Cincos días duró la visita de D. Miguel, del 1 al 5 de junio de 1930, a la comarca de Sanabria, en la que visita el Balneario de Bouzas, a los pies del lago de Sanabria, acompañado de Honorino Requejo y su amigo el doctor Cañizo.
Honorino lo invita al balneario de aguas sulfurosas, que era conocido por la calidad de las mismas, por él habían pasado personajes como el rey Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera. Con la visita de Unamuno al balneario se pretendía revitalizar el lugar y ayudar a H. Requejo a denunciar la situación en que se encontraba el mismo.
Unamuno intenta también encontrar esos días tranquilidad y descansar de lo que había pasado desde su vuelta del exilio en Hendaya.
El escritor conoce la historia de la zona, y las leyendas tejidas en torno a ella. La leyenda habla de una villa, Valverde de Lucerna, sumergida en las aguas del lago, cuyas campanas se oyen repicar en la noche de San Juan.
La villa sumergida, enlaza con la pobreza y decrepitud de la zona.
A la leyenda se une el relato, sobre lo que él veía. El escenario de su novela San Manuel Bueno Mártir, está inspirada en el lago, y en el Monasterio que se alza a sus faldas. Podíamos decir que en Unamuno hay un proceso de interiorización del paisaje, el campanario con su toque de agonía eterno. El lago y la montaña se van convirtiendo en personajes, esos dos elementos son el propio cura.
Esta zona poco tiene que ver ahora con la que recorrió Unamuno en 1930. Hoy el balneario del S. XIX está en ruinas.
Cerramos estas brevísimas notas con lo que sintió D. Miguel y lo que siente el paseante al visitar la zona un :”susurro interior desde el silencio”.

Documento manuscrito de Miguel de Unamuno al que se refiere Luis Mariano Esteban en su conferencia.
Cedido por Pilar y Julio Prieto Cirac.

San Martín de Castañeda,
espejo de soledades,
el lago recoge edades
de antes del hombre y se queda
soñando en la dulce calma
del cielo de las alturas, en
donde se sume en honduras
de olvidar, ¡ay, pobre! el alma.
Men Rodríguez, aguilucho
de Sanabria, hoy ala rota
ya el cotarro no alborota
para cobrarse el conducho.
La historia pasó; al sendero
de San Bernardo la vida
retorna, y todo se olvida,
lo que no ha sido primero.

1-VI-1930

 

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