Os dejamos unas breves notas de la conferencia y os invitamos a verla al completo en la grabación de la misma en nuestra web.
Unamuno filósofo en sus años de juventud, ese es el título de la conferencia, impartida por Carlos Javier González Serrano en la Casa de Las Conchas.
Son muchos los que se preguntan si se puede hablar de Unamuno filósofo. En sus años de juventud Miguel de Unamuno era un devorador de libros y se definía como pensador en formación.
Cita nuestro conferenciante la obra de Unamuno, Nuevo mundo que se puede definir como una novela fuerte y áspera, que constituye una profesión de fe de un especial anarquismo, trascendental, filosófico, al que Unamuno se acercó a través de Nietzsche, Bruno Willer, Stirner… y que es también un alegato contra todo dogmatismo.
Unamuno se plantea temas como el ansia de eternidad, la metafísica del instante, del acontecimiento, busca un presente que no se le escape de las manos, y la muerte de Dios planteada por Nietzche, la muerte metafísica, para Unamuno, Dios en forma de anhelo vive en nosotros. Cómo vamos a seguir, perseverar, si sabemos que vamos a morir, lo único que nos puede acercar al conocimiento de Dios es la fe. Para D. Miguel, existir es obrar, es actuar. Todo está en ese punto de nacer. Somos el lugar que piensa y el lugar que actúa.
El joven Unamuno hasta los treinta años es un Unamuno agónico, desde el punto de vista griego (la lucha del guerrero que se pone en el espacio público para enfrentarse con el otro). Filosofía como pensar en la muerte. La esperanza en el más allá dulcifica las tinieblas.
Unamuno no redactó libros estrictamente filosóficos, aunque escribió Del sentimiento trágico de la vida, por ejemplo.
En sus Cuadernos de juventud su preocupación fue el hombre de carne y hueso. Con 18 años habla de la dicotomía tiempo y eternidad y llega a decir que el porvenir es un abismo tan profundo que no tiene fondo. Somos lo que nos pasa en el tiempo. Si la soledad te entristece sumérgete en tí mismo. Busca dentro de tí lo que se ha perdido por el camino.
Llega a decir: no me aterra la muerte, pero me gustaría seguir viviendo. El cuerpo es lo más grotesco y el espíritu es lo más sublime que quiere trascender. Jamás encontramos la unidad hasta la muerte. La pluralidad mora en el seno del yo. La vida duele, y el dolor aguijonea al hombre y lo hace caminar. El hombre viene de la nada y va a Dios.
Con 16 años dirá Unamuno: «Dulces ilusiones mías cuándo moriréis, yo quiero morir después de vosotras”.
Unamuno al final de su vida tiene un problema existencial y llega a la conclusión de que no ha servido de nada racionalizar todo y dice: cuando llego al final de mi vida todo me sabe a decepción.
Así es el Unamuno de 1935- 1936 y se pregunta: ¿ha servido todo para algo, qué sentido tiene mi vida? Sin embargo él siempre se catapulta a un querer ser para siempre: Yo me quiero eternizar, mi cuerpo es finito pero yo quiero ser inmortal.