Después del artículo «La  redoble muerte de Unamuno» ,  Francisco Blanco,  Presidente de la Asociación Amigos de Unamuno, nos entrega este nuevo artículo con el título: «La muerte de Unamuno fue natural, imprevista y tempentina». En el que se pretende clarificar  y ratificar el fallecimiento de D. Miguel de Unamuno y Jugo. El artículo fue escrito el 25 de noviembre de 2020.

Os invitamos a leer el artículo.

UNAMUNO MURIÓ DE MUERTE NATURAL, IMPREVISTA Y REPENTINA 

Francisco Blanco Prieto
Catedrático de Física y Química jubilado
Doctor en Filosofía y CCEE

INTRODUCIÓN

 

El viernes 13 de noviembre de 2020 se estrenó en los cines comerciales la tercera película sobre Unamuno realizada en los últimos cinco años, aunque “Palabras para un fin del mundo”, del director y guionista Manuel Menchón venga avalada con vitola de documental histórico, riguroso y científico, pues no en vano ha estado varios años su director y guionista recogiendo información, buscando documentos, visitando archivos, preguntando a especialistas y consultando con profesionales merecedores de su confianza.

No puede negarse el valor documental de muchas imágenes que presenta; ni ocultar el acierto en la selección de los textos que difunde; ni la oportunidad de la música que acompaña; ni los efectos especiales; ni el ritmo narrativo; ni el resto de las indudables virtudes cinematográficas que adornan el documental.

Pero todos los elogios que la película merece no pueden evitarnos a quienes apostamos por la verdad, expresar el desacuerdo con algunos relatos de la película, especialmente al final de la película, obligándonos a expresar nuestra discrepancia con la sospecha que el documental expande por la mente de los espectadores, insinuando que Unamuno murió de otra forma diferente a la mantenida durante 84 años, abriendo puertas a la hipótesis de que podría haber sido asesinado, envenenado o golpeado por su interlocutor en aquellos momentos, como sugería el pasado 20 de noviembre un famoso intelectual.

Estar al servicio de la verdad significa comprometerse con ella al precio que sea, haciendo nuestro el emblemático lema que tuvo Unamuno en el frontispicio de su vida: “primero la verdad que la paz”, aunque hacer pública la verdad pueda molestar a quienes no tenemos intención alguna de hostigar defendiendo la realidad de los hechos.

Nos parece urgente en estos momentos salir al paso de la nebulosa que el documental está generando en los espectadores, insinuando que su desaparición no fue por muerte natural, sino provocada por alguien. Errónea conclusión, pues Unamuno no fue “eliminado” por el falangista Bartolomé Aragón, como único autor posible de su ficticia muerte violenta, al ser la única persona que estaba acompañándole en el momento de su muerte.

ANTECEDENTES

Comencemos por decir que la alusión al asesinato de Unamuno presentada en la película no constituye novedad alguna, porque hace ya 84 años que tal bulo circuló por Madrid y Salamanca el mismo día de su muerte y en jornadas sucesivas, asegurando que Unamuno había sido envenenado o asesinado, según difundió una emisora republicana de Madrid y el periódico Estampa, entre otros, titulando días después de su muerte: “Unamuno ha sido asesinado por los fascistas” (Anexo I), diciendo José Antonio Balbontín esto en su crónica: 

El parte oficial de la muerte de Unamuno no decía nada acerca de su causa. Unamuno no tenía ninguna enfermedad conocida. Al entierro de Unamuno no asistió ninguna representación militar. Todo el mundo sospechó, desde el primer momento, lo que sabemos ya con certidumbre.

Dos compañeros de Salamanca -cuyas señas personales no podemos publicar, porque dejaron parientes en su tierra, y ya sabéis cómo las gastan los adoradores de la sagrada institución de la familia con los familiares de sus adversarios- nos aseguran que, según es público y notorio en toda la región salmantina, Unamuno murió asesinado de noche, en su propio hogar, por una cuadrilla de falangistas uniformados. Hay gente que lo vio y que podrá acreditarlo en su día.

Este inmundo asesinato viene a probar, una vez más, que el fascismo no admite la menor discrepancia y castiga con la pena de muerte la más leve hostilidad, siquiera sea tan inofensiva como la de una paradoja unamunesca 1.

Dos años después, la prensa catalana seguía insistiendo erróneamente en el asesinato de Unamuno, con estas palabras alejadas de la realidad (Anexo II): 

El día antes de la muerte de Unamuno, hubo agria discusión en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, porque Unamuno sostenía que no podía llamarse “rojos” a los españoles republicanos. Millan Astray, le amenazó con una pistola, y hubieron de interponerse muchas personas para que no ocurriera allí lo que parece ocurrió después, según parece, puesto que Unamuno dejó de vivir a las veinticuatro horas…2

 Tales “fake news” nos obligan a reconocer que el propio Unamuno alimentó semejante bulo, declarando al periodista George Sadoul: Estoy vigilado y no me dejan salir, pero sin embargo aun no me han fusilado 3. (Anexo III).

Posteriormente, varios años después de su muerte, se hizo pública la carta enviada el 11 de diciembre de 1936 al director del ABC de Sevilla, Juan Carretero, diciéndole: Si me han de asesinar, como a otros, será aquí en mi casa 4. (Anexo IV); y, finalmente, le confiesa dos días más tarde, a su amigo Quintín de Torre: A mí no me han asesinado todavía estas bestias al servicio del monstruo5. (Anexo V).

En la película que nos ocupa, se invierte la lógica silogística, partiendo de la conclusión a la que quiere llegar, a base de premisas insostenibles, fruto de la imaginación y tergiversando la realidad para alcanzar el objetivo propuesto, planteando dudas temerarias sin fundamento, haciendo conjeturas sin base que las sustente y filtreando con la verdad en penumbra para negar la muerte natural de Unamuno con intrigantes y abocetadas sugerencias sobre “otra” muerte, afirmando el director con rotundidad: Demostramos al 100 % que el relato oficial de la muerte de Unamuno es falso. Totalmente falso 6, olvidando que demostrar algo implica aportar justificación documental sobre la insinuación que pretende evidenciarse, algo que en su caso no ocurre, porque no presenta prueba fehaciente alguna, ni salvoconducto científico que acredite la finalidad que la película persigue, basando su categórico aserto en supuestos indicios que carecen de la validez objetiva y real que se espera de ellos.

Afirma también el guionista en sus declaraciones: Gran parte del documental se basa en las investigaciones de los principales biógrafos de Unamuno, Jean-Claude y Colette Rabaté, que ya plantearon la posibilidad de que Unamuno fuera envenenado en el libro “En el torbellino. Unamuno en la Guerra Civil” (2018). Sus investigaciones han sido clave en el documental 7. Solo recordar que la referencia hecha por el matrimonio Rabaté en la p. 201 del libro mencionado, se limita a recordar “los rumores insistentes sobre el envenenamiento de Unamuno que circulaban por la ciudad, difundidos por una emisora republicana. No sabemos si los citados estudiosos galos han sido los instigadores de la idea que esboza el director en su película, pero no creemos que la apuesta de Jean-Claude y de Colette Rabaté haya llegado al extremo donde ha llevado el autor del guión y director de la película su insinuante versión sobre la defunción de don Miguel.

Centramos, pues, exclusivamente nuestros argumentos en la causa de la muerte de Unamuno, pretendiendo demostrar que nada hay de cierto en la hipótesis planteada por el director sobre otro posible desenlace de su vida, opuesto a lo certificado por el doctor que firmó el parte de defunción después de su muerte.

DOCUMENTOS POST-MORTEM

Cinco son los documentos post-mortem, acreditativos de la muerte natural, imprevista y repentina de Miguel de Unamuno:

 

  • Certificado Médico de Defunción: es el primer documento que se emite tras su muerte, incluyendo básicamente los datos propios y normativos del mismo: nombre del finado, edad, estado civil, día y hora del óbito, lugar del fallecimiento, causa de la muerte y firma del médico que certifica, entre otros datos, siendo en nuestro caso el doctor Adolfo Núñez Rodríguez quien lo rubrica. Se trata de un documento de capital importancia porque la información contenida en él, sirve de base para redactar los documentos emitidos posteriormente.

Lo más importante de este certificado, a efectos de la tarea que nos ocupa, es que el médico afirma que Unamuno falleció “a consecuencia de hemorragia bulbar; causa fundamental arterioesclerosis e hipertensión arterial”. Es decir, lo verdaderamente significativo son las causas que provocaron su muerte o, si se prefiere, las enfermedades desencadenantes de la posterior hemorragia bulbar que se produjo. Esa es la clave de la cuestión, que el guionista de la película pasa por alto, poniendo atención en la consecuencia de sus enfermedades, cuando son estas quienes justifican la ausencia de la autopsia que reclama la película y explican el imprevisto y repentino desenlace de su muerte. Lamentablemente, este documento no se encuentra disponible.

 

  • Acta de Defunción (Anexo VI): Es el documento redactado por el juez municipal, Joaquín Segovia de la Mata, cuando el convecino Luis Sánchez Zúñiga, se presentó en el juzgado al día siguiente por la mañana, manifestando personalmente y por escrito la defunción de Unamuno, junto al Certificado Médico de Defunción, cumpliendo así el art. 75 de la Ley Provisional de Registro Civil de 17 de junio de 1870, publicada en el nº 171 de la Gaceta de Madrid correspondiente al lunes 20 de junio de 1870: : Ningún cadáver podrá ser enterrado sin que antes se haya hecho el asiento de defunción en el libro correspondiente del Registro Civil del distrito municipal en que esta ocurrió o del en que se halle el cadáver, sin que el Juez del mismo distrito municipal expida la licencia de sepultura, y sin que hayan trascurrido 24 horas desde la consignada en la certificación facultativa.

Acompañan al juez y al “manifestante”, el secretario Luis Valdés Calamita y los testigos Manuel Rodríguez y Francisco Barredo. El registro de este documento era la primera condición indispensable para que tuviera lugar el enterramiento, según establecía el artículo precitado.

 

  • Licencia de sepultura: Documento expedido por el Juez del distrito municipal, con posterioridad a la inscripción de la defunción en el Libro de Registro correspondiente. Es decir, a este asiento se sumaba la Licencia de Sepultura expedida a continuación, siendo estos los documentos necesarios para el enterramiento. Documento no disponible.

 

  • Mandato de Sepultura Eclesiástica (Anexo VII): fue redactado por el párroco Valentín González de la iglesia Purísima Concepción, a la que pertenecía Unamuno. Actualmente, este documento ya se expide en pocos casos según declaración del actual párroco. El llamar a este documento “acta” o “certificado” de sepultura no es muy acertado, pues tales documentos acreditan algo que ha sucedido, no que está pendiente de suceder. Una vez que el Acta de Defunción rubricado por el juez decía que su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta población, sin especificar si en el cementerio civil o eclesiástico, el documento del párroco autorizaba a que el cadáver de Unamuno fuera depositado en el cementerio eclesiástico, siendo introducido en el nicho 340 de la galería de San Antonio, junto al de su hija Salomé, asegurando el párroco que Unamuno había recibido la absolución y extremaunción “subconditionen”.

 

  • Manifestación escrita del fallecimiento: Documento redactado por Luis Sánchez Zúñiga, según hace constar el juez en el Acta de Defunción: Esta inscripción se practica en virtud de manifestación personal y escrita de don Luis Sánchez Zúñiga. Hecho de conformidad con el Art. 76 de la Ley Provisional de Registro Civil: El asiento del fallecimiento se hará en virtud de parte verbal o por escrito que acerca de él deben dar los parientes del difunto o los habitantes de su misma casa, o en su defecto los vecinos, y de la certificación del Facultativo. Documento no disponible.

 

En el caso de Unamuno, a estos cinco documentos básicos se añade un sexto, manejado durante años por investigadores y estudiosos: el Certificado Literal de Inscripción, redactado por el juez Francisco Ríos Salcedo el 20 de abril de 1974, que es copia literal del Acta de Defunción, pero con errores de transcripción.

ARGUMENTOS INDICIARIOS QUE PRETENDEN SEMBRAR DUDAS SOBRE LA VERSIÓN OFICIAL DE LA MUERTE DE UNAMUNO, Y RÉPLICAS ARGUMENTADAS A CADA UNO DE ELLOS

   Los documentos fundamentales antes descritos, merecen para el director del documental la siguiente valoración: 

  • Todos los documentos post-mortem de Unamuno son irregulares. Nadie hasta ahora -no sé por qué- había analizado los documentos post-mortem de Unamuno 8. Ambas afirmaciones: su “irregularidad” y que nadie hasta hoy los haya analizado, se desvían de la verdad.
  • Los documentos no tienen ni pies ni cabeza 9.
  • Hay tres documentos llenos de irregularidades, todos, de cabo a rabo 10.

Vayamos, pues, con los argumentos utilizados para descalificar tales documentos y, en consecuencia, poner en duda que Unamuno muriera por la causa determinada en los mismos:

 

  1. El Acta de Sepultura es el primero documento que se expide 11.

 Como puede verse en la relación de documentos, ninguno de ellos tiene ese nombre. No sabemos si existe tal documento así llamado, pero es desconocido para nosotros. Suponemos que hace referencia a la Licencia de Sepultura. En todo caso, el primer documento que se expide es el Certificado Médico de Defunción.

 

  1. El Acta de Sepultura no se puede obtener sin el acta del juez 12.

Si al hablar del Acta de Sepultura se hace referencia a la Licencia de Sepultura, conviene recordar que este documento lo expidió el propio juez al terminar de inscribir la defunción en el Registro, por lo tanto, no tiene sentido decir que “no se puede obtener sin el acta del juez”. Pero, tal vez, se confunda el Acta de Sepultura con el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica expedido por el párroco. Si esto es así, conviene recordar que un “acta” debe constatar la realidad de un hecho acontecido, algo imposible porque el documento aludido se redacta la víspera del enterramiento, precisamente porque no se trata de un acta: es el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica, que ordena el párroco a la vista del Certificado Médico de Defunción, por eso dice: “según certificación del médico Adolfo Núñez”, declarando al mismo tiempo que Unamuno recibió auxilios católicos. Si este documento fijara la hora y fecha del enterramiento, estaría infringiendo la ley ya que no podía tener lugar enterramiento alguno hasta que el juez registrara la defunción y expidiera la Licencia de Sepultura. Por eso en el Mandato no figura fecha alguna de enterramiento, limitándose a ordenarlo, o, si se prefiere a autorizar el enterramiento eclesiástico.

 

  1. Legalmente había que hacer una autopsia judicial 13.

 En 1936 las autopsias se regían por el Real Decreto de 14 de septiembre de 1882 por el que se aprobaba la Ley de Enjuiciamiento Criminal, del Ministerio de Gracia y Justicia, publicada en el nº 260 de la Gaceta de Madrid, el 17 de septiembre de 1882, determinando esta Ley en su Art. 778.4: El Juez podrá acordar que no se practique la autopsia cuando por el médico forense o quien haga sus veces se dictaminen cumplidamente la causa y las circunstancias relevantes de la muerte, sin necesidad de aquélla. Pues bien, el doctor Núñez era catedrático, cirujano y médico de la Beneficencia Municipal, con experiencia acreditada y conocedor del estado clínico del amigo de 72 años que se encontró tendido en el diván cuando llegó para atenderle, como paciente diagnosticado desde hacía años de hipertensión arterial y arterioesclerosis, algo que le autorizaba a diagnosticar la causa de la muerte, sin necesidad de autopsia, porque esta solo se practicaba si el forense o el médico veían signos de violencia, indicios sospechosos de criminalidad o no había historia clínica del paciente, pero Núñez no observó nada de esto y conocía perfectamente los antecedentes clínicos de Unamuno, según se desprende del certificado que firmó.   

La hemorragia bulbar espontánea que tuvo Unamuno fue debida a una enfermedad vascular cerebral subyacente, activada por la arterioesclerosis y la hipertensión arterial que sufría, como factor de riesgo más determinante de la hemorragia, favorecida también por la quiebra física natural debida a su elevada edad, como tercer factor justificativo de la muerte y su depresión moral.

Se consideraba -y sigue considerándose- “muerte sospechosa de criminalidad” aquella que, aun pudiendo ser natural, despierta sospechas en el médico cuando este desconoce los antecedentes patológicos del finado o no existe historia clínica que permita definir la causa de la muerte, como es el caso de los indigentes que fallecen solos en la calle, por ejemplo, o las muertes súbitas que ocurren de forma inesperada, sin que se conozca su origen, por carecer el difunto de patologías previas que la justifiquen.

Para que una muerte por hemorragia bulbar espontánea pudiera considerarse “sospechosa de criminalidad” el difunto tenía que carecer de antecedentes clínicos y enfermedades que pudieran provocarle esa muerte, y solo cuando no existía tal información o se observaban signos de violencia se procedía a la autopsia judicial. Es decir, se practicaba en pacientes sin patologías previas, cuando el médico no tenía información sobre la situación clínica del paciente para certificar la muerte o si había indicios claros de violencia o criminalidad, como explican más ampliamente tres especialistas en la materia 14.

No cabe pensar que el médico concluyera una causa de la muerte dictada por otras razones que no fueran sus conocimientos, unidos a la deontología profesional, moral propia y conciencia personal, sobre todo cuando las enfermedades del paciente eran concluyente y no existían síntomas de violencia alguna ni indicios de criminalidad, que hubieran determinado la necesidad de autopsia, como verificaron quienes asistieron a Unamuno inmediatamente en sus primeros momentos: Aurelia, su hija María y doña Pilar, antes de que llegaran Felisa y el propio médico.

 

  1. Para salir del paso podía decir que le había dado un infarto, un ictus o cualquier otra cosa. Claramente está indicando algo 15.

Ignoramos si quien esto afirma sabe que el diagnóstico de la muerte de su esposa Concha, firmado por el mismo médico, fue que murió por “arterioesclerosis cerebral”, sin necesidad de autopsia alguna, aunque esa fuera la causa de su muerte y no la consecuencia, añadiendo, en el caso de Unamuno como segunda causa la hipertensión arterial, siendo la “hemorragia bulbar” el desenlace de ambas enfermedades. 

Cuando se apostilla que diagnosticar la muerte por hemorragia bulbar “claramente está indicando algo”, ¿qué se está queriendo decir? La pirueta mental en este caso adquiere tintes de película de suspense. Dado que la hemorragia bulbar era poco corriente y difícil de diagnosticar, dicha expresión sugiere que el infrecuente y extraño diagnóstico que se hace de la muerte es para que se investigue esta, con ánimo de descubrir la verdad que el médico no reflejó en el certificado.  

 

  1. El testigo ante el juez no es Bartolomé Aragón, sino alguien que nadie conoce. Es la persona que lleva el acta médica y se le da a cualquiera 16.

Al ser frase algo confusa, conviene explicar qué quiere decir. Ya hemos advertido que cuando alguien fallecía, el primer documento que expedía era el certificado médico, redactado en nuestro caso por el doctor Núñez la tarde del fallecimiento. A partir de este documento se redactaban dos en el Registro Civil: el Acta de Defunción registrada en el libro correspondiente y la Licencia de Sepultura que expedía el propio juez. Es decir, que alguien tenía que ir al juzgado con el Certificado Médico de Defunción y una declaración verbal o escrita -en nuestro caso fueron las dos- para hacer la inscripción en el Registro. Es decir, al juez se le presentaban dos documentos para que hiciera el registro del Acta de Defunción y emitiera la Licencia de Sepultura: la Manifestación escrita de la persona que llevaba el Certificado Médico y el propio Certificado.

La persona que hizo esto se llamaba “manifestante”, en palabras del juez, no testigo. La afirmación de que nadie conocía a quien entregó el Certificado Médico y su declaración escrita, no se ajusta a la verdad, porque el manifestante era Luis Sánchez Zúñiga un convecino, es decir, alguien cercano y de próxima vecindad al finado, porque así lo exigía el Art. 76 de la Ley Provisional de Registro Civil obligando a que la persona testificante fuera alguien conocido: El asiento del fallecimiento se hará en virtud de parte verbal o por escrito que acerca de él deben dar los parientes del difunto o los habitantes de su misma casa, o en su defecto los vecinos, y de la certificación del facultativo. Es decir que el “manifestante” debía ser conocido, hacer una declaración verbal o escrita y presentar el Certificado Médico de Defunción, para que el juez levantara el correspondiente Acta de Defunción y autorizara dar sepultura al finado, algo que explica circunstancialmente que el “manifestante” no fuera Bartolomé Aragón, porque no era vecino ni persona conocida del entorno inmediato de Unamuno. Además, no hay un solo testigo del acta de inscripción del fallecimiento, como se dice, sino dos, pues a Luis Zúñiga como “manifestante” se suman Manuel Rodríguez y Francisco Barredo, como testigos. Pero cabe una apostilla final: Luis Sánchez Zúñiga fue la persona que realizó la misma función de “manifestante” dos años antes, en la muerte de Concha, según consta en el Acta de Defunción judicial de su esposa. 

Igualmente, no se puede denunciar la ausencia de familiares como testigos en el registro del Acta de Defunción, porque era algo normal, ya que los familiares estaban ocupados en menesteres propios del momento, como sucedió en la muerte de Concha dos años antes. De hecho, salvando la persona que iba a inscribir al finado en el Registro Civil, firmaban frecuentemente como testigos los propios funcionarios del juzgado, porque no se trataba de testificar su muerte, sino la inscripción en el Registro a partir del Acta de Defunción que cotejaban.

 

  1. Se le entierra a Unamuno sin esperar las 24 horas que debían transcurrir como mínimo, según la legalidad vigente 17.

Según publicó El Adelanto el día 1 de enero, Aragón llegó a casa de Unamuno a las cuatro y cuarto de la tarde, pero el propio Bartolomé Aragón, según palabras recogidas por Loscertales en el prólogo de su libro “Síntesis de economía corporativa”, así como las descritas por Pérez Mateos en el ABC Literario del 27 de diciembre de 1986, afirman que Aragón llegó a la casa a las cuatro y media de la tarde, del día 31 de diciembre. Si esto fue así, no podía declararse su muerte en el Acta de Defunción a las 4 de la tarde, pero sí enterrarse su cuerpo 24 horas después, según establecía el artículo 75 de la Ley Provisional de Registro Civil. 

Dicho lo anterior ahora necesitamos saber a qué hora murió Unamuno. El periódico La Gaceta dice que “a media tarde” circulaba por la ciudad la noticia de su muerte, luego moriría a primera hora de la tarde; pero El Adelanto asegura que se extendió la noticia por la ciudad “a primeras horas de la noche”, de donde cabe suponer que la muerte se produjo a media tarde, sin aclararnos las dudas. Tal vez, la respuesta la encontremos en una grabación poco conocida y breve, pero testimonial sobre lo sucedido aquella tarde del 31 de diciembre, ofrecida ante las cámaras de Televisión Española por el nieto de Unamuno, don Miguel Quiroga, ya en la madurez de su vida, que fue testigo de los hechos cuando tenía 7 años de edad:

 Aquel día veníamos Felisa, mi tía Felisa –que fue como mi madre– y yo, de ver un nacimiento, que si mal no recuerdo estaba en el hospital provincial, y al llegar a casa a las cinco de la tarde nos encontramos a mi abuelo desplomado sobre la camilla. 

 

De esta narración podemos inferir dos datos relevantes: que Unamuno a las cinco de la tarde ya estaba muerto y que su conversación con Bartolomé Aragón fue de corta duración, no alcanzando a los 30 minutos. Teniendo en cuenta que el cortejo fúnebre hacia el cementerio se inició al día siguiente a las 4 de la tarde, con “centenares de salmantinos”, según la crónicas de El Adelanto y La Gaceta; que se hizo una larga parada en el Campo de San Francisco para el responso y desfile de los asistentes al sepelio despidiendo el duelo en la Puerta de San Bernardo; que después hubo que llegar al cementerio y hacer las liturgias correspondientes, podemos asegurar que la introducción del cadáver en el nicho se hizo en torno a las cinco de la tarde, como estimación aproximada, cumpliéndose el plazo exigido por la Ley, si el Certificado Médico establecía como hora de fallecimiento las cuatro de la tarde.

¿Por qué razón se adelantó la hora de su muerte en el Certificado Médico y en el Acta de Defunción que se redactó a partir del Certificado? La respuesta es clara y sencilla: si se hubiera certificado la muerte más allá de las a las cinco de la tarde, tal vez no se hubiera podido tabicar en el nicho el cadáver la tarde del día 1, porque en el invernal mes de enero a las seis ya no hay luz natural en el cementerio, impidiendo esta circunstancia la inhumación del cadáver, lo que significaba que por una hora había que mantener el cadáver de Unamuno hasta el día 2 en casa, con lo que esto significaba en el ámbito familiar y social. 

 

  1. Hay irregularidades en la hora de defunción 18.

Efectivamente, no coindice la hora de la muerte que figura en el Acta de Defunción, con la reseñada por el párroco en el Mandato de dar Sepultura Eclesiástica. En el Acta dice que el fallecimiento se produjo a las 16:00 horas y en el Mandato a la 17:00 h. La diferencia se resolvería con certeza si tuviéramos el Certificado Médico de Defunción, aludido en ambos documentos para fijar la hora de la muerte. Pero sabemos por la crónica publicada en El Adelanto el día 2 de enero, que la hora fijada para el entierro eran las cuatro de la tarde, luego todo hace pensar en un posible error de transcripción, tan frecuente por otra parte, como sucede con el Certificado Literal de Inscripción. 

 

  1. En las fotos del entierro no hay amigos ni familiares.     Solo hay una foto en el cementerio, en la cual está un hijo de Unamuno al fondo 19.

En primer lugar, la foto aludida no está hecha en el cementerio, sino en el Campo de San Francisco, durante el responso final que allí se le dio a Unamuno por parte de párroco, antes de que el cortejo despidiera el duelo en la Puerta de San Bernardo, como habitualmente se hacía en aquella época con todas las procesiones funerarias que había en la ciudad. Su hijo Fernando aparece en la foto junto al amigo de don Miguel y rector que le sustituyó en el cargo, Esteban Madruga. También pueden verse en la foto a los catedráticos que llevaron las cintas, encabezados en primer plano por su otro amigo Manuel García Blanco. El duelo fue presidido por sus hijos Fernando y Rafael, sumándose a ellos el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ramos Loscertales, Andrés Pérez Cardenal, presidente de la Cámara de Comercio, Francisco Maldonado, Nicolás Rodríguez Aniceto, Beato Sala y César Real, permitiéndonos suponer que entre los cientos de acompañantes habría con seguridad numerosos amigos de don Miguel. Tengamos en cuenta que la foto es un primer plano donde solo están los acompañantes más inmediatos del féretro, con el cura Valentín y su ayudante en destacado plano. (Anexo VIII)

 

  1. El Acta del juez se expidió 10 minutos antes del funeral 20.

Esta hora tan ajustada de inscripción en el Registro del Acta de Defunción, minutos antes del funeral, no es una irregularidad que pueda dar lugar a sospecha alguna o manifieste urgencia inexplicable de obtener este documento después del correspondiente a la parroquia. Téngase en cuenta que son independientes uno del otro y emitidos en base al Certificado médico de Defunción. Por otro lado, la disponibilidad personal del cura e institucional de la parroquia no es la misma que la del juez y el Registro Civil, que tenía un horario establecido de atención al público por parte de los funcionarios que en él trabajaban, incluido el juez. El médico emitió su certificado el mismo día 31 con la tarde avanzada, como demuestra que esa misma tarde el párroco cumplimentara su documento citando tal certificado. Pero a tales horas el Registro estaba cerrado. Cuando el juez llega al mismo en la mañana del día 1 de enero, le está esperando Zúñiga, pero también los testificadores de los 21 fallecidos que hubo el día 31 y la madrugada del primer día del año. Los 11 primeros inscritos en 1937 fueron los fallecidos por muerte natural, correspondiendo a Unamuno el número 5, y los 10 restantes eran concejales del Ayuntamiento de Béjar fusilados de madrugada. 

 

  1. Cuatro personas de  Prensa  y  Propaganda robaron literalmente el   cadáver de  Unamuno en mitad del velatorio y se lo llevaron de allí 21.

 El testimonio fotográfico de la salida del féretro por la puerta de la casona de Bordadores a primera hora de la tarde camino del cementerio, desmiente esta afirmación. Nadie robó el cadáver y todo estuvo planificado, con indudable y abusivo protagonismo de los falangistas que impusieron su criterio y organizaron todo, patrimonializando a Unamuno como uno de los suyos, sin tener en cuenta la dureza con que este los había criticado y despreciado. Pero no hubo secuestro alguno del cadáver sin avisar. Los falangistas se encargaron de organizar el cortejo fúnebre, quienes lo presidirían, quienes llevarían el féretro a hombros, los que portarían las cintas y quienes alumbrarían con los cirios, así como la parada en el Campo de San Francisco, el transporte al cementerio y la falangización del acto, incluso después de cerrar el nicho donde fue depositado el cuerpo de una persona presentada por ellos como falangista cuando en realidad fue un opositor frontal al fajismo y a los arribistas. (Anexo IX).    

EPÍLOGO

La argumentación expuesta ha pretendido demostrar la validez de la versión tradicional de la muerte de Unamuno, diagnosticada por el doctor Adolfo Núñez, intentando desmontar los argumentos que avalan la tesis de atribuir otro tipo de muerte a

Unamuno

Hemos obviado lo sucedido la tarde del 31 de diciembre de 1936 en la galería de la casona de Bordadores, donde se encontraron Unamuno y Bartolomé Aragón por entender que cualquier intento por conseguirlo de manera fehaciente y documentada es estéril a día de hoy, con la información actual, pues disponemos solamente de la versión de uno de los protagonistas, imposible de contrastar y con posibilidades de que no se ajuste plenamente a la realidad de los hechos.

El diccionario médico de la Clínica de Navarra define la muerte natural como la producida por causas patológicas, sin que exista violencia. Así, la muerte de Unamuno fue natural, imprevista y repentina, debida a la situación patológica previa que no permitía  anticipar un plazo determinado para la muerte, pero con antecedentes patológicos conocidos por el doctor Núñez que la explicaban, procediendo el médico a extender el correspondiente Certificado de Defunción, tras explorar el cadáver de don Miguel y deducir razonablemente, con criterios médicos, la causa de la muerte, teniendo en cuenta los antecedentes del fallecido y la información de los presentes. 

Lamentamos que la insinuación sobre otro tipo de fallecimiento para don Miguel se exponga en un documental bien realizado, con destacados elementos visuales, históricos y musicales, que aporta información inédita y valiosa en textos e imágenes sobre aspectos de Unamuno y de la historia moderna de nuestro país, inmerecedores de las dudas suscitadas sobre la muerte de Unamuno en las últimas secuencias de tan estimable documental.  

Mientras no se demuestre con pruebas documentales lo contrario, repetimos que la muerte de Unamuno se produjo de forma natural, imprevista y repentina, debida a las dos enfermedades crónicas que padecía: hipertensión arterial y arterioesclerosis, desencadenantes de la hemorragia bulbar que terminó con su vida.

A estos problemas de salud se unió con igual fuerza el estado anímico decadente que sufría un anciano de 72 años, el “mal de España” que atenazaba su corazón, con el espíritu desmoronado por la barbarie que le rodeaba, los hijos en diferentes zonas de guerra, repensando toda su obra y sintiendo asco de ser hombre. En estas condiciones, recibió Unamuno en su domicilio a un “fajista” declarado admirador de Mussolini, con quien ya había tenido diferencias en una sala de profesores – según declaraciones del biógrafo de Aragón, Antonio Heredia, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca-, debido a su afinidad con el fascismo y el corporativismo fascista que aprendió en Pisa.

Es imposible saber con certeza de qué hablaron, pero algunos indicios nos hablan que pudieron hablar sobre corporativismo, como se desprende de lo escrito por su amigo y rector Esteban Madruga: 

 

Trabajamos como verdaderos amigos y compañeros y nuestra amistad no tuvo eclipse, ni fricción alguna, hasta su muerte, a la que no estuve presente por verdadera casualidad, ya que había estado tomando café conmigo el único testigo presencial, don Bartolomé Aragón,  y quería que le acompañase para enseñar a don Miguel el folleto que iba a publicar sobre Corporativismo, y como en aquel momento tenía que asistir al entierro de la madre del magistral, doctor Albarrán, le dejé a la puerta de la casa de don Miguel y cuando volví había ocurrido el fallecimiento 22.

 

La falta de representantes militares en el funeral y entierro de Unamuno pone de manifiesto la hostilidad de los rebeldes hacia él. Por el contrario, es evidente que los falangistas utilizaron su figura con fines claramente propagandísticos a favor de su causa, como ya intentaron sin éxito en varios momentos de su vida, recibiendo de Unamuno duras calificaciones y el más absoluto desprecio a sus acciones e ideario. Pero ellos capitalizaron el entierro en su beneficio, abusando del poder que en aquellos momentos ostentaban, otorgando un papel secundario a los profesores.

También conviene aclarar que la primera versión sobre lo sucedido en el encuentro que tuvieron, no es de Loscertales en el prólogo del libro-panfleto “Síntesis de economía corporativa” de Bartolomé Aragón, sino la publicada por La Gaceta salmantina el día 1 de enero de 1937, suponemos que por relato del propio Aragón, sin que El Adelanto dé noticia alguna sobre ello: 

 

Poco antes de morir, el señor Unamuno recibió la visita del profesor auxiliar de la Facultad de Derecho, señor Aragón, al que manifestó al preguntarle por su salud, que se encontraba perfectamente y como nunca de bien. Sentados frente a frente en la camilla que don Miguel ocupaba, llevaba este, como era corriente en él, el peso de la conversación, , que versaba, por cierto, sobre el porvenir de España, máxima preocupación de don Miguel de Unamuno en estos últimos tiempos.

De repente, el señor Unamuno inclinó la cabeza y se puso intensamente pálido, comenzando a salir humo del brasero, circunstancia a la que atribuyó el señor Aragón el repentino mareo, que tal creía fuera el que había hecho perder el sentido al ilustre pensador. Se levantó a retirarlo y vio que se quemaba una de las babuchas de don Miguel, y advirtió al mismo tiempo la verdad de una desgracia irreparable, avisando a la familia, que acudió con la ansiedad natural, procurando los auxilios de la ciencia y de la religión para el ilustre catedrático. (Anexo X)

 

Queremos prevenir sobre la narración que hizo Bartolomé Aragón de lo sucedido, como único y excepcional protagonista vivo de los hechos, por tratarse de una versión particular que, como toda exégesis personal, es susceptible de no ajustarse a la verdadera realidad de los hechos, dejándonos para siempre con la duda sobre todo lo que sucedió realmente durante aquellos últimos momentos de la vida de Unamuno y el diálogo que tuvieron. Es decir, nunca sabremos, con certeza documental todo lo sucedido en la galería de la casona de Bordadores aquella tarde, desde que llegó Aragón hasta que murió Unamuno, pero sí podemos acercarnos parcialmente con las declaraciones que hizo su nieto y testigo, Miguel Quiroga, ante las cámaras de Televisión Española:

 

Estaba con un visitante que creo que se llamaba Bartolomé Aragón, completamente desquiciado, dando voces, pensando quizás, tal vez, que él hubiera podido tener alguna relación con su muerte. Con mi ama de cría, Aurelia, también desesperada y con mi abuelo ya muerto, tendido encima de la camilla, después de que estuvo hablando con este hombre durante toda la tarde, angustiado por el problema y por la situación que había en aquel entonces en España. 

 

 El doctor Quiroga nos advierte acerca de la situación desesperada de Aurelia y el desquiciado estado de ánimo de Aragón, alertándonos sobre el desconcierto y alteración que se vivió en aquellos momentos inmediatos a la muerte. También nos previene sobre las voces de Aragón, pensando que quizás hubiera podido tener alguna relación con la muerte de Unamuno y nos invita a una interpretación de los hechos alejada del asesinato o envenenamiento, optando por suponer que tuvieron una discusión entre ellos que alteró el estado de salud de Unamuno, hasta el punto de provocarle una crisis arterial que le llevó a la muerte. Pensamos esto porque, según palabras de su nieto, Unamuno estaba angustiado por el problema y la situación que había en aquel entonces en la nueva España apoyada comprometidamente por el falangista y rechazada profundamente por don Miguel.

 Pero, en ningún caso, las dudas y lagunas que nos quedan sobre todo lo sucedido aquella tarde pueden llevarnos a conjeturas, suposiciones, presentimientos o sospechas indocumentadas y sin pruebas que nos hagan pensar en otra muerte para Unamuno que no tenga su origen en la hipertensión arterial y arterioesclerosis como enfermedades que padecía, unidas a dolencias anímicas provocadas por la quiebra familiar que le atenazaba, el desgaste vital, la decepción personal y el derrumbamiento moral por la barbarie que azotaba a España.

Haciendo literatura con evocación de recuerdo, coincidimos con José Ortega y Gasset cuando el 4 de enero de 1937 escribió en el periódico La Nación de Buenos Aires un artículo diciendo: Ignoro todavía cuales sean los datos médicos de su acabamiento; pero, sean los que fueren estoy seguro de que ha muerto de “mal de España”.  

Finalizamos recordando a Unamuno como él quiso que hiciéramos, diciendo que fue un español que amó a su patria con toda el alma. Así lo demandó con emocionadas palabras al agradecer el nombramiento de Ciudadano de Honor de la República, en el año 1935, aunque sobre el nicho que guarda sus restos figure otro epitafio:

 

Al enmudecer en mí al cabo, por ley naturalmente fatal, para siempre mi verbo español, quepa a mis hermanos y a sus hijos y a los míos decir sobre el terruño patrio que me abrigue: aquí duerme para siempre en Dios un español que quiso a su patria con todas las potencias de su alma toda.

 

Así sea.

Salamanca, 25 de noviembre de 2020

NOTAS
  1. Revista Estampa. Madrid, 30.1.1937, nº. 471, p. 8.
  2. Periódico La Vanguardia, miércoles, 24 de agosto de 1938, p. 5.
  3. Journal L´Humanité, Organe central du Parti Communist. Édition parisienne. Les lettres & les Arts, jueves 7.1.1937, p. VIII
  4. Luca de Tena , T. (1991). Papeles para la pequeña y gran historia. Memorias de mi padre y mías. Colección Espejo de España. Editorial Planeta, pp. 266, 267. También reproducida por Víctor Salmador, en el nº 2 de la revista Madrid, correspondiente a mayo de 1991, p. 101
  5. CMU, 86/130. También: Unamuno. Miguel de Unamuno. Epistolario Inédito II (1915-1936). (1991) Edición de Laureano Robles. Editorial Espasa Calpe (Colección austral). Madrid, p. 354.
  6. Declaración en el programa de radio “Carne cruda”, el 10 de noviembre de 2020.
  7. Declaración a Jesús Jiménez, enviado especial de RTVE a la Seminci de Valladolid, la mañana del 25 de octubre de 2020.
  8. Declaración en el programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  9. Declaración en el programa de radio “Carne cruda”, el día 9.11.2020. Colaboración con el Diario.es.
  10. Declaración en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  11. Entrevista con Carlos Alsina en “Onda Cero”, el 3.11.2020.
  12. Ibídem.
  13. Entrevista en televisión. Programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  14. De Luís y García, MJ; Negre Muñoz, MC; Orozco Gómez, ML (2012). “Hemorragia en el tronco del encéfalo”. Gaceta Internacional de Ciencias Forenses, nº 5, octubre-diciembre.
  15. Entrevista en televisión. Programa “La Frontera” de Juan Carlos Monedero, el día 18 de noviembre de 2020.
  16. Entrevista en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  17. Magdalena Tsanis. Agencia EFE. 24.10.2020.
  18. Entrevista en “Público TV”, el 13.11.2020, con Lourdes Lucia, de Fundación Espacio Público.
  19. Ibídem.
  20. Entrevista con Carlos Alsina en “Onda Cero”, el 3.11.2020.
  21. Entrevista en el programa radiofónico “Carne cruda”, el día 9.11.2020. Colaboración con el Diario.es.
  22. Madruga, E. (1972). Evocaciones universitarias. Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Salamanca. Salamanca, p. 62.

 

AENEXOS
  • Anexo I:    

Muerte de Unamuno en la revista Estampa, del 30 de enero de 1937. 

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  • Anexo II:

Muerte de Unamuno en La Vanguardia del día 24 de agosto de 1938.

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  • Anexo III:

Declaraciones de Unamuno aparecidas en el periódico L’Humanité de París,  el día 7 de enero de 1937.

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  •  Anexo IV: 

Carta a Juan Carretero director del ABC de Sevilla el día 11 de diciembre de  1936 y respuesta de este.

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  •  Anexo VI: 

Carta a Quintín de Torre, desde Salamanca, el día 13 de diciembre de 1936.

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  •  Anexo VII: 

Acta de Defunción de Miguel de Unamuno

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  •  Anexo VIII: 

Mandato de Sepultura, expedido por el párroco.

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  •  Anexo IX: 

Responso en el Campo de San Francisco.

En la foto puede verse a su hijo Fernando junto al rector Esteban Madruga, el párroco Valentín González y Manuel García Blanco en primer plano central.

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  •  Anexo X: 

Salida del féretro de la casa de Bordadores.

Puede verse a los falangistas que portaron el féretro y a otros miembros de Falange Española haciendo el saludo fascista a Unamuno, con mano extendida en alto. Idéntico gesto que hicieron a la salida del Paraninfo universitario el 12 de octubre, al finalizar el acto conmemorativo de la Fiesta de la raza, presidido por Unamuno en nombre de Franco, sobre el que tanta tinta se ha vertido con escasa fortuna.

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  •  Anexo XI: 

Página de La Gaceta narrando el encuentro entre Unamuno y Aragón.

Artículo publicado en www.academia.edu