Agradecimiento de la familia de Luis Andrés Marcos

Queremos compartir con todos vosotros, las palabras que nos hace llegar la hija de Luis Andrés Marcos, en el que en nombre de la familia, agradece a la asociación haber distinguido a Luis, como Socio de Honor de la misma y lo importante que fue la asociación para él, mostrando siempre una vocación de servicio digna de mencionar, pues fue mucha la huella que dejó en quienes tuvieron la suerte de tratarlo, además de distinguir su alegría y amplia sonrisa con todos y hacia todo.

“En mi nombre y en el de mi familia, y sobre todo en el de mi padre, quiero daros las gracias de todo corazón por la placa, por el reconocimiento y el homenaje, pero sobre todo por el cariño, el de ahora, y el de los últimos años. No sé explicar con palabras la alegría con la que mi padre hablaba de muchos de vosotros, -a tantos os conocíamos por el nombre propio sin haberos visto en persona-, el afecto que os profesaba, y la ilusión con la que asistía a cada reunión y cada encuentro. Nos consta a todos en casa lo mucho que le dolía no poder hacerse cargo de más cosas, pero los médicos y los tratamientos lo impedían; no obstante todos, y Paco muy especialmente, llegabais generosos a donde él no podía. Aunque nunca nadie -ni nosotros- lo oyó quejarse ni dejar de sonreír, los últimos tres años fueron difíciles para él; sin embargo, entre tanta incertidumbre, estaba la luz que mi padre encontraba en todo aquello que amaba, que era su pasión: su familia, sus libros, su guitarra y sus amigos. La Asociación fue siempre, vosotros fuisteis siempre también un motor. Eso es sobre todo lo que os agradecemos. Sin duda él os habría dicho cosas mejores, pero en estas palabras sencillas viaja todo su cariño. Todos en esta casa, y sobre todo él, os deseamos a la Asociación y a la amistad que tenéis en Unamuno, una muy larga vida. Muchísimas gracias”.

Mil gracias, Paco, por todo, a ti especialmente. Sé que el vínculo que tenía mi padre contigo era muy especial. Ojalá sepa, donde esté, lo mucho que te has preocupado por él. Gracias de todo corazón.

Cuídate mucho. Un fuerte abrazo,

Maribel

Respuesta de nuestro presidente. Francisco Blanco

También a nosotros se nos ha muerto, como del rayo, Luis Andrés, con quien tanto queríamos, cuando el tránsito de la parca carecía de significado, el abandono del mundo se nos antojaba inimaginable y el lacerante dolor por la despedida final no formaba parte de nuestras vidas.

Las células enloquecidas han cumplido anticipadamente la misión que les fue encomendada en el primer llanto de la cuna, dándonos la doliente oportunidad de expresar con un abrazo el amor-amistad que nos mantuvo unidos en un proyecto común, vivido en fraternal familia unamuniana durante los años que compartimos.

Se ha ido Luis, pero con nosotros queda mientras un hilo de vida nos permita recordar las tertulias, reuniones y libros que nos hermanaron haciéndonos piña eterna, a la espera de que la parca nos llame por lista inesperada al descanso eterno en el valle de Josaphat donde ahora Luis descansa, anticipándose al gran viaje que a todos nos espera rumbo al misterioso hogar del Padre Eterno donde Unamuno, cobijado, espera.

Una Fedra unamuniana

La conferencia «Una Fedra unamuniana» impartida por la Catedrática jubilada de la USAL, Carmen Codoñer, Filóloga y Lexicógrafa. La ponente fue presentada por Román Álvarez, vicepresidente de la asociación.
La conferencia arroja luz sobre el teatro de Unamuno, definido por Codoñer como un teatro de ideas.

Estas son unas leves pinceladas de la misma:
En 1911 Unamuno ha terminado su Fedra que es una adaptación de una tragedia del S. V. en la que dota a los hombres de voluntad propia, no determinada por los dioses, sino que cada ser humano tiene en sus manos su destino.
Pretende ser una Fedra moderna, sin reminiscencia de la griega, su Fedra es cristiana y la define como un drama de pasión, una pasión en carne viva.
Según Unamuno el dramaturgo debe facilitar al pueblo la capacidad de conocerse a sí mismo.
Sus personajes deben hacerse verosímiles, para ello adapta el argumento al mundo en que vive. Escoge a una familia de clase media y se sirve de un mínimo de personajes: nodriza, Criada, médico.
La obra se estrena en 1918 en el Ateneo de Madrid, se caracteriza por la desnudez en el montaje, sin dar importancia al vestuario ni a los decorados. Unamuno defiende que al teatro se va a oír y no a ver, mostrando un rechazo por el público de la época, que iba al teatro a ser visto.
La grandeza de Fedra representa dentro del teatro de Unamuno una muestra perfecta de su quehacer teatral.