y hotros, condena al silencio y abandono de amigos. Circunstancias que formaron un maléfico cóctel con las enfermedades crónicas que padecía, desencadenando el fatal desenlace en un momento de excitación ante Bartolomé Aragón, cuya agitación interior provocó la rotura de vasos que derramaron la sangre por su cerebro, siendo tal abandono, el desprecio y el dolor de España en el corazón lo que justifica “la doble muerte” de Unamuno.
  9. Nos reafirmamos en todo lo expuesto por nosotros en el artículo “Unamuno murió de muerte natural, imprevista y repentina”, manteniendo que Unamuno fue una víctima más de la guerra civil, aunque no muriera en el campo de batalla, ni fusilado, debido a su ruina interior unida a la arterioesclerosis y la hipertensión que padecía, causas desencadenantes de la hemorragia bulbar que sufrió en momentos de alteración física y mental ante un falangista, en la fría sobremesa del 31 de diciembre de 1936, consumando así su deseo de morir sin agonía y cumpliéndose la premonición que tuvo ese mismo día de 1906, mientras trabajaba en su estudio antes de celebrar la nochevieja con su familia.
  10. Lamentamos que se siga especulando, nebulizando y dudando sobre la muerte de Unamuno sin aportar testimonios documentales evidentes que desmonten la versión comúnmente aceptada, ni se ofrezcan pruebas que avalen una nueva verdad de los hechos.
  11. Dejemos, finalmente, que sean los propios autores quienes nos den la conclusión definitiva del libro y desacrediten sus propias elucubraciones, afirmando en la página 127:

 

Carecemos de pruebas concluyentes que certifiquen que la muerte de Unamuno no fue natural. Tan solo tenemos diversos “indicios circunstanciales” que podrían apuntar en esa dirección. Y, aunque es cierto que son numerosos, resultan insuficientes para convertirlos en evidencias y pruebas irrefutables. […] En nuestro contrarrelato hay, pues, una importante elipsis narrativa, un ostensible vació, una patente omisión.

 

Siendo esto así, ¿a qué viene el intento reiterado por los autores de poner en duda la muerte natural de Unamuno a partir de conjeturas sin sustento probatorio alguno? ¿Qué ánimo lleva a los autores a poner en entredicho un acta de defunción, la aceptación del certificado de defunción por un juez que no reclama autopsia y la corroboración del párroco? ¿Qué mueve a los autores a dudar de lo confirmado por hijos que vivieron la muerte de su padre, como fueron Fernando y Felisa? ¿Por qué menosprecian las declaraciones de amigos y colegas del claustro, así como los estudios de otros investigadores? ¿Qué interés justifica poner velos y crear confusión donde la transparencia es patente y la claridad ostensible, mientras no aparezcan documentos probatorios de lo contrario? Y, finalmente, preguntamos: ¿Merece credibilidad un texto con tantos errores, ambigüedades y contradicciones en su seno?

En todo caso, la explicación a tanto desatino puede tener su origen en la condición de los autores al declarar abiertamente que no son historiadores26, pero no solo porque carezcan de la licenciatura en Historia, que no sería un impedimento para serlo como le sucedió a Santos Juliá, sino porque la “indagación histórica […] y exhaustiva investigación”27 que aseguran hacer no se corresponde con los parámetros exigidos por la historiografía.

Ya que el libro no es un punto de llegada, sino de partida hacia futuras investigaciones, según palabras de los autores, no esperamos que Menchón y Jambrina lleguen a resultados positivos con sus indagaciones para demostrar fehacientemente la mentira de la “verdad oficial”, por dos razones: la primera, porque tenemos serias dudas de que cualquier trabajo en esa dirección obtenga los frutos historiográficos deseados; y segunda, porque ninguno de los dos autores ocupará posiciones de partida hacia futuras investigaciones, según declararon ambos en el Instituto Cervantes durante la presentación del libro, a pregunta concreta de la moderadora: “¿Vais a seguir con la investigación?”. Menchón respondió: “Yo me retiro de Unamuno”; y Jambrina: “Siento tentación de escribir”. Pero inquietante fue la afirmación de la moderadora asegurando: “La gente tiene que comprar el libro”, cuando parecería más correcto invitar a la gente a leerlo, más que a comprarlo.

Si en estas páginas algún lector detecta errores, imprecisiones o intenciones alejadas de ofrecer la verdad, le quedaría muy agradecido que me las hiciera llegar al correo salecuster@gmail.com, en la seguridad de que serán atendidos sus reparos y tenidas en cuenta sus observaciones, porque el interés común que a todos debe unirnos es ser veraces con la vida, obra y pensamiento de quien siempre puso la verdad por encima de la paz, la amistad y lo políticamente correcto, como demostró Miguel de Unamuno a lo largo de su vida, siendo intolerante con mentira, disculpando los errores y exponiendo libremente su verdad.

Queremos resaltar, finalmente, que nada hay personal contra los autores del libro, aportándoles en todo momento cuanta información han solicitado, guardándoles siempre el afecto y respeto que merecen como personas, pero sin compartir sus opiniones, ideas, suposiciones, hipótesis y teorías sobre la muerte de Unamuno, sintiéndonos obligados por compromiso intelectual con la verdad a discrepar, saliendo al paso con argumentos contrarios a unas ideas y conjeturas que entendemos alejadas de la realidad.

EPÍLOGO

AFIRMACIONES DESACERTADAS DE LOS AUTORES EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CON MOTIVO DE PRESENTACIONES DEL LIBRO

 

Todas las reseñas consultadas sobre el libro, escritas por diferentes periodistas en medios de comunicación, tienen la característica común de ser acríticas y laudatorias, obligándonos tal situación a reconducir las afirmaciones inciertas a la verdad, a modo de contrapunto a tanto panegírico como se ha vertido sobre la obra, tras el esfuerzo publicitario realizado por los autores, aunque carezcamos de la comunicación directa que uno de ellos tiene con Unamuno para escribirle una carta blanca en periódico de tirada nacional anunciándole la publicación del libro.

Expresó el cineasta Manuel Menchón a Esther López Barceló en la entrevista realizada el 7 de mayo de 2021 para La Marea, como moraleja del libro que “en estos tiempos de tanta manipulación y falsificación, lo importante es desmontar las mentiras”. Pues bien, seguimos su consejo exponiendo a continuación los desaciertos cometidos por los autores en crónicas, informes, comentarios y entrevistas, tras analizar las recensiones expuestas a continuación por orden cronológico, poniendo solo atención en las declaraciones hechas por los autores, evitando crónicas periodísticas y reseñas que pudieran caer en inexactas interpretaciones de sus palabras, por lo que nos limitaremos solamente a comentar las opiniones y entrevistas señaladas con asterisco en la siguiente relación, con especial interés a las realizadas ante micrófonos de radio y cámaras de televisión: 

 

– César Combarros en La Razón C y L, el 11 de abril de 2021.

– Berta Tena en El Confidencial, el 12 de abril de 2021.

– Agencia EFE, 14 de abril de 2021.

Europa Press, 14 de abril de 2021.

– 20 Minutos del 14 de abril de 2021.

– Loreto Sánchez Seoane en El Independiente, el 14 de abril de 2021.

– Blas Salmerón en Todo Literatura, el 19 de abril de 2021.

* Entrevista de Ana Jiménez Guerra a Menchón, publicada en Noticias de  Navarra, el 19 de abril de 2021.

– Teresa Abajo en El Correo, el 20 de abril de 2021.

* Entrevista de Lourdes Lucía a Jambrina, publicada en Público, 22 de abril de 2021

– Daniel Terol en Alicante Plaza, el 24 de abril de 2021.

– Miguel Herrero en Zenda, el 27 de abril de 2021.

– Elena Hevia, en El Periódico, el 5 de mayo de 2021.

* Entrevista de Esther López Barceló, en La Marea, 7 de mayo de 2021.

– Mar Abad en El Diario.es, el 8 de mayo de 2021.

– Anna María Iglesia en The Objetive, el 11 de mayo de 2021. 

 * Presentación del libro en la Universidad de Salamanca, el 14.4.2021.

* Declaraciones efectuadas a preguntas de Íñigo Alonso en los micrófonos de Las mañanas de Radio Nacional, el 19 de abril de 2021.

* Declaraciones efectuadas a preguntas de José Manuel Sebastián en el programa Conversaciones visigóticas, en los micrófonos de Radio-3, el 24 de abril de 2021.

* Programa televisivo “La aventura del saber” de TVE-2., Jambrina y Menchón son entrevistados por Salvador Gómez Valdés, el 28 de abril de 2021.

* Programa televisivo “En la Frontera”, Menchón es entrevistado por Juan Carlos Monedero, el 29 de abril de 2021.

* Declaraciones efectuadas por los autores ente los micrófonos del programa “Efecto Doppler” de Radio-3, el 6 de mayo de 2021.

* Declaraciones realizadas en la mesa redonda que tuvo lugar en la tercera sesión del XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021.

* Declaraciones realizadas en el programa “En casa de Herrero” de Radio.es, con Luis Herrero, el 31 de mayo de 2021.

* Declaraciones de Jambrina en el programa “Hoy por Hoy” de la SER, el 11 de junio de 2021, en el Paraninfo de USAL con Angels Barceló.

* Declaraciones de Jambrina y Menchón el jueves 17 de junio de 2021 en el Instituto Cervantes, durante la presentación del libro, moderada por la periodista Ana Pardo.

 

 Entrevista de Ana Jiménez Guerra a Menchón, publicada en Noticias de Navarra, el 19 de abril de 2021.

 Menchón: La muerte de Unamuno es un relato falso, construido por Prensa y Propaganda.

Réplica:  En el relato al que se refiere Menchón no intervino la Oficina de Prensa y Propaganda, porque fue expuesto por Bartolomé Aragón a Loscertales durante la tarde-noche del día 31, y escrito después en el hotel Novelty para la prensa local, aunque no sepamos cómo llegó a las redacciones de ambos periódicos locales. La única posibilidad de que interviniera en el relato la Oficina dirigida por Millán Astray, es que Aragón entregara la descripción escrita en dicha oficina conteniendo otra narración desconocida que hubiera sido manipulada en Prensa y Propaganda y enviada luego a las redacciones de El Adelanto y La Gaceta Regional, pero no existen pruebas en este sentido, sino en dirección contraria puesto que los pequeños relatos publicados en prensa coinciden con lo narrado por Loscertales en el prólogo informado directamente por Aragón, confirmando que lo sucedido le fue relatado personalmente por el propio Aragón, como asegura en su prólogo: “¿Qué Unamuno seguirá muriendo en el mañana? ¿qué Unamuno recreará el futuro? Hoy solo contaré, para el mañana, sus últimos pasos dentro de la vida tal como los he oído referir, emocionada y limpiamente, a este claro nacionalsindicalista meridional que es Bartolomé Aragón”28.

 

Menchón: Aragón cambió su versión y testimonio varias veces.

R: Es una afirmación recurrente en muchas declaraciones de Menchón, manifestando falta de coincidencia en las versiones ofrecidas por Aragón sobre la muerte de Unamuno, mencionando que hay 5 versiones diferentes. Pues bien, nosotros vamos a añadir cuatro más, hasta completar nueve versiones de Bartolomé Aragón sobre los hechos, que cronológicamente son:

 

  1. Gaceta Regional de Salamanca el 1 de enero de 1937, con evidente información de Bartolomé Aragón, aunque el periódico no explique su procedencia.
  2. Ramos Loscertales expone el relato con el título Cuando Miguel de Unamuno murió, como prólogo al libro de Bartolomé Aragón “Síntesis de economía corporativa”, publicado en Salamanca por Librería “La Facultad” de Germán García, en 1937.
  3. Antonio de Obregón lo cuenta con el título “Anecdotario de los últimos días de don Miguel de Unamuno”, publicado el 2 de enero de 1938, en Domingo, un semanario madrileño editado entonces en San Sebastián.
  4. Margaret Rudd en su libro “The lone heretic” de 1963, describe la versión de Bartolomé Aragón tras entrevistarse el 9 de junio con él en Madrid.
  5. Antonio Obregón lo comenta de nuevo en el artículo “Cómo murió Unamuno”, publicado en ABC, el 1 de enero de 1963.
  6. Pérez Mateos habla sobre los hechos en el artículo “Yo vi morir a Unamuno. Bartolomé Aragón, testigo único”, publicado en el ABC Literario el 27 de diciembre de 1986.
  7. Antonio Obregón insiste sobre ello en el aniversario de su muerte, a través del periódico en El Alcázar, el 31 de diciembre de 1986.
  8. Elías Díaz lo hace tras entrevistarse con Aragón en abril de 1986.
  9. Antonio Heredia Serrano hace un desarrollo pormenorizado en su artículo “Bartolomé Aragón. Último interlocutor de Unamuno”, publicado en la revista Naturaleza y gracia, n. 2-3, 2000, pp. 837-867.
  10. A estas versiones “canónicas” cabe añadir las continuadoras de ellas, descritas en sus libros por Emilio Salcedo, González Egido, Jon Juaristi, Colette, Jean Claude Rabaté y una lista interminable de autores de libros y artículos, que hace imposible su nominación en estas páginas.

 

Analizadas todas ellas, estamos en condiciones de afirma que coinciden es sus aspectos fundamentales, salvando pequeños matices, cambios insustanciales o modificaciones nada significativos, que pueden deberse a los transcriptores de sus palabras o aportaciones complementarias sin mérito para descalificar la esencial coincidencia de todas ellas.

 

Menchón: No hay ninguna prueba de la versión oficial, más allá de los documentos generados por la propia Prensa y Propaganda.

R: En su respuesta hay dos afirmaciones gratuitas: por un lado, sería más correcto decir que nos falta la versión de Unamuno sobre lo sucedido. En cuanto a la segunda afirmación, ignoramos cuáles son los documentos generados por Prensa y Propaganda en el sentido que nos ocupa, salvo la propaganda falangista, que no puede considerarse como tal documento.

 

  • Entrevista de Esther López Barceló con los autores, publicada en La Marea el 7 de mayo de 2021.

 

Jambrina: [Margaret Rudd], cuestionó la verdad oficial […] siendo la primera biografía de Unamuno.

R: En la obra de Margaret T. Rudd, “The lone heretic”, de 1963, no se cuestiona la versión “oficial”; es más, se reproduce la versión que Aragón dio a Loscertales y a la investigadora en Madrid. En cuanto a su segunda afirmación, hubo escritores que publicaron biografías de don Miguel antes que ella, incluso viviendo Unamuno, como fue el caso de César González Ruano en 1930, a los tres meses de regresar del exilio. En la edición publicada en 1954 añade Ruano una posdata describiendo con brevedad la muerte de Unamuno. También Arturo Barea publicó en 1952 con la Editorial Sur de Buenos Aires su libro “Unamuno”, describiendo la biografía de don Miguel, traducida al español en Londres en 1959 por su esposa Ilsa. O la biografía publicada en 1959 por Bernardo Villarrazo con el título “Miguel de Unamuno. Glosa de una vida”, con prólogo de José María de Cossío, ganadora del premio de biografía Aedos el año anterior, y publicada en Barcelona por Editorial Aedos. Basten estas biografías para demostrar que la primera biografía de Unamuno no fue la de Margaret T. Rudd, como asegura Jambrina.

 

  • Declaraciones efectuadas a preguntas de Íñigo Alonso en los micrófonos de “Las mañanas de Radio Nacional”, el 19 de abril de 2021.

 

Menchón: El cuerpo de Unamuno es sacado a la fuerza por cuatro miembros de Prensa y Propaganda.

R: Ni el cuerpo fue sacado a la fuerza como demuestra el testimonio gráfico de una foto expresiva que niega tal afirmación, tras pedir autorización a la familia como asegura Margaret T Rudd; ni los cuatro portadores del féretro de Unamuno que lo llevan a hombros hasta el Campo de San Francisco eran miembros de Prensa y Propaganda, porque el cantante Miguel Fleta no pertenecía a dicha Oficina.

 

  • Declaraciones efectuadas a preguntas de José Manuel Sebastián en el programa “Conversaciones visigóticas”, en los micrófonos de Radio-3, el 24 de abril de 2021.

 

Menchón: El BOE del 10.12.1936 dice: “Los profesores e intelectuales que no estén con el régimen serán fulminados, asesinados, sin regateo de sacrificios y con las armas en la mano”.

R: Dicho Boletín Oficial del Estado, donde se inserta la Circular a los Vocales de las Comisiones Depuradoras de Instrucción Pública de fecha 7 de diciembre de 1936, dependientes de la Comisión de Cultura y Enseñanza presidida por José María Pemán, no dice textualmente lo que afirma Menchón, en ninguno de sus renglones, como puede comprobarse leyendo la referida Circular. Además, señalamos que Menchón no tiene en cuenta dos comas tipográficas que dan sentido diferente al texto aludido por él.

 

  • Programa televisivo “La aventura del saber”, Jambrina y Menchón son entrevistados por Salvador Gómez Valdés, el 28 de abril de 2021.

 

Menchón: Cuatro miembros de prensa y propaganda secuestraron el cuerpo.

R: La primera afirmación ya ha sido contestada en el punto 3. En cuanto a la segunda, cabe decir que secuestrar es retener indebidamente a una persona y el cadáver de Unamuno no fue retenido ni robado de parte alguna, como deja claro Margaret T. Rudd afirmando en su libro que “los falangistas pidieron permiso para actuar como portadores del féretro al día siguiente”29. Es decir, solicitaron permiso para llevar el cuerpo como organizadores del sepelio, y fueron autorizados a ello, probablemente porque nadie se atrevió a negar dicha autorización a los falangistas en aquellos momentos.

 

  • Programa televisivo “En la Frontera”, Menchón es entrevistado por Juan Carlos Monedero, el 29 de abril de 2021.

 

Menchón: [Al declararse la guerra] Unamuno publica artículos críticos.

R: Don Miguel no publicó ningún artículo durante la guerra, y todos los manuscritos quedaron inéditos hasta después de su muerte, algunos de ellos conocidos con décadas de retraso. Lo que se publicaron fueron entrevistas de diferentes periodistas, todas ellas visadas por la Oficina de Prensa y Propaganda.

 

Menchón: Unamuno ha pasado a la historia como un literato, como alguien que hacía poesía, literatura dramaturgia; cuando fue político y su mayor actividad fue como columnista y político en el Congreso de los Diputados. Todo eso ha sido eliminado.

R: Esto significa que Menchón desconoce las múltiples publicaciones que hay al respecto, entre las que destacamos Unamuno en la política local30 y Unamuno en las Cortes republicanas31, donde se expone de forma pormenorizada y exhaustiva toda su actividad política en Salamanca y en el Congreso republicano, siendo el autor de ambas investigaciones el mismo que firma esta reseña.

 

Menchón: Rizal fue eliminado del documento de las notas de Unamuno. Rizal desaparece de la historiografía.

R: El cineasta nos obliga a decirle que mencionan a Rizal en sus versiones sobre los hechos sucedidos en el Paraninfo, los relatores: José Pérez-López Villamil, Eugenio Vegas Latapie, Ignacio Serrano, Millán Astray, matrimonio Rabaté, Severiano Delgado y el autor de estos renglones en varias ocasiones.

 

Menchón: El 10 de diciembre del 36, -reproducimos el documento-, vía BOE del mando golpista, José María Pemán, que era el encargado de Cultura y Educación, -vía, BOE, repito- dice que hay que eliminar, matar dice literalmente, sin regateo de sacrificio, con las armas en la mano llega a decir, eliminar al profesorado y a los intelectuales no adeptos al régimen.

R: Por un lado, no es cierto que en el libro se reproduzca el documento aludido y, por otra parte, también es falso que el BOE diga lo que afirma Menchón, como puede comprobarse sin más que acudir a él.

 

Menchón: Las últimas palabras de Unamuno es un eslogan de la Falange.

R: Se pretende con ello argumentar que el relato de Aragón pudo ser inventado, con ánimo de consolidar la tesis que los autores defienden contra la “versión oficial”, pero no va muy acertado Menchón en su afirmación. Las palabras de Unamuno fueron, según Aragón-Loscertales: “Dios no puede volverle la espalda a España. España se salvará, porque tiene que salvarse”. Pues bien, las dos ideas dominantes en estas frases son Dios y España, que fueron constantes en el pensamiento de Unamuno a lo largo de su vida, por lo que su evocación en aquellos momentos no debe extrañar a nadie, aunque nunca sepamos si son verdaderamente ciertas. Por otro lado, el lema como eslogan aludido por Menchón no es propio de los falangistas, sino del Requeté, cuyos miembros “estaban obligados a asistir todos los viernes de cuaresma al Vía Crucis que “por la salvación de España” se celebraba en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Huelva”32.

El cineasta Menchón realiza a lo largo de la entrevista una serie de afirmaciones falsas, asegurando que el libro contiene documentos de los que carece, como la Circular de la Comisión de Cultura y Enseñanza dirigida a los Vocales de las Comisiones Depuradoras de Instrucción Pública, publicada en Burgos el 10 de diciembre de 1936, en el número 52 del BOE, que no figura en el texto. Afirma también tener comprobada y documentada en el libro la mediación de Unamuno entre el Gobierno republicano y los golpistas para intentar resolver todo lo antes posible, pero el lector no encontrará documento alguno sobre ello en la obra.

 

  • Declaraciones efectuadas por Menchón ente los micrófonos del programa “Efecto Doppler” de Radio-3, el 6 de mayo de 2021.

 

Menchón: A partir del 10 de diciembre, Unamuno escribe 5 cartas, diciendo: “Van a venir a mi casa a asesinarme o a matarme”.

R: No son cinco las cartas que escribe a partir del 10 de diciembre, sino tres. Además, las palabras que Menchón atribuye a Unamuno no son las que dice, sino estas: “Si me han de asesinar, como a otros, será aquí en mi casa”33 y “A mí no me han asesinado todavía estas bestias al servicio del monstruo”34.

 

  • Declaraciones realizadas en la mesa redonda que tuvo lugar durante el XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021.

 

Jambrina: La muerte de Unamuno no se ha investigado nunca.

R: Tal vez el profesor Jambrina no concede importancia a las investigaciones realizadas sobre la muerte de Unamuno por estudiosos como Carlos Rojas, Elías Díaz, Antonio Heredia Soriano, Antonio Obregón, Severiano Delgado, y el autor de esta reseña, por citar solo algunos de ellos. Además, insiste en afirmar que la biografía de Margaret fue la primera que se escribió, algo a lo que ya hemos replicado.

 

Jambrina: Se dio a un campo de concentración el nombre de Miguel de Unamuno.

R: Tal afirmación puede confundir al lector, debiendo este saber que no fue construido un campo de concentración con el nombre de Miguel de Unamuno, sino que el Grupo Escolar Miguel de Unamuno que ya existía titulado con ese nombre, fue convertido en campo de concentración de larga duración, donde junto a la labor represiva, se constituyeron los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, estando operativo desde junio de 1939 hasta diciembre de 1942, manteniendo actualmente el edificio el mismo nombre y función docente que tenía. Algo que sucedió también en León con las escuelas Ponce de León; el Instituto Manzanedo, en Santoña; la Universidad de Deusto; o el mismísimo Colegio Francisco Vitoria, en Salamanca, que albergó a 1500 internos, todos ellos incluidos entre los 296 campos de concentración que el franquismo abrió en España35.

 

Jambrina: Lorca salva a Unamuno de ser fusilado.

R: El tono tan categórico de la expresión no es correcto porque se trata de una especulación sobre la posibilidad de que los rebeldes no fusilaran a Unamuno por miedo a que tuviera iguales o peores consecuencias negativas en el exterior para los rebeldes, que el de Lorca. Pero parece más probable que los fanáticos falangistas lo hubieran impedido porque necesitaban a Unamuno para vitalizar su proyecto ideológico, ignorando que nunca podrían contar con él.

 

Jambrina: Es una pesquisa detectivesca en torno a la muerte de Unamuno.

R: La pesquisa es una indagación que se hace sobre algo para averiguar la realidad de aquello que se indaga, pero nuestros pesquisadores no llegan a realidad alguna.

 

Menchón: Rizal no aparece en ningún relato. Se ha borrado.

R: Ya hemos replicado a esta afirmación de Menchón en el punto 6 de este Epílogo, pero nuevamente el cineasta vuelve a ello en el foro del Congreso aludido en la cabecera, en un intento poco afortunado de su recurrente afirmación, porque lo que asegura con tanta ligereza no es cierto.

 

Menchón: falsea en directo la lectura pública que hace del Boletín Oficial del Estado correspondiente al 10.12.1936, leyendo a los oyentes que Pemán dicta como “ministro” de Educación lo siguiente: Hay que garantizar que con las armas y sin regateo de sacrificios y sangre se elimine a los mayores traidores de España.

R: Lo que realmente figura en el Boletín son estas las palabras: “Es necesario garantizar a los españoles, que con las armas en la mano y sin regateos de sacrificios y sangre, salvan la causa de la civilización, que no se volverán a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar a los envenenadores del alma popular”. Algo que no se corresponde con la lectura aparentemente textual que hizo Menchón públicamente de la Circular donde figura el texto aludido.

 

Menchón: Sabemos por diferentes testimonios, incluso por el propio Serrano que alguien se dirige a Millán Astray, se dan cuenta de la que han organizado, y Millán Astray en tono bastante humillante le dice al rector de la Universidad, que en ese momento Unamuno representaba a Franco, Millán Astray da la orden, – y se supone que estaba por debajo de Unamuno en ese acto- le da la orden de que dé [la mujer] la mano al jefe del Estado, el brazo al jefe del Estado.

R: Aparte de la confusa narración y los lapsus verbales, que disculpamos; nos interesa destacar que en ningún momento de su relato, el profesor Serrano habla sobre ello, ni dice lo que Menchón afirma, ordenando a Unamuno dar el brazo a la esposa del jefe de la rebelión. Esta circunstancia la recoge el matrimonio Rabaté en la página 203 de su estudio sobre “El resentimiento trágico de la vida”, atribuyéndola al siguiente comentario realizado por un hijo del profesor Serrano al matrimonio de unamunistas, refiriendo que fue varias veces expresado verbalmente por su padre: “Señor rector: el brazo, a la mujer del jefe del Estado”.

 

Menchón: Francisco Bravo aconseja a su hijo que Unamuno no salga de la casa.

R: Igualmente incierta es tal afirmación, porque lo que el jefe de la Falange salmantina, Francisco Bravo, pide por carta a su amigo Fernando Unamuno, hijo de don Miguel, es que su padre “evite actuaciones públicas que alarmen o indignen a gentes que andamos metidos en la guerra”, no que se mantenga recluido en su casa.

 

Menchón: El día 14, Loscertales le retira la confianza a Unamuno.

R: No es Loscertales quien retira la confianza a Unamuno, sino el claustro de profesores, presidido por el decano de la Facultad de Ciencias, Manuel González Calzada, diciendo el acta de la reunión textualmente: “El Claustro de la Universidad de Salamanca, al retirar por unanimidad la confianza a su actual rector considera el cargo como vacante; y usando de su facultad de presentar las autoridades académicas, propone al alto Mando para el cargo de rector de esta Universidad, al catedrático, Don Esteban Madruga Jiménez”36.

 

Menchón: Nunca había escrito, hasta mediados de diciembre, en cinco o seis cartas: van a venir a matarme a mi casa, o a asesinarme.

R: Ni escribió 5 ó 6 cartas en ese tiempo, ni dijo lo que Menchón afirma, como ya se ha expuesto en el punto 7 de este Epílogo.

 

Menchón: Antes de morir, Unamuno se preocupa de hacer la donación de su biblioteca personal a la Universidad, a mediados de diciembre.

R: Tampoco esa afirmación se corresponde con la realidad, pues la cesión de la biblioteca a la Universidad se había producido mucho tiempo antes, haciéndose efectiva el 23 de noviembre en la carta que Unamuno escribe a su amigo y rector Madruga cediendo su “librería”.

 

  • Declaraciones realizadas en el programa “En casa de Herrero” de Radio.es, con Luis Herrero, el 31 de mayo de 2021.

 

Jambrina: No sabemos como fue su muerte física. […] Es una posibilidad que fuera asesinado. […] La muerte pudo tener algo de criminalidad.

R: Nada de esto es posible ni cierto, como se demuestra en el artículo sobre la muerte de Unamuno varias veces citado en esta reseña.

 

Jambrina: En varias cartas escritas semanas antes de su muerte, expresa su convencimiento de que va a ser asesinado en su propia casa.

R: A tal afirmación ya se ha respondido en el punto 7.

 

  • Declaraciones de Jambrina en el programa “Hoy por Hoy” de la SER, el 11 de junio de 2021, en el Paraninfo de USAL con Angels Barceló.

 

Jambrina: La muerte física de Unamuno está llena de oscuridades.

R: Afirmación replicada en el artículo ya mencionado, donde se analiza y aclaran todas las “oscuridades” aludidas por Jambrina.

 

  • Declaraciones de Jambrina y Menchón el jueves 17 de junio de 2021 en el Instituto Cervantes, durante la presentación del libro, que estuvo moderada por la periodista Ana Pardo.

 

Jambrina: El Paraninfo estuvo lleno de militares.

R: La presencia de militares fue muy escasa, y entre los que se encontraban presentes en el Paraninfo uno era legionario que hacía labores de guardaespaldas de Millán, acompañado de un segundo protector que era un requeté y el tercero falangista, pero con reducida presencia de militares como acreditan los documentos gráficos disponibles. La misa previa fue organizada por la Guardia Cívica y el posterior acto pretendidamente académico del Paraninfo estuvo protagonizado por los falangistas, que controlaron la entrada de los asistentes y acomodaron a cada cual en el espacio que le correspondía, determinado por las invitaciones que previamente se distribuyeron.

 

Jambrina: Expulsaron a don Miguel del Casino.

R: Ya sabemos que tal expulsión no se produjo. Unamuno abandonó el Casino tras los insultos procedentes de un grupo muy minoritario de socios, sin que la mayoría absoluta de ellos se pronunciara en contra de los insultos, poniendo en evidencia el temor de la mayoría silenciosa.

 

Jambrina: En el año 33 se produjo el famoso mitin de Falange en Salamanca.

R: El mitin tuvo lugar el 10 de febrero de 1935.

 

Jambrina: Tenía que haberse hecho la autopsia.

R: Aclarado el error en el artículo tantas veces referido sobre la muerte de Unamuno.

 

Menchón: Unamuno y Rizal coinciden en la Universidad Central.

R: Tal coincidencia no debe hacer pensar que mantuvieron algún contacto y que allí se conocieron, según relata el propio Unamuno en el Epílogo al libro de W.E Retana: “Vida y escritos del Dr. José Rizal”, publicado en 1907 por la madrileña Librería General de Victoriano Suárez: “Rizal estudió Filosofía y Letras en Madrid por los mismos años en que estudiaba yo en la misma Facultad, aunque él estaba acabándola cuando yo la empezaba. Debí de haber visto más de una vez al tagalo en los vulgarísimos claustros de la Universidad Central. […] En aquellos claustros debimos de cruzarnos, digo, el tagalo que soñaba en sus Filipinas, y yo, el vizcaíno, que soñaba en mi Vasconia. Románticos ambos”.

 

Menchón: Unamuno va al Ayuntamiento cuando se produce el golpe militar para parar el baño de sangre que había habido días antes en el llamado “tiro de la Plaza” en Salamanca. Y él va como alcalde perpetuo de la ciudad. Pero al día siguiente de esa asistencia es reclamado para ir a un pleno municipal al que no asiste.

R: El golpe militar se produjo en Salamanca el 19 de julio y esa misma mañana tuvo lugar el “tiro en la plaza”. Se constituyó el Ayuntamiento rebelde el día 25 en sesión extraordinaria con asistencia de Unamuno por “razón de continuidad” al ser concejal desde el 14 de abril de 1931 designado por el pueblo. Dos días después, tuvo lugar la sesión ordinaria en la que se nombraron los tenientes de alcalde y el síndico, también con asistencia de Unamuno. Es a partir de entonces cuando no vuelve al Ayuntamiento.

NOTAS

 

  1. García Jambrina, L. y Menchón. M., (2021). La doble muerte de Unamuno. Capitán Swing. Madrid.
  2. Declaraciones realizadas por Jambrina en la mesa redonda que tuvo lugar durante el XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021.
  3. García Jambrina, L. y Menchón. M., (2021). La doble muerte de Unamuno, op. cit., p. 8.
  4. Ibídem, p. 27.
  5. Ibídem, p. 28.
  6. Ibídem, p. 39.
  7. Ibídem, p. 55.
  8. Obregón, A. Artículo “Anecdotario de los últimos días de don Miguel de Unamuno”, publicado el 2 de enero de 1938, en Domingo, un semanario madrileño editado entonces en San Sebastián.
  9. Unamuno, M. (1936). Manuscrito: El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas. CMU, 86/92.
  10. Unamuno, M. Carta dirigida a Francisco de Cossío, el 27 de noviembre. El País, 18 de julio de 1992. También: Borzoni, S. (2009). Tesis doctoral. Fajismo y fascismos. Miguel de Unamuno frente a las ideologías totalitarias en la década de los treinta. Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Ediciones Universidad de Salamanca.
  11. Unamuno, M. (1991). Epistolario inédito II (1915-1936). Edición de Laureano Robles. Colección Austral. Espasa Calpe. Carta dirigida a Quintín de Torre el 7 de diciembre de 1936, p. 350
  12. Carta manuscrita al rector de la Universidad, Esteban Madruga, el 23 de noviembre de 1936. CMU, 101/9.
  13. Entrevista con el periodista polaco Roman Fajans a finales de noviembre de 1936, publicada en Kurier Warszawski de Varsovia, el 6 de diciembre del mismo año1936.
  14. García Jambrina, L. (2005). Cuento “El último café”, incluido en el libro Muertos S.A. publicado en Almería por El Gaviero Ediciones.
  15. Declaraciones realizadas en la mesa redonda que tuvo lugar durante el XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021.
  16. Declaración hecha por Jambrina el 24 de abril de 2021 ante los micrófonos de Radio-3, respondiendo a preguntas de José Manuel Sebastián, en el programa Conversaciones visigóticas.
  17. Documento hecho público por primera vez por el matrimonio Rabaté en su nueva edición de la obra final de don Miguel El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas, publicado por la editorial Pre-Textos en octubre de 2019, aportando en las páginas 204-206 del mismo, el testimonio manuscrito del catedrático de Derecho Civil, Ignacio Serrano Serrano, describiendo lo sucedido en el Paraninfo aquella mañana, en notas escritas por él al abandonar el salón universitario, según afirmación de la familia, depositaria de las mismas.
  18. Delgado, S. (2019). Arqueología de un mito. El acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Editorial Silex. Madrid.
  19. Blanco, F. (2008). “Unamuno en el casino de Salamanca”. Papeles del Novelty, n.18. Salamanca, pp. 13-28.
  20. Carta manuscrita de Unamuno a Esteban Madruga, (CMU, 101/9).
  21. Nombramiento publicado en la página 347 del nº 100 de la Gaceta de Madrid, en decreto firmado por la regente María Cristina en nombre de su hijo Alfonso XIII.
  22. La referencia del artículo citado es: https://www.academia.edu/44582164/LA_MUERTE_DE_UNAMUNO
  23. La frase pronunciada realmente por Francino fue: “La mejor vacuna que existe contra la mentira: los datos”. Vocalizada por él en la entrevista que mantuvo con el Menchón la tarde del 12 de noviembre de 2020, con motivo de la presentación del documental “Palabras para un fin del mundo”, junto a otros dos periodistas. Algo parecido hizo Menchón al incluir en el cartel de presentación de la película una frase de Unamuno que este nunca pronunció en los términos que fue reproducida en la publicidad del documental, pues la frase de don Miguel: “Primero la verdad que la paz”, Menchón la transformó en “Antes la verdad que la paz”.
  24. Berzoni, S. (2009) Tesis doctoral Fascismo y fajismos, op. cit. p. 367.
  25. Rudd Thomas, M. (1963). The Lone Heretic. A biography of Miguel de Unamuno, op. cit., pp. 304-306, correspondientes al capítulo 28: “To Spleep, Perchance to dream”.
  26. En la intervención que tuvieron los autores en la tercera sesión del XVI Congreso de Novela y Cine negro, celebrado en Salamanca entre los días 18 y 21 de mayo de 2021, donde uno de los dos presentadores dijo que los autores fantaseaban en el libro sobre la muerte de Unamuno, declaró Jambrina: “No queremos llamarnos historiadores, que no lo somos”.
  27. Pueden verse tales afirmaciones en la página 7 del libro, relativa a la “Nota de los autores”.
  28. Aragón, Bartolomé. (1937). Síntesis de economía corporativa. Prólogo del catedrático de la Universidad de Salamanca, señor Ramos Loscertales, dedicado a la muerte de D. Miguel de Unamuno. Librería La Facultad de Germán García. Salamanca.
  29. Rudd Thomas, M. (1963). The Lone Heretic. A biography of Miguel de Unamuno, op. cit., p.313.
  30. Blanco, F. (2013). Unamuno en la política local. Edifsa. Fundación Salamanca ciudad de Cultura y Saberes. Ayuntamiento de Salamanca. Salamanca. 541 p.
  31. Blanco, F. (2017). Unamuno en las Cortes Republicanas. Edifsa. Fundación Salamanca ciudad de Cultura y Saberes. Ayuntamiento de Salamanca. Salamanca. 511 p.
  32. Álvarez Rey, L., Ruiz Sánchez, J.L. (1990). Huelva en su historia, nº 3. Artículo “Huelva durante la segunda república: Partidos, elecciones y comportamiento político (1931-1936)”. pp. 603-670.
  33. Carta de Unamuno al director de ABC de Sevilla, Juan Carretero, el 11 de diciembre de 1936, publicada en el nº 2 de Madrid en mayo de 1991.
  34. Unamuno, M. (1991). Miguel de Unamuno. Epistolario inédito II (1915-1936). Edición de Laureano Robles. Editorial Espasa Calpe (Colección Austral). Madrid, p. 354.
  35. Hernández, C. (2019). Los campos de concentración de Franco. Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas. Ediciones B. Barcelona.
  36. Acta de la sesión del Claustro correspondiente al día 14 de octubre de 1936. 
AENEXOS
  • Anexo I:    

Muerte de Unamuno en la revista Estampa, del 30 de enero de 1937. 

——————————————————————————————————————————————–

  • Anexo II:

Muerte de Unamuno en La Vanguardia del día 24 de agosto de 1938.

——————————————————————————————————————————————–

  • Anexo III:

Declaraciones de Unamuno aparecidas en el periódico L’Humanité de París,  el día 7 de enero de 1937.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo IV: 

Carta a Juan Carretero director del ABC de Sevilla el día 11 de diciembre de  1936 y respuesta de este.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VI: 

Carta a Quintín de Torre, desde Salamanca, el día 13 de diciembre de 1936.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VII: 

Acta de Defunción de Miguel de Unamuno

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo VIII: 

Mandato de Sepultura, expedido por el párroco.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo IX: 

Responso en el Campo de San Francisco.

En la foto puede verse a su hijo Fernando junto al rector Esteban Madruga, el párroco Valentín González y Manuel García Blanco en primer plano central.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo X: 

Salida del féretro de la casa de Bordadores.

Puede verse a los falangistas que portaron el féretro y a otros miembros de Falange Española haciendo el saludo fascista a Unamuno, con mano extendida en alto. Idéntico gesto que hicieron a la salida del Paraninfo universitario el 12 de octubre, al finalizar el acto conmemorativo de la Fiesta de la raza, presidido por Unamuno en nombre de Franco, sobre el que tanta tinta se ha vertido con escasa fortuna.

——————————————————————————————————————————————–

  •  Anexo XI: 

Página de La Gaceta narrando el encuentro entre Unamuno y Aragón.

Artículo publicado en www.academia.edu

80 años sin Unamuno


FARO DE VIGO

Publicado: Sábado, 31 de diciembre de 2016

Julio Picatoste, Magistrado de la Audiencia Provincial de Vigo

Leer artículo
En la Nochevieja de 1906, a sus cuarenta y dos años de edad, prefiguraba Unamuno su propia muerte en versos escritos en la soledad nocturna de su estudio; daba así expresión a un “presentimiento misterioso del allende sombrío”. No imaginaba entonces que treinta años después, día por día, el 31 de diciembre de 1936, en la soledad que anubló los últimos días de su vida, oiría por última vez el latido de su pecho agitado. Aquel día de frío y nieve, por entre las paredes de su casa de la calle Bordadores, rondaba cautelosa la muerte, y a las cuatro de la tarde, de forma inesperada y sigilosamente, le sumió en el sueño final. Sentado en su mesa camilla, conversaba con Bartolomé Aragón sobre la situación de una España abismada y desangrada por la guerra civil; ante la visión pesimista de aquel, Unamuno le replica: «¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!», y seguidamente inclinó su cabeza, hundiendo la barbilla en el pecho. El visitante no se percata de que Unamuno acaba de morir hasta que percibe el olor a quemado de la zapatilla de don Miguel en el brasero. Moría pronunciando dos palabras – Dios, España- sobre las que tanto escribió y que tantas veces le desgarraron por dentro.

Eran días de horror en España, y Salamanca, tomada por los militares, era escenario de una represión brutal. En los primeros momentos, Unamuno, a pesar de su declarado antimilitarismo, apoyó el levantamiento militar. Creyó erradamente que se trataba de enderezar la República. Quizá contribuyó a esta idea el hecho de que el bando del comandante militar de la plaza, Manuel García Álvarez, terminase con un “¡Viva la República!”, que los primeros discursos de Franco y Queipo de Llano invocasen valores como libertad, igualdad y fraternidad, y que la bandera tricolor siguiera ondeando varios días en el ayuntamiento de la ciudad. Pero pronto se le hará patente su tremendo error al comprobar que aquello no era sino la barbarie cainita. No tardará en ver como sus amigos Casto Prieto, alcalde de Salamanca, y el diputado socialista José Manso son asesinados por falangistas venidos de Valladolid; el pastor protestante Atilano Coco es encarcelado y lo mismo ocurre con su muy querido amigo Filiberto Villalobos. Viene luego el asesinato de García Lorca. Aquello ni era rectificación de la República ni nada tenía que ver con la defensa de la civilización occidental cristiana que él predicaba. Aquello era el salvajismo de una guerra incivil. Reconocerá entonces su dramática equivocación: “Qué cándido y qué ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco…”

Sobrecogido por el espanto de aquella “guerra sin cuartel, sin piedad, sin humanidad y sin justicia…”, aquella guerra de España contra sí misma, aquel “suicidio colectivo”, volcaba su horror e indignación en su correspondencia privada; faltaba la chispa que le hiciese saltar y revolverse públicamente contra la “salvaje guerra incivil”. La rabia y el dolor contenidos estallarán al fin el 12 de octubre en el conocido enfrentamiento con Millán Astray ocurrido durante el acto dedicado al Día de la Raza en el paraninfo de la Universidad salmantina. Espoleado por las cosas que allí se oyeron y ejerciendo de sumo sacerdote en el templo de la inteligencia, alzó su voz por encima de fusiles y uniformes para decir que “vencer no es convencer” y que “no puede convencer el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora”; condenó la barbarie, la guerra incivil, el odio que no deja lugar para la compasión. Dijo lo que en aquellos días nadie se hubiera atrevido a decir ante los militares y falangistas que llenaban el paraninfo. Entre el desconcierto general, el acto termina entre gritos exaltados de Millán Astray y el vocerío, brazo en alto, de algunos falangistas.

Sobre este episodio, escribirá Unamuno al escultor vasco Quintín de Torre: “¡Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán Astray”. Aquel acto de arrojo y valentía, además de la pérdida de cargos y honores, le cuesta el confinamiento en su propio hogar.

En sus días de encierro, desahoga su crispación y desesperanza escribiendo unas notas a modo de diario, tal vez bosquejo de un libro proyectado, a las que dio el título de “El resentimiento trágico de la vida.” Es el último y gran monodiálogo agónico y dramático de un hombre fiel a sí mismo, solo, enfrentado a todos, agitado por aquella “salvaje pesadilla”.

Y nada bueno augura para los tiempos de postguerra que él ya no verá: “Cuando se acabe esta salvaje guerra incivil, vendrá aquí el régimen de la estupidización general colectiva y del más frenético terror” (carta a a Lorenzo Giusso, 21-11-1936). Lamentablemente, el tiempo le dio la razón.

Tres días antes de morir, escribe su último poema que cierra el ciclo de su meditatio mortis:

Morir soñando, sí, más si se sueña

morir, la muerte es sueño; una ventana

hacia el vacío; no soñar; nirvana

del tiempo al fin la eternidad se adueña.

Tras la muerte de Unamuno y desaparecida para siempre su voz, Ortega y Gasset escribe: “Temo que padezca nuestro país una era de atroz silencio”. Acertó en su vaticinio. Ni durante “a longa noite de pedra” ni después ha habido en España una voz como la de Miguel de Unamuno, limpia y combativa, apasionada y valiente, respetada dentro y fuera de nuestras fronteras, insobornablemente comprometida con la verdad. Esa voz atronaría hoy ante el insoportable espectáculo de corrupción y desvergüenza, estrago inmundo que asola el país con hediondos niveles de bellaquería y putrefacción; y él, que hizo de la verdad enseña, abominaría de todo discurso impostor que empañase la verdad; él, que dijo que “la inteligencia es lo más revolucionario que hay”, clamaría hoy contra tanta mediocridad sobre peana y tanta ineptitud laureada; y, en fin, rabiosamente independiente, arremetería contra quienes por un plato de lentejuelas hipotecan su independencia y pagan el peaje de la sumisión.

Pero, pese al “atroz silencio” que siguió a su muerte, queda su inmensa obra y su vastísimo epistolario, prolongación de su espíritu deliberadamente desparramado, capaces todavía de agitar y remover espíritus, como él quiso.

Artículo de Antonio Colinas, en referencia a la Asociación

23, Febrero. El Norte de Castilla

 DE RETORNOS Y RAÍCES

Siempre acaba retornando a nuestra memoria y a nuestra cotidianidad el nombre de Miguel de Unamuno, máxime si esa presencia se revela tan viva en una ciudad como Salamanca, en la que la vida –más allá de cualquier tópico– se hizo y se hace literatura y la literatura está traspasada por la inevitable experiencia de vivir. Unamuno sigue siendo una ejemplar muestra de cuanto digo y su radical “contra esto y aquello” pudiera ser revelador en estos tiempos tantas veces desnortados, en los que prima la manipulación y las imposiciones y, sobre todo, en los que se siente un gran vacío en el sentir y en el pensar. Todo parece valer y, en consecuencia, todos los desenlaces son posibles hacia una situación de vacío y falta de conciencia y consciencia.

(más…)